Esposo infiel
Capítulo 18

Capítulo 18:

“Él no me hará daño, Adam, porque apenas lo intente, lo dejaré en la lona, sin nada, ni siquiera ganas de respirar, porque la tierna Ava quizás necesitaba un caballero que la salve, pero esta versión solo necesita de sí misma para acabar con cualquiera que quiera joderla, incluyéndote”, dice.

POV Ava.

Siempre dije que quizás, hablo de más, y eso es lo que paso cuando amenace inconscientemente a Adam con que lo destruiría. Tuve que saber no era tan idiota, porque desde ese momento, comenzó a mirarme con desconfianza al día siguiente.

Es inteligente, casi me persigue todo el tiempo para ver mis cambios, para estar cerca e incluso está descuidando su trabajo por perseguirme con ver que Nick está cerca, quien todavía no ha dado ninguna clase de problemas. Por suerte.

Sin embargo, por más inteligente que sea, su infidelidad ha despertado en mí un olfato superior, profesional. Puedo oler su inseguridad y desconfianza desde dos metros de distancia.

Por eso tuve que ajustar un poco mi personalidad. Básicamente, dejé esa actitud peleonera todo el tiempo y me enfoqué en mi trabajo.

Intenté no ensañarme con Kim, a quien comencé a llamar por su nombre para sorpresa de todos en la oficina porque se acostumbraron a que la llame Cindy, pero lo hice solo para que no notara mi desagrado particularmente fijado en ella.

Ese fue un buen movimiento, uno al que la propia Kim no se acostumbra. Como ahora, que me mira como un perrito reganado por haber echado a perder los p%tos planos en los que llevamos trabajando más de dos semanas.

Inhalo profundo. Por mi mente pasan los ejercicios de relajación de Janice, quien me ha rogado porque mantenga la calma, pues mi venganza apenas comienza. Para eso, tengo que tantear bien el terreno donde se llevará a cabo, porque, a fin de cuentas, nadie fue a una guerra completamente ciego.

“Lo lamento, no sabía que debía usar estos planos. Solo estaba practicando”, comenta Kim, intentando que no pierda la compostura.

“¿Hace cuánto que tienes tu pasantía aquí?”, le pregunto.

“Tres”, responde, con el ceño fruncido.

“¿En cuánto tiempo obtienes tu título?”.

“A finales de este año, Señora Ava”, traga grueso.

Carraspeo.

“¿No deberías ya saber? Las líneas son distintas, los colores son lo primordial y porque aquí, no estás en un jardín de niños”, digo, poniéndome de pie, disfrutando la sensación de saber que soy más grande que ella y no necesariamente de altura.

“¿A qué carajos has venido durante tres p%tos años, Kimberly? Tenemos un buen nivel de estudiantes que han pasado por aquí y hoy en día trabajan para ser los mejores del rubro. ¿Quién carajos fue tu mentor? ¿No te enseño la diferencia entre planos verdaderos y bocetos?”, espeto.

Con los ojos cristalizados, apunta hacia la sala de juntas, desde donde Adam está comiéndome con los ojos. No tarda demasiado en salir, disculpándose con los clientes, dejándolos solos, por venir a defender a su zorrita regañada.

“¿Qué está pasando aqui?

“Esto. Los echó a perder”, le entrego los planos.

No tiene que decir, porque es cierto. No estoy juzgándola por nada, sino porque básicamente la persona que está frente a mí, pronto será la responsable de hacer alguna casa que seguramente se caerá a pedazos y muchos saldrán perjudicados.

“¿Cómo es posible que lleve tres años aquí como pasante y no sepa la diferencia entre los planos? ¿A qué viniste aquí?”, continúo, viendo cómo una gruesa gota de sudor se desliza por su sien

La muchacha traga grueso, haciéndome frente ahora que su parejita está a su lado, defendiéndola, aunque por el momento guarda silencio.

“Eres su mentor, además. ¿Por qué? Si tenemos a pasantes que ni siquiera nos han dicho sus nombres hasta el momento de su graduación, ¿Qué le viste que tuviste que ponerla bajo tu ala?”, espeto.

Mis gritos, la situación y el hecho de que media oficina está acostumbrada a vernos pelear, está captando la atención incluso de los clientes que esperan dentro de la sala de juntas.

Inhalo profundo. Ambos están en silencio, uno porque no saben qué mi%rda decir y otra porque no tienen con qué defenderse.

“Aprendí muchas cosas desde que entré”, dice finalmente, mirándome con si la estúpida fuera yo y no al revés.

Alzo una ceja.

“¿Ah sí? ¿Cómo qué?”, inquiero.

“Bueno…”.

“Si sabes decirme la diferencia entre planos estructurales y planos arquitectónicos, dejaré de molestarte”, digo.

De inmediato mira a Adam en busca de una solución, pero por más que él intente captar mi atención llamándome por mi nombre, me enfoco en la mirada de perdida que tiene esta muchacha ahora mismo.

Me encabrona saber que pasó más tiempo c%giendo con mi esposo, que estudiando. Lo peor de todo, es que él se lo permitió, seguramente llenándole la cabeza de mi%rda con que el estudio no será necesario una vez que tome mi lugar como Señora de la casa. Algo que nunca va a pasar.

“Vo…”.

Adam me entrega los planos.

“Cometiste un error, Kimberly, creo que es momento de que comiences a estudiar porque de otra forma, no podré aprobar tu paso de año. Lo siento”, dice Adam.

Aquellas palabras provenientes de Adam, me dan felicidad porque logra herirla y es que, además de que todos en la oficina saben de nuestras peleas, también saben de las suyas y del hecho de que no se han hablado ni visto a escondidas durante dos semanas, lo que mantiene feliz a mi corazón.

Ella abre la boca sorprendida, mientras dos gruesas lágrimas ruedan por sus mejillas Doy un paso al frente.

“Escucha, cariño, no sé qué carajos estuviste haciendo estos tres años de pasantía, pero tienes mucha experiencia rodeándote, muchos mentores a los que tus compañeros sí les sacarían provecho, porque viniste aquí a aprender, no a socializar. Enfócate en tus estudios, porque de otra manera, me veré obligada a hablar con tu decano o profesor, quien sea que esté a cargo de que obtengas tu título, porque no lo obtendrás si solo pierdes el tiempo. ¿Estás entendiendo?”, susurro.

Tiene que tragarse su orgullo, su dignidad la cual seguramente grita miles de mi%rdas hacia mí, y lo hace a la perfección, levantando el mentón, fingiendo que nada ha pasado, cuando en realidad, se nota a leguas las ganas que tiene de mandarme a pasear.

“¿Necesita algo más?”, pregunta, llena de enojo.

“No, retírate, y por favor, no toques ni una sola mi%rda más. Solo… haz el papel de secretaria que te ha funcionado bastante bien durante tres años”, le ordeno.

Disfruto ver que sale corriendo, espantada por las cosas que le dije, para luego voltearme y ver a Adam de pie, observándome con una clara confusión en su rostro.

“¿Qué sucede?”, le pregunto.

“Creí que la despedirías”, dice.

Frunzo el ceño.

“¿Por qué? Cometió un grave error, pero lo reparará si estudia, además, los planos no son tan importantes ¿No tienes una reunión?”, finjo, aunque por dentro esté hirviendo de la rabia al pensar en que tendré que hacerlos de nuevo por mi cuenta.

“Pueden esperar”, hace una mueca.

“De acuerdo, iré a intentar reparar este daño”, me encojo de hombros.

Tomo los planos en busca de tener una excusa para no estar cerca suyo, porque a pesar de que no está teniendo se%o con Kim, todavía hay algo porque la defiende, la protege y tengo que mantener una compostura que me obliga a ser cordial con la mujer que coge con mi esposo, y el mismo que quiso robarme absolutamente todo.

“Ava ¿Quieres que almorcemos juntos hoy?”, me llama, pongo la mejor de las sonrisas.

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