Esposo infiel
Capítulo 16

Capítulo 16:

“Sí, será una fiesta inolvidable, ya lo verás. Cindy, apresúrate con eso que quiero tenerlo lo antes posible, además necesitaré que le des el recorrido al nuevo arquitecto y que luego bajes a comprar mi almuerzo ¿De acuerdo?

Kim inhala profundo. Veo que quiere negarse, pero con una sola mirada de mi parte, acaba asintiendo.

“SÍ, Señora”, dice.

Tomo del brazo a Ava antes de que salga de la oficina.

“¿Nuevo arquitecto?”, pregunto.

“Tenemos mucho trabajo. Tuve que traerlo de Londres para que nos ayudara en este proyecto porque será grande y dos manos extras nos vendrían muy bien”, asiente.

“¿Lo conozco? ¿Trabaja para nosotros?

La sonrisa que se expande por su rostro es tan malvada, que me mueve hasta la última fibra y me endurece el p$ne más de lo que ya estaba.

Sus ojos viajan a mi pantalón, mordiéndose los labios luego.

“Lo conoces. En una hora estará aquí así que no te daré detalles. Y, por cierto, lamento no haber querido c%ger contigo en casa esta mañana, cariño, pero te compensaré más tarde, lo prometo”, dice, caminando hacia la salida cuando se voltea, sosteniéndose del marco de la puerta.

Me guiña un ojo y sale hacia el pasillo, dejándome en shock por la crudeza de sus palabras pues jamás ha dicho nada como eso antes. Nunca, ni una sola vez dijo la palabra c%ger en voz alta. Estoy tan perdido en sus palabras que termino olvidando por completo que Kim está a mi lado.

“¿C%giste con ella?”, el tono de dolor en su voz, de ese que te quita el aliento, está tan marcado.

Igual, cuando miro sus ojos, veo las lágrimas que está conteniendo he intento tomarla del brazo, pero un grito nos hace dar un brinco a ambos.

“¡Ponte a trabajar, Cindy! ¡Ahora!”, le ordenan.

Apenas la puerta se cierra, la imagen de Kim es devastadora. Tiene los ojos cristalizados, parece que está a punto de echarse a llorar como una niña pequeña, y veo la traición en sus ojos, como si de verdad hubiera hecho pedazos su corazón.

“¿Dormiste con ella?”, pregunta de nuevo.

“Kim…”, digo.

“¡Responde!”, ordena ella.

Está tan acalorada, tan molesta, que incluso creo que hará un berrinche en la oficina, cosa que sería la primera vez.

“Es mi esposa ¿Qué se supone que debo hacer? Tengo una vida con ella, es…”, murmuro.

Dos segundos después, me voltea el rostro de una bofetada. Está tan molesta que ni siquiera se detiene a conversar conmigo, solo pasa de largo, como si mi mera presencia le molestara.

Kim sale de mi oficina dando un portazo, que de seguro capta la atención de varios empleados más porque algo como esto nunca me había sucedido, mucho menos con ella. Tengo ganas de ir a buscarla, de verdad, quisiera poder ser capaz de salir tras ella, preguntar como esta, justificarme, pero lo que hice no tiene justificación alguna.

Le hice se%o oral a mi esposa, tuvimos se%o estos tres años porque nuestra vida se%ual nunca se vio afectada por el lazo emocional y quisiera decir que le fue fiel a Kim, a lo que teníamos, sin embargo no sería cierto.

Decido que lo mejor que puedo hacer por ella ahora es esperar a que se tranquilice así que me enfoco en mi trabajo, haciendo lo mejor que puedo por sacar de mi mente a ambas mujeres. Desde que Ava regresó a la oficina, dejé algunos proyectos de lado.

Reviso mis archivos buscando cuál es el trabajo que está más cerca de entrega, al menos de planos, para poder avanzar, aunque sin Kim esta tarea me llevará horas. Ella es la que acomoda mi agenda, mis proyectos y prácticamente toda mi maldita vida.

Me doy por vencido unas horas después, saliendo de la oficina para buscarla y al parecer no soy el único pues Ava sale de su oficina observando con el ceño fruncido.

“¿Dónde está Cindy?”, pregunta.

“Su nombre es Kim, Ava. Y no sé dónde está, también la necesito”, respondo.

“Da igual, necesito que vayas a la sala de conferencias en cinco minutos. El nuevo arquitecto está esperando por nosotros”, rueda los ojos.

“¿No puedes hacerlo sola?”, pregunto.

“Creí que no tomabas a cualquier persona para trabajar en la empresa”, me mira confundida.

“Y no lo hago, pero tú tampoco y me deja tranquilo saber que puedes tomar decisiones importantes como estás. No me siento bien, tu juego y la falta de desayuno me volvieron una persona irritable”, le digo.

“Cariño, no quiero llevarme todo el crédito, pero gracias. Eso fue muy dulce”, hace un puchero.

“Ja. Seguro te estás divirtiendo con esto, bruja”.

“Algo así, ¿Seguro no quieres asistir a la reunión?”, se encoge de hombros.

“No, estoy bien con la decisión que tomes.

“De acuerdo, entonces le diré a Nick que comience a trabajar de inmediato. Necesito asignarle una oficina y…”, suelta un suspiro.

Volteo a verla. Quiero creer que oí mal y que no fue capaz de hacer semejante cosa, por eso clavo la mirada en ella rogando porque no lo diga.

“¿Nick Harrington?”, espeto.

“¿Qué tiene de malo?”, responde.

“Tienes que estar jediéndome. ¿De verdad trajiste al jodido de Nick a mi empresa?”, digo.

Me encara, posando una mano en su cadera, claramente ofendida.

“Nuestra. Y sí, te dije que necesitaría manos extras y él es bastante bueno en su trabajo”, aclara.

“¿Bueno? Ese hijo de p%ta lleva años queriendo comer tu v$gina, y te atreves a…”, me burlo en su cara.

“¡Adam Byrne! Cuida tus palabras. Estamos en una empresa decente, por amor de Dios, ¿Cómo puedes decir eso? Solo somos amigos”, espeta ella.

“No quiero que trabaje aquí”, niego con la cabeza.

“Lástima, te llamé por puro profesionalismo porque ya lo contraté”, dice.

Mi mandíbula cae desencajada, sin poder creer que se haya atrevido a tanto. Tiene que ser una broma.

Se pavonea hacia su escritorio y me quedo en la puerta esperando a que pasen los benditos cinco minutos porque no pienso dejar que vaya sola a ver a ese imbécil. Nick Harrington tiene que ser de las peores mi%rdas que haya podido encontrar en toda mi vida.

Camuflado como mi mejor amigo durante años, estuvo cerca de Ava todo el tiempo que quiso, enamorándose de ella en secreto, enviando cartas anónimas rogándole porque me abandone, siendo una completa basura. Trabajaba para mi padre, a duras penas conseguí que lo echaran cuando me casé con Ava, y ahora ella lo trae de regreso.

“¿No tienes cosas qué hacer?”, pregunta.

“Vamos a la sala, que tu precioso Nick debe de estar esperando”, niego con mi cabeza.

Rueda los ojos, tomando los planos del nuevo proyecto. Ni siquiera se digna a mirarme, pero yo sí lo hago.

La observo detenidamente, observo la sonrisa que tiene en sus labios rojos y el traje negro enterizo que trae puesto, el que hace que se le note el abdomen plano, su cintura pequeña y los senos redondos detrás de ese corset de encaje.

“¿Por qué no me dejas llevar la reunión? Tienes mucho trabajo, quizás…”, le digo.

“Yo también iré, Adam, no pierdas tu tiempo”, me interrumpe.

Bufo, molesto, teniendo que seguirla a sabiendas de que nada de esta situación va a terminar bien. Es hermosa, no puedo negarlo, pero esa aura de hija de p%ta la está volviendo irresistible para cualquiera, incluso para alguien que ya la quería tener cuando se vestía como mojigata.

En mi camino intento buscar a Kim, pero no la encuentro por ningún lado. Sé que recae en mí la responsabilidad de tomar notas de lo que sea que vayan a decir en esta reunión. Para cuando llegamos a la sala de conferencias, gracias al vidrio del costado, logro divisar a Nick.

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