Esposo infiel -
Capítulo 15
Capítulo 15:
POV Adam.
La tomo de la cintura dejándola quieta. Me muevo una y otra vez siendo el responsable del temblor en sus piernas el cual la azota con rapidez, ni siquiera llevamos cinco minutos c%giendo cuando se corre sobre mu polla.
Kim es de las que gritan, de esas que se retuercen y se muerden los labios al tener un org%smo, lo que me parece demasiado excitante en una mujer, mucho más en esta posición donde tengo el control y donde sé que debe a mi el éxtasis que siente, sin embargo, a pesar de ser una buena cogida siempre, no logro correrme lo que me frustra.
La volteo, le subo las piernas y abro su camisa para verle los senos después de sacarlos del sostén que los cubría. Sus pezones er%ctos son tan hermosos y grandes, del tipo que ni siquiera te entra en las p%tas manos. Lo primero que me atrajo, sus tetas enormes y cintura pequeña.
Me incrusto de nuevo en su interior, sus piernas me rodean la cintura recibiéndome, aprisionándome al mismo tiempo que sus tetas bailan al son de mis movimientos. Mi mano por instinto y rutina, palmea sus montículos de grasa.
Generalmente esta posición, debajo de mí disfrutando, me lleva al límite, pero no lo consigo. Termino tan frustrado que salgo de su interior, siendo incapaz de continuar, Por primera vez solo tengo a Ava en mi cabeza, dando vueltas como una hija de p%ta que me está observando.
“¿Qué sucede? ¿Por qué te detienes?”, pregunta alterada.
Me toma de la cintura para que regrese, pero me niego. A estas alturas ni sé qué decirle, porque ciertamente no hay nada que pueda remediar el hecho de estar así de frustrado.
“Estamos… estamos en la oficina. Ava está arriba, en cualquier momento te puede llamar o incluso venir y no quiero que nos encuentre en esta posición.
“Entonces déjame montarte, quizás en esa posición si quieras”, se muerde el labio inferior.
“Estoy hablando en serio”, ruedo los ojos.
“¡También yo! No puedes comenzar a c%germe y dejarme a medias, Adam. Jamás lo haces”, dice.
Bufo al quitarme el condón para echarlo a la basura. Tomo un par de pañuelos de mi escritorio para sacar los restos y me acomodo el pantalón. Ella finalmente lo entiende, se cubre también intentando no demostrar que está demasiado enfurecida.
“Lo digo en serio, no podemos hacer esto de nuevo. Es peligroso”, le digo.
“¿Por qué? Dijiste que no te importaba si lo sabía o no. Creo que ya va siendo hora”, rueda los ojos.
Tomo su mentón con mi mano, Por instantes pienso que a esta mujer le fascina ver arder a Troya, pero creo que no está entendiendo la gravedad del asunto si llega a pasar lo que quiere.
“¿Te das cuenta que esa mujer puede hacer tu vida un infierno si sabe que duermes con su esposo?”, se burla, alejándose.
“¿Qué puede hacerme? Llevamos tres años, no se va a dar cuenta porque trabaje aquí. Me prometiste que se lo dirías, que terminarías ese matrimonio y…”, reniega molesta.
“Y no vas a decidir por mí. Eso ya lo hablamos. Mi matrimonio está fuera de tus límites, Kim. Conócelos, apréndelos, y seguramente podremos continuar porque odio que me digan lo que tengo qué hacer ¿Entiendes?”, espeto.
Estoy comenzando a perder la paciencia. La frustración se%ual, el haber madrugado, ni siquiera desayunar y no poder terminar con nada del mundo me tiene mal, y no quiero oír sus quejas sobre cómo me aferro a mi matrimonio según ella.
“Y yo odio que me tengas en segundo lugar. Prometiste que te separarías, estoy aquí solo por ti”.
“Estás aquí porque necesitas el dinero y la plaza de la beca, así que no me jodas”, me río de ella.
Estoy tan frustrado que por primera vez tengo una discusión con ella. Durante años hemos sido completamente capaces de dormir juntos sin discutir, ni siquiera se ha entrometido en mis asuntos de trabajo, pero ahora es diferente. Hoy mismo es diferente.
“¿Estás hablando en serio? ¿Crees que me importa más la beca que tú? Yo te amo, Adam, ¿Es que eso no importa acaso?”, espeta.
“Tienes un serio problema si me escoges por encima de tus estudios. Has logrado muchas cosas, Kim, jamás lo pierdas por ese banal sentimiento como lo es el amor”, suelto un suspiro.
“Ahora vas a decirme que no me amas”, bufa, molesta.
“Nunca lo hice”.
Rueda los ojos.
“No es necesario, yo sé que tu amor me pertenece”, da un paso hacia mí, posando su mano en mi pecho, dejando su rostro tan cerca del mío que, al hablar, sus labios me rozan.
“¿Crees que no sé qué hace tiempo que dejaste de quererla? Duermes conmigo, amor, pasas tanto tiempo en mi compañía que puedo ver en tus ojos el sacrificio que supone para ti ir a casa con esa mujerzuela que…”, dice, pero interrumpo.
“Ava no es ninguna mujerzuela”, doy un pequeño empujón.
“¿Ahora la defiendes?”, alza una ceja.
“Siempre estuvo fuera de los límites. Lo sabes bien, y no entiendo cómo sabiéndolo, te haces estas cosas a ti misma”, le digo.
“Bueno, parece que ahora no solo debo de cuidarme de ella, sino que también de ti ¿Es así?”, cuestiona.
“No, pero cuida tus palabras sobre Ava. Quizás no sienta amor por ella, puede que ni siquiera cariño, aunque eso no cambia el respeto que siento hacia esa mujer ¿Estás entendiendo?”, respondo.
Alza ambas manos, volteándose para terminar de acomodar su ropa.
Kim jamás fue una mujer de palabras fuertes hacia los demás, mucho menos mi esposa, quien siempre estuvo fuera de los límites. Ava no es una mala mujer, ni siquiera ha sido una mala esposa. Se esforzó por intentar hacerme feliz, se esforzó por demostrar que era diferente e incluso lo hizo ver como si en verdad hubiera llegado a amarme en algún momento, y la respeto por eso.
La lealtad que corre por sus venas jamás me ha pasado desapercibida, por lo que no permitiré que nadie le falte el respeto, ni siquiera Kim. Por más enfadado que esté.
“Tenemos trabajo ¿Sabes algo sobre Ava y su reunión? ¿Sabes al menos sobre qué fue?”, pregunto.
“No me dijo nada”, responde.
“Eres su asistente”, le digo.
“Más bien su esclava. Solo me tiene llevando cafés y haciendo copias. Me hizo llegar una hora antes, no he podido desayunar todavía y creo que no lo haré, porque estúpidamente utilicé el único momento libre que tendré, para pasarlo contigo”, dice.
Voy hacia mi escritorio. Me sé el número de la planta de arriba, estoy por llamar para preguntar sobre Ava mientras Kim toma los papeles que trajo consigo, cuando la puerta de mi oficina se abre, enseñando a mi esposa quien clava la mirada en su ahora asistente.
“¿Por qué cada vez que te pierdo termino encontrándote con mi esposo? ¿Pasa algo entre ustedes que yo no sé?”, indaga, sin ninguna intención de ser cordial.
Kim de inmediato palidece, pero la conozco lo suficientemente bien como para saber que a la menor oportunidad puede abrir la boca y cagar todos mis planes, por lo que me adelanto, sonriendo.
“¿Qué cosas dices, cariño? La llamé yo porque quería saber dónde estabas”.
Asiente, siendo tan precavida cómo es posible. Da dos pasos dentro de mi oficina, clavando la mirada sobre las cosas volteadas en mi escritorio.
“Soy tan torpe, quise levantarme y termine por tirar todo, ¿Qué estabas haciendo?”, bromeo.
“Tenía una reunión con los clientes del nuevo edificio. Les presenté otra propuesta, una nueva y mejorada que podrá optimizar cada centímetro de su terreno, lo que por suerte aceptaron”, suelta un suspiro.
“¿Me sacaste? Esos planos los hice yo, Ava”, sacudo la cabeza.
“Lo sé, pero estaban mal y los mejoré un poco. Les encantó la idea, lo que es nuestro trabajo, ¿Cierto? Hacer que el cliente se sienta satisfecho Cindy, necesitaré que hagas una lista con todos los clientes que tenemos hasta ahora en la empresa”, dice, con una mirada tan endurecida que no refleja para nada a la mujer vibrante y se%ual que tuve sobre mi rostro esta mañana”.
“¿Para qué?”, ella la mira con el ceño fruncido.
“En un mes se cumple un aniversario más que Adam y yo estamos al frente. Me ausenté el año pasado y quisiera presentar mi regreso a la compañía de manera oficial, para evitar ciertos malos entendidos”:
“¿Daremos una fiesta?”, pregunto.
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