Esposo infiel -
Capítulo 117
Capítulo 117:
Es la primera vez que la escucho decir que tenía miedo de mí y es aquí, cuando la veo a los ojos y noto que realmente lo creyó, que me doy cuenta que no hay mejor decisión ahora mismo que soltar. Es lo que nos debemos, soltar lo que nos hace daño, que en este momento somos nosotros mismos.
“Quería venir a verte apenas despertaste, pero me contuve, porque había demasiadas cosas en las que tenía que pensar y… estoy segura que de haber venido, no habría tomado esta decisión. Tú me debilitas, Adam, soy débil cuando se trata de ti, pero por una vez, quiero ser egoísta y pensar en mí. Solo en mí, en lo que me merezco y sé que no podré superar absolutamente nada si sigo cerca así que… tomé la decisión de mudarme a Londres”, me dice.
“¿Londres? ¿Tantos kilómetros de distancia necesitas?”, sacudo la cabeza, soltando un suspiro.
Una sonrisa triste se posa en sus labios.
“Así no podré regresar cuando quiera”, susurra.
“Lo necesito y creo que tú también. Tenemos que sanar, Adam, y hacerlo por separado es la mejor opción. Yo no puedo seguir a tu lado, acarreando el pasado, preguntándome cosas que quizás no quiero saber, pero preguntaré y siempre regresaremos a lo que hiciste, a lo que dije, a lo que debiste hacer y la verdad es que estoy muy, muy cansada para seguir con lo mismo”, el dolor en sus ojos es tan evidente como el dolor en su voz y eso me está quebrando por dentro.
¿Cómo no pude ver el daño que le estaba causando? ¿Por qué demonios no pude enamorarme de ella desde el principio? Preguntas que quizás jamás tendrán una respuesta, ni una justificación, aunque claramente pueden tener un final y debo dárselo.
Ver el daño que le causé y lo doloroso que es para ella intentar explicar por qué se tiene que marchar hace que me sienta peor pues Ava no me debe nada. Sin embargo, yo tengo una gran deuda con ella y por eso escojo terminar todo de raíz para que no piense en regresar, porque si hay un lugar donde no debe estar, es a mi lado.
No la merezco.
“Está bien. Vete. Ve a Londres, vive tu vida”, susurro.
“Adam…”, intenta alargar la mano para tomar la mía, pero necesito que se marche porque estoy a solo minutos de cambiar de idea y la verdad, es que no se merece esto en absoluto.
“Por favor, Ava, vete. No me toques, no lo alargues y no intentes sentir pena por mí porque si me tocas, si me abrazas o me besas, no seré capaz de dejarte marchar y mi egoísmo me ganará. Terminaremos por hacernos daño, y como dijiste, no lo merecemos más, así que vete”, le suplico.
“No quiero terminar así”, me dice.
“Debemos dejarlo como está, porque ni yo puedo arreglarlo ni tú puedes volver a confiar en mi”, le digo.
Su mirada sostiene la mía y en nuestro intercambio de lágrimas, de lamentos en silencio y de súplicas por ambas partes porque alguno de los dos termine con el sufrimiento que acarreamos.
También comprendemos que llegan momentos en la vida en los que debes tomar decisiones difíciles, que marcaran el rumbo que tomará el futuro y ahora mismo, ambos decidimos al guardar silencio.
Creo firmemente que las decisiones más difíciles son las que mejor nos hacen. Sin importar cuánto nos duela decir aquellas palabras que nos negamos, sin importar cuánto amamos a quien no queremos lastimar y mucho menos dejar, no hay prueba más grande para el ser humano, que soltar aquello que con tanto anhelo querías que funcionara, y sabes que simplemente no lo hará.
Dos lágrimas más tarde, Ava se pone de pie y sin decir ni una sola palabra más, abandona la habitación casi a las corridas. Y quiero pensar que lo hace porque teme regresar y no porque quiere huir de mí a toda prisa.
Para cuando la puerta se cierra, mi corazón queda en miles de pedazos que me niego a reparar, porque merezco esto. La primera vez que la engañé supe que no estaba haciendo lo correcto y seguí. Ava tiene razón en muchas cosas que dijo, pero si hay una cosa en la que se equivocó es en que nadie, jamás, borrará la huella que ha dejado en mí.
Catalogo a Ava como el error más grande que cometí y no por haberme casado con ella, como creí al principio, sino por no haber notado lo valiosa que era.
Hay heridas que tardan en sanar, pero aquellas heridas que se hicieron con intensión, a sabiendas de cuánto le dolerían al otro, deberían considerarse imperdonables. Y obtuve lo que me merecí desde el principio. Por actuar con malicia, con malas intenciones, por faltarle el respeto y por no haberla valorado.
Me merezco esto, lo sé bien, y sé que ella merece ser feliz con alguien que la ame de verdad, y es solo por ese pensamiento, que me juro a mí mismo que jamás la buscaré de nuevo.
No le recordaré de lo que huyó, ni del daño que sufrió, y a partir de este momento, mi misión en la vida, así me duela y me lastime como lo hace, será quitarme de su camino para que mi recuerdo no la atormente, rogando porque así, sea capaz de seguir adelante a pesar de todo el daño que le causé.
Dicen por ahí que el amor lo perdona todo, pero no es así, porque no deberíamos lastimar a quienes amamos en primer lugar. No debemos esperar un perdón sino, no hacer cosas por las que debamos rogar por uno y lo entendí muy tarde.
Demasiado tarde, y estando solo me doy cuenta que siempre estuve en un error, que quien perdió más fui yo, porque Ava perdió a una basura, más la basura perdió al amor de su vida.
Meses más tarde.
POV Ava.
Me di cuenta que después de una infidelidad tienes dos opciones. La primera es quedarse con tu pareja y volver a empezar, y la segunda es quedarte sola y volver a empezar. Ambas llevan al mismo camino, pero te dan diferentes resultados al final.
Durante los días en los que estuve en el hospital, pensé demasiado en cómo quería que fuera mi vida y me hice varias veces la misma pregunta, esperando obtener diferentes respuestas ¿Podría perdonar la infidelidad de Adam?
Pros y contras dieron vueltas por mi cabeza varias veces, incluso por días enteros, podría decir, pero la verdad es que siempre llegué a la misma conclusión y es que, podía perdonarlo, pero no estaba segura de poder olvidarlo.
Aquello significaría una gran traba en nuestras vidas, si decidía darle otra oportunidad. Principalmente porque no podría olvidar y la confianza ya no estaba allí, así que era al vicio intentar darle forma algo que estaba completamente destrozado.
Aunque me tildaron de egoísta por dejar a Adam recuperándose solo, ambos estábamos tranquilos con la decisión que tomamos porque realmente, de haber quedado juntos por su recuperación, no estoy segura de haber podido tomar la decisión de dejarlo al final.
Tuve que huir. Huir del pasado, de las consecuencias, de los errores y de las posibilidades que nunca dejaron de dar vueltas por mi cabeza. Una y otra vez convenciéndome de que dejarlo era lo mejor para mí, y lo hice.
El mismo día en que salí del hospital con el corazón roto me subía un avión que me trajo directo hacia Londres, donde ya había comprador una casa cerca de la empresa la cual comenzaría a dirigir el mes entrante en tanto me recuperaba de mis lesiones.
Al principio fue duro. Jamás había vivido sola pues pasé de casa de mis padres a la casa matrimonial así que fue toda una aventura. Me negué a que mamá contratara a una diseñadora de interiores para decorar mi casa.
Dado que tenía demasiado tiempo libre, decidí hacerlo yo y poner partes de mí en todos lados para sentir estas paredes como lo que eran en realidad, mi hogar.
Fue increíble. Supongo que fue parte del proceso que me ayudó a mantener la cabeza ocupada durante esas semanas previas a regresar al trabajo, y las que evitaban que entrara en contacto con Adam cada que sentía necesidad de su voz.
La costumbre que desarrollé la noté por las noches, cuando en vez de dormir sola, rogaba por verlo entrar por la puerta de mi cuarto, en su pijama azul marino que le queda tan bien. Fantaseé mucho tiempo con él haciéndome el amor, tomándome como quería, y tuve que hacerme a la idea de que no iba a regresar.
Tal y como me lo pidió, me puse una regla de cero contactos. Mis padres tienen prohibido mencionarme su nombre y aunque sé que seguiremos relacionados por mucho tiempo más, dado que tenemos una empresa en común, preparo reglas todos los días las cuales pretendo enviarle a través de mis padres, con tal de llevar esto como dos personas maduras.
A pesar de todo el esfuerzo que puse en evitar contactarme con él, no sirve de nada intentar borrarlo de mi vida cuando mi mente lo tiene tan presente y es que a cada pequeña cosa que me pasa, siempre volteo con la esperanza de poder contárselo y creo que esta es la peor parte de una infidelidad, el saber que no es bueno para ti, que hizo las cosas mal a sabiendas, pero aun así estar ligada a esa persona de todas formas.
Mis problemas de confianza y los traumas que no supe que tenía relacionados al secuestro, me llevaron directo a una psicóloga con quien tengo reuniones semanales, al menos por una hora.
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