Esposo infiel -
Capítulo 116
Capítulo 116:
La vida puede ser difícil para unos y fácil para otros, pero de que te golpea, lo hace y casi siempre con la misma intensidad.
Mi padre, un hombre que siempre me dio todo por ser hijo único, tenía otro hijo regado por ahí y a pesar de que no es un ejemplo de hombre ni de padre de familia, no se puede negar que fue un padre presente, y que, de haber sabido sobre Nick, le habría dado lo que le corresponde sin haber hecho tanto escándalo.
A este punto, lo único que entiendo es que las palabras hubieran solucionado muchos problemas, a muchas personas.
Para cuando los detectives se marchan, asegurando que Kim no saldrá de prisión por todos los cargos que le impusieron incluido el de asesinato, mi padre necesita tomarse unos minutos para comprender mejor la situación.
Cuando me quedo solo en la habitación, no me molesta demasiado el hecho de que Nick hubiera sido mi hermano.
Lo que hizo fue imperdonable, la forma en que quiso apoderarse de cada cosa que yo tuviera, como ser mi esposa, deja en claro que la negación, el odio y la sed de venganza no fue más que un veneno para su alma porque claramente no estaba dispuesto a dialogar. Absolutamente no.
Pienso que cada persona obtiene lo que se merece. Es como dicen, siembras lo que cosechas y no creo que él hubiera tenido una buena cosecha después de toda la mi%rda que hizo.
Mi padre no regresa ni siquiera una hora después. La mañana apenas está comenzando.
Después del medio día me quedo completamente solo y para cuando llega la tarde noche, cuando ya está oscureciendo afuera y casi todos se están yendo del hospital donde estoy, no quiero ni mirar a la puerta porque parte de mí, sabe lo que se avecina y se niega a comprenderlo.
El aroma está. No quiero voltear así que mantengo la mirada en la ventana donde los árboles se mueven gracias al viento de Miami.
Siento su presencia entonces, en el sonido de Sus pasos acercándose a la cama y no digo nada, ni siquiera cuando lentamente se recuesta a mi lado en la cama, apoyando su cabeza contra mi pecho.
Es casi instintivo de mi parte rodearla con mis brazos. Su cuerpo junto al mío es de las mejores sensaciones que he tenido en mucho, mucho tiempo, y realmente quisiera poder no sentirme de esta forma, como si estuviera a punto de perderla, pero no puedo, porque esto es básicamente lo que está a punto de suceder.
El nudo que tengo en la garganta se hace cada vez más grande. Su calor corporal me está matando de a poco y el poder sentir los latidos acelerados de su corazón me tienen tan sentimental, que no puedo contener por mucho más tiempo las lágrimas.
Ava está aquí, y sé que, si no vino todos estos días, fue por una razón. Este abrazo no me sabe a nada más que a despedida. Ambos lo sabemos.
“No puedo quedarme. He intentado, todos estos días, buscar una razón por la que luchar ¿Sabes? Pensé mucho tiempo en todo lo que pasamos y…”, susurra en voz baja, casi tan inaudible como dolorosa.
“No lo digas”, interrumpo.
“Tengo qué hacerlo. Tenemos que hablar sobre las cosas, principalmente sobre las cosas que nos hieren tanto” afirma.
Suelto un suspiro cuando se aleja de mí. Este doloroso momento no se compara con el golpe que tengo en el estómago al ver cómo quedó su rostro.
Sus hermosas facciones están inflamadas, llenas de moretones y de colores que van desde el rojo oscuro hasta el morado en tonos verdes, incluso.
Su rostro, sus marcas, son el claro ejemplo de que las heridas a veces son difíciles de sanar, incluso las que se pueden ver. Sus ojos cristalizados, con lágrimas rodando por sus mejillas, son lo único que quería evitar. Jamás podré perdonarme por lo que paso, mucho menos a sabiendas de que todo fue mi culpa.
“¿La policía te contó sobre Nick?”, pregunta.
“Era mi hermano”, asiento, intentando que sus palabras, sin importar de qué se traten, no me duelan tanto.
“Lo sé. ¿Cómo te sientes?”, pregunta.
Por su tono, noto que realmente quiere saberlo, pero ¿Cómo podría tener esta conversación con total tranquilidad cuando sé lo que está por pasar?
Rechazo su mano y no porque no quiera tocarla, sino porque no estoy seguro, de poder dejarla cuando me lo pida, y ya compliqué demasiado las cosas. No sería justo para ella tener que remar conmigo de nuevo.
“Adam…”.
“Viniste aquí por algo. Solo dilo, Ava”, le digo.
“No quiero terminar así”, dice a punto de largar el llanto.
“¿No podemos fingir que no es una despedida? ¿O que somos amigos al menos?”, me río con una tristeza demasiado obvia en mi tono.
“Fingir que después de todo te vas sin siquiera haberme perdonado? Por favor, Ava, no seas cruel”, bajo la mirada, incapaz de seguir manteniendo la suya por mucho más tiempo sin estar seguro de que no comenzaré a rogarle por otra oportunidad.
“No es así. Yo sí te perdoné, Adam”, dice.
“¡¿Qué?!”, frunzo el ceño y confundido me veo obligado a buscar en sus ojos alguna clase de mentira en sus palabras, pero no encuentro ninguna.
“Te perdono ¿Cómo no podría perdonarte después de que arriesgaste tu vida para salvarme? Eso fue… Si estoy viva, es gracias a ti, sin importar cómo terminamos en ese lugar”, dice con total naturalidad y sobre todo, honestidad.
Y aunque busqué esto durante semanas enteras, ahora que lo conseguí no se siente bien en absoluto. El golpe emocional que me da me saca las lágrimas en cuestión de segundos, simplemente porque este perdón tiene un sabor amargo, uno con tintes de despedida.
“¿Por qué siento que hay un pero detrás de todo eso?”, susurro.
“Porque lo hay”, admite.
“Te perdono por haberme sido infiel, por no amarme y por el daño que me hiciste mintiéndome, pero… no puedo olvidar lo que pasó. No sé si alguna vez podré olvidar que conspiraste contra mí, Adam. Entiendo que no me amabas, pero el respeto no tiene que ver con eso y tú no me respetaste. Me humillaste y solo te arrepentiste cuando te diste cuenta el valor que tengo como mujer y yo… carajo, no quiero repetirlo”, admite también.
Asiento lentamente con la cabeza.
Siempre supe, desde el primer momento en que comencé a buscar su perdón, que no sería fácil. Me enfrenté a esta posibilidad durante semanas enteras, pero el golpe se siente tan fuerte porque me engañé a mí mismo creyendo que podría perdonarme todo y continuar conmigo como si nada, o al menos darme una oportunidad.
Me repito a mí mismo que coseché lo que sembré, y no merezco menos que esto.
“En la isla te pedí firmar el divorcio porque estaba segura de que, si pasábamos más de dos días allí, habría tirado ese papel a la basura”, susurra.
“Lo habría desechado, te habría dado esa otra oportunidad sin pensarlo, sin razonar y no habría estado bien porque esta herida, se habría abierto con el tiempo y jamás hubiésemos podido avanzar como lo merecemos. Porque merecemos amor, Adam, incluso tú. Merecemos que nos amen y nos respeten, pero más que nada, necesitamos confiar en la otra persona y yo… yo ya no confío en ti, Adam”, continúa susurrando.
Giro la cabeza hacia la ventana, intentando contener el llanto desmesurado que quiero lanzar justo ahora y es que sus palabras se sienten más dolorosas que la propia puñalada de Kim.
“Lo noté cuando estábamos en el barco. Por un segundo, un triste segundo, pensé que mi vida terminaría por tu mano. Te vi con el arma, y solo por ese tiempo, vi al viejo tú. A ese que no quería que le preparase el desayuno ni que lo esperara para almorzar. Vi al mismo tipo egoísta y malhumorado, al mentiroso, al infiel. Y cuando la besaste, por Dios, pensé que incluso habías armado todo eso con Kim, que estabas…”, dice llorando
“Ava, por favor… ¿Cómo pudiste creer eso de mí?”, cuestiono.
Estoy horrorizado.
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