Esposo infiel
Capítulo 112

Capítulo 112:

Frustrado, baja la planilla, observándome con una ceja en alto.

“¿Quiere la verdad?”.

Asiento

“Bueno, la herida fue casi mortal. Unos minutos más y seguramente habría fallecido en ese lugar, pero ahora está en una sala, con cirujanos increíbles trabajando arduamente para que pueda tener una vida fuera de esas paredes. Sus órganos resultaron dañados, necesitará mucha paciencia y ayuda en los meses siguientes pues tendrá que ser cuidadoso con muchas cosas, pero si me pregunta si creo que él va a salir de esa cama, la respuesta es sí. Su esposo saldrá adelante”, explica el doctor.

La sinceridad de sus palabras me quita tanto peso de encima, que lo único que hago ahora mismo es respirar profundo, haciéndome a la idea de que pronto mejorará. Adam está bien, yo igual y ambos podremos… quizás…

“Ahora vamos con usted. Fue brutalmente golpeada. Las heridas en su ojo izquierdo fueron las peores y tardará en recuperarse de esto. Tendrá que hacerse estudios para ver si su vista no se vio afectada a largo plazo, cosa que no dudo, a decir verdad. También constatamos que tiene algunas contusiones. Necesitará mucho reposo y antibióticos para evitar infecciones en las heridas abiertas”, dice el doctor, con una sonrisa

Frunzo el ceño o al menos es lo que pienso que hago.

“¿Heridas abiertas?”, pregunto.

“Su lado derecho, tanto en pómulo como en labio y mejilla, están reventados. Necesitará de un ungüento para esas heridas, pero mejorarán con el tiempo. Incluso podrían quedar pequeñas cicatrices”, me responde.

Suelto un suspiro. No quiero mirarme al espejo y por eso rechazo demasiado la idea de mi madre de hacerlo, solo me enfoco en el doctor y en sus palabras, porque sé que sanaré. Lo físico no me molesta ahora mismo, sino la idea de que podría terminar con un trauma sin saberlo.

No es algo que vaya a salirme en estos momentos, sino más adelante, cuando crea que la tormenta pasó y eso es escalofriante.

“A pesar de todo, tuvieron mucha suerte”, dice.

“No fue suerte que estemos vivos. Fue Adam”, susurro, captando la atención de todos.

Mi madre rueda los ojos

“Por favor, si ese imbécil no te hubiera engañado, nada de esto habría pasado. Tuviste que alejarte de él al instante y…”, reniega.

“Mamá, si estoy aquí, hablando contigo, es porque Adam, ese maldito infiel del que tanto me quejé, fue capaz de dar su vida por mí sin siquiera pensarlo”, le digo.

“¿Qué dices?”, pregunta.

“Lo que oyes. Adam está en ese quirófano porque hasta el último minuto, lo único que hizo, fue intentar sacarme de eso ilesa. Él me lo juró, me dijo que un día daría la vida por mí y… lo cumplió. Él me salvó la vida, y ahora está peleando por la suya”, respondo.

Mis padres pasan la primera noche en el hospital, conmigo. Al día siguiente, a pesar de los medicamentos que me pusieron para relajarme y dejar de pensar un poco, en todo lo que me estaba sucediendo, no fui capaz de dormir por más de una hora seguida.

Lo único que supe de Adam fue que salió de cirugía, pero el pasar la noche era lo primordial para él. Las heridas que tiene fueron tan profundas y tan graves que debía de pasar la noche y cuando la enfermera viene a checarme, es lo primero que sale de mi boca. Su nombre.

“¿Cómo está? ¿Pudo pasar la noche?”, creo que la desesperación en voz es tan evidente que en ella causa una sonrisa de pura compasión.

“Sí. Pudo pasar la noche, todavía está operación fue todo un éxito, ahora mismo solo podemos esperar que mejore con el pasar de las horas”, me responde.

Inhalo profundo. No quiero ceder a mis emociones porque fácilmente podría salirme de control, por eso respiro para tranquilizarme, sin querer que me pongan medicamentos para tranquilizarme.

“Es decir que está fuera de peligro ¿Cierto?”.

Toma mi brazo al asentir.

“Exactamente. Está fuera de peligro. Le espera una larga recuperación, pero está fuera de peligro. No puedo explicarle demasiado, tendrá que hablar con su doctor si desea saber más”, susurra.

Niego con mi cabeza. Una especie de risa nerviosa me toma por sorpresa, porque no esperaba la verdad, tener estas noticias tan pronto.

La emoción que siento me deja paralizada y con la mente en blanco pues pasé toda la tarde de ayer pensando en todas las formas en que todo podría irse al carajo en cuestión de nada, pero por suerte ese martirio terminó. Ambos estamos bien, estaremos mejor con el pasar de los días y solo resta respirar.

“Muchas gracias, lo haré ¿Cuándo podré verlo?”, digo sonriendo.

Aprovechando que mis padres no están y que tardarán en regresar dado que fueron a desayunar, observo a la enfermera mientras checa mis aparatos.

“Si despierta y todo va bien, quizás por la tarde le permitan visitarlo. Ahora mismo está con su padre”, me responde.

“¿El Señor Byrne está aquí?”, pregunto.

“Sí. No se ha despegado de su hijo en ningún momento. Es un hombre adorable”, me dice.

Me resulta increíble que su padre esté aquí dado que siempre ha parecido invisible cuando se trata de su hijo. Todos los eventos importantes que tuvimos se los perdió por andar con una mujer tras otra, así que me sorprende gratamente que esté a su lado en un momento tan crucial de su vida.

Seguramente Adam lo agradecerá.

Recuesto la cabeza sobre la almohada. Es como si mi cuerpo hubiera decidido que ahora que la tensión ya no existe, puede relajarse y se siente bien. A decir verdad, fueron días y horas continuas de angustia y desesperación así que me siento terriblemente aliviada de saber que al menos esta parte tan importantes como ser nuestro bienestar, está llegando a la parte de la calma.

De repente golpean la puerta. La enfermera le pide que pasen porque estoy cambiada y despierta. A los pocos segundos veo que dos detectives ingresan en el cuarto, observando todo con detenimiento, más que nada mi rostro y las heridas que aún me niego a ver en el espejo.

“Caballeros, ¿En qué puedo ayudarles?”, pregunta la enfermera.

“Buenos días. Somos del Departamento de Policía de Miami, necesitamos hacerle unas preguntas, Señora Byrne, si está de acuerdo”, le responden.

Contengo la respiración mientras asiento. Sabía que este momento llegaría y dado que hay un cadáver, un hombre mortalmente herido y yo gravemente golpeada, me parece lo más sensato hasta ahora.

“Por supuesto”.

“Los dejo solo para que hablen entonces. Si necesita cualquier cosa, Señorita Dawson, pulse el botón que vendré enseguida”, me asegura desde la puerta antes de marcharse.

Cuando el sonido de la puerta cerrándose se escucha, tengo a dos hombres frente a mí, de más de cuarenta años, observándome con detenimiento lo cual es demasiado molesto.

Según mis padres las heridas no están tan mal, pero por las miradas que los detectives que me dan, es demasiado obvio que, mi rostro belio ha quedado en el pasado y seguirá oculto bajo estas heridas mucho tiempo más del previsto.

“¿Prefiere Dawson o Byrne?”, pregunta uno de ellos.

“Solo Ava. Está mejor”, responde.

Él me sonríe.

“De acuerdo, Ava. Supongo que sabe por qué estamos aquí ¿Cierto? Bueno, vinimos a oír su versión dado que ya escuchamos la versión de la detenida Kimberly Heard”.

“¿Puedo saber qué dijo?”, frunzo el ceño.

“Bueno, básicamente que ustedes los secuestraron a ella y al difunto. Que querían robarles y que es un error que sea ella quien esté con las esposas puestas”, se encoge de hombros.

El golpe que recibo en el estómago es tan malditamente fuerte que siento que voy a desfallecer. Las náuseas me invaden, no puedo creer que sea capaz de decir una atrocidad semejante, pero es más que obvio que ninguno de ellos le cree ni una sola palabra por la mirada que me dan.

“Por eso vinimos a hablar con usted, para saber la verdad”, dice uno de los detectives.

“Ella… es una mentirosa, no está bien de la cabeza ¿Tienen idea del calvario que nos hizo pasar? Apuñaló a mi esposo en el abdomen. Casi lo asesina, es demasiado probable que de estar cinco minutos más en ese p%to barco lo hubieran enviado al más allá y…”, susurro alterada.

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