Esposo arrepentido
Capítulo 92

Capítulo 92:

“Sí, por supuesto. Pase, espere en la sala que lo llamaré enseguida”

Le agradezco una vez más.

Caminando hacia la sala me doy cuenta de que he venido tan pocas veces aquí que me resulta todo nuevo. Incluso la decoración, porque no estoy segura de recordar aquella pared de piedra que luce en el centro como un foco de atención.

Todo aquí es impresionante.

Cada pintura colgada en la pared, cada adorno sobre las mesas y cada jarrón parece combinar a la perfección con todo lo que nos rodea, que son los tonos neutros en realidad.

El lugar es hermoso, tanto que me resulta imposible creer que sea la decoración de la casa de un hombre que ha vivido solo desde hace años.

“Ava”, la voz de mi suegro me obliga a voltear para verlo.

Como es usual, lleva uno de sus miles de trajes hechos a la medida, además de ese porte de hombre de negocios que no abandona jamás.

“¿A qué debo el placer?»

Se nota a leguas que está sorprendido de que sea justamente yo quien esté aquí, además de que se nota que quiere hablarme por la forma en que me mira, sin embargo, no dejo que aquello me frene. Ni siquiera un poco.

“¿Podemos hablar? No quisiera robarle tiempo si está haciendo algo importante”

Hace una mueca.

“No, no tengo nada. ¿Qué necesitas? ¿Adam y la niña están bien?»

“Por suerte sí, gracias por preguntar”

Se encoge de hombros.

“¿Entonces? ¿A qué viniste?»

“Vine a invitarlo a nuestro hogar. Mis padres irán esta noche a cenar y pensé que sería lindo que Brooklyn tuviera a…”

“Gracias por la invitación, pero estaré ocupado», me corta, de una forma tan tajante que deja saber, sin necesidad de hablar, que no quiere saber absolutamente nada con los planes.

“Lo siento”

“Bueno, quizás si puede llegarse un momento, estoy segura de que a su hijo y…”

“No lo creo”

Trago grueso.

Intento con todas mis ganas no perder la paciencia, mucho menos dejar salir ese lado brusco que tengo porque la idea de venir era para hacer las paces, no para empeorarlo todo.

“Señor Byrne, entiendo que el problema lo tenga conmigo, pero ellos no tienen la culpa», digo, mirándolo a los ojos.

“Sé que no quiere verme, lo sé, créame, pero si vengo aquí, a invitarlo, no es porque me agrade ni mucho menos quiera llevarme bien con usted, sino que… no quiero que siga perdiéndose de momentos importantes, de oportunidades para crear un lazo más fuerte con Brooklyn y con su propio hijo”

Bufa, rodando los ojos.

“¿Algo más?»

“¿Es que jamás va a aceptarme? Su hijo decidió quedarse a mi lado. Tenemos una familia, vamos a ser felices y usted es la única persona que no está de acuerdo”

Sonríe abiertamente.

“Quizás soy el único que ve la verdad aquí. Ustedes están cegados, creyendo que porque se aman se hacen bien el uno al otro, pero no es así, ya lo dejaron demostrado. No son buenos juntos, no le hacen bien a nadie y no entiendo por qué se emperran en seguir intentándolo cuando tuvieron que divorciarse hace años. Sé que por Brooklyn siguen juntos, pero…”

Levanto la mano, cortando su discurso.

“No seguimos juntos solo por nuestra hija, no se equivoque», digo tajante.

“Seguimos juntos porque nos amamos, queremos formar una familia y lo estamos logrando sin molestar a nadie. Le repito, la única razón por la que estoy aquí, es para evitar que siga perdiéndose de momentos importantes”

Niega con su cabeza.

“¿De verdad crees que lo suyo es amor? Es enfermizo, Ava. Quizás tus padres te dejen cometer locuras e incluso te apoyen, pero quiero lo mejor para Adam”

Es mi turno de rodar los ojos.

“De ser eso cierto, lo habría escuchado desde un principio y no le habría obligado a casarse conmigo solo por la empresa”

Suelta un suspiro.

“Créeme que ese es mi mayor arrepentimiento, pero bueno, las cosas ya están hechas”

“Justo por eso, porque las cosas ya están hechas, es que vine a pedirle que razone», comento.

“Las cosas que Adam y yo nos hicimos en el pasado, están ahí, en el pasado. Ninguno de los dos va a volver a lastimarse porque estamos buscando sanar juntos”

“Por favor”

“En la corte nos dieron la opción de pedir el divorcio», le corto, antes de que comience con su drama de siempre.

“Ninguno de los dos quiso solicitarlo porque las terapias nos ayudaron demasiado. Nos comprendemos mejor, podemos tener conversaciones sin gritar y hemos acordado que a la primera equivocación nos alejaremos, pero ¿Quiere saber cuál es la diferencia entre la primera vez y esta? El amor. Nos amamos, realmente nos amamos mutuamente y somos felices», sonrío con ganas.

“Quizás Adam no quiere decirle nada, pero vamos a renovar nuestros votos. Tendremos otra boda, con otra fecha y… queremos tener más hijos. Y quiero que sea parte de ese proceso porque le falle el primero”

Suelta un suspiro, pero para mi sorpresa no dice absolutamente nada por lo que aprovecho para continuar hablando.

“No quiero que siga perdiéndose de cosas, por más mínimas que sean. Quiero que apoye a Adam, que lo acompañe a escoger su traje para la nueva boda, que consienta a Brooklyn y a los niños que vendrán, porque tendremos más, y lo quiero ahí porque sé que quiere formar parte, pero su resentimiento hacia mí no lo deja y por eso le digo, que tiene que dejar todo atrás, avanzar, porque nosotros lo estamos haciendo”, digo, encogiéndome de hombros.

“Sé que hemos tenido esta conversación miles de veces y que posiblemente no quiera saber nada conmigo, pero tiene una familia y no debe vivir sus años siguientes en completa soledad cuando estamos dispuestos a esperarlo de brazos abiertos, así que… si quiere formar parte, esta noche cenaremos en mi casa. Todos juntos y lo estaremos esperando. Si no va, le. prometo que no volveré a tocar el tema y aceptaré su decisión, pero si se presenta, sabré que quiere formar parte de lo que estamos construyendo y lo recibiré con los brazos abiertos”.

Está tan desconcertado que no dice ni una sola palabra, así como tampoco demuestra ninguna clase de sentimiento.

Sus facciones están serias, su expresión igual y lo entiendo, siempre fue un hombre fuerte O al menos es bueno fingiendo.

“Bueno, lo dejo continuar”.

“Te acompaño a la salida”, dice.

Caminamos juntos en completo silencio hasta la puerta de entrada.

Yo salgo sin siquiera saludarlo en voz alta porque sé que no va a responderme, cuando recibo una llamada en medio de la puerta y el pasillo que lleva a la salida.

“Oh, lo siento, tengo que responder”, digo a mi suegro, quien está detrás de mí.

Algo dudosa, noto que el número que llama es el de mi abogado, el que llevó el juicio contra… Kim.

De repente siento que todo se baja a mis pies.

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