Esposo arrepentido
Capítulo 93

Capítulo 93:

Mi color, mi latido, mi sangre, todo tengo junto en los talones, y a pesar de eso, recibo la llamada, aferrándome del marco de la puerta.

“¿Hola?”, pregunto dubitativa.

“¿Ava?”

“Sí, hola Wallas. ¿En qué puedo ayudarte?”

“Sé que dijiste hace tiempo que no querías saber más nada con este caso, pero creí que esto tenías que saberlo”.

Todo se cruza en mi mente.

Cada posibilidad de m!erda, de las más peligrosas, se van amotinando en mi cabeza una tras otra en ese mínimo tiempo en el que él se toma el trabajo de hacer pausa antes de darme la noticia.

“Kim se s$icidó anoche en su celda”.

“¿Qué dices?”

“Kim se s$icidó, Ava. No lo resistió más”.

Siento que tocan mi hombro y sé que se trata del padre de Ava, pero no puedo.

Mi voz sale casi como en un susurro y mi mente divaga, tanto que apenas puedo hilar dos pensamientos coherentes antes de caer al suelo, perdiendo por completo la consciencia, siendo los ojos del padre de Adam lo último que veo antes de cerrar los ojos definitivamente.

POV Adam:

Termino de cortar la fruta para luego ponerla en un bowl.

Desvío la mirada unos segundos para asegurarme de que Brooklyn no esté jugando con el control. remoto porque ahora tiene la idea de que puede ser uno de sus juguetes, aunque tiene toda una habitación repleta de ellos, para finalmente preparar la bandeja que le llevaré porque tiene hambre.

Ava salió hace más de tres horas.

Sabía que tenía esta presentación para decidir la comida para la boda y llevó a su madre porque dice que tiene un gusto refinado, así que tengo que cuidar de nuestra hija en lo que llega, antes de ponerme a trabajar.

Pensar en todos los proyectos que tengo atrasados me provoca dolor de cabeza, pero es que, después de todo lo que pasamos con Ava estos últimos meses, el trabajo era lo último que tenía en mente porque la verdad es que me importó más el bienestar de mi familia que mi economía, sin embargo, ya no puedo seguir haciendo la vista gorda a la pila de planos que esperan en mi oficina, así que apenas llegue mi esposa, me pondré de cabeza a terminar algunos o siquiera a comenzar.

Llego donde mi hija, quien está tan perdida en la película de Moana que me recibe el bowl de frutas sin ver qué frutas le corté.

Sonrío al ver que se come sin rechistar la banana cortada en trozos, aunque lloró hace dos días cuando intenté darle una banana de la misma forma.

Tomo asiento en el sofá detrás suyo, intentando prestar atención a la película cuando siento mi móvil sonar por alguna parte de la casa.

No recuerdo la última vez que lo tuve en las manos, con esto de ser padre y tener que andar corriendo detrás de Brooklyn porque quiere jugar en las escaleras y no en ninguna de todas las habitaciones vacías que tenemos en la casa, olvido por completo dónde carajos dejo las cosas.

Pensando en que podría ser Ava, tengo que ponerme de pie y prestar atención para ver de dónde proviene el sonido así que termino dando vueltas por toda la sala esperando encontrarlo, pero no está por ningún lado.

El otro lado donde estuve fue la cocina.

Me dirijo allí, encontrando mi móvil dentro del refrigerador mientras que la fruta que no corté, está sobre la encimera de la cocina.

Como dije, esto de la paternidad a veces es extenuante, pero termino riéndome de mis propios descuidos mientras tomo el móvil, desbloqueando la pantalla.

Para mi sorpresa, el nombre que veo es el de mi padre y no el de mi esposa.

Eso es todavía más extraño porque papá solo me habla cuando quiere ver a Brooklyn y dudo que quiera llevársela para almorzar, por lo que le marco de regreso a sabiendas de que algo tuvo que haber pasado.

Espero, observando a mi hija desde mi posición que sigue mirando la tele y comiendo su fruta escuchando la canción de la película, cuando a mí me da el tercer tono.

Corto y vuelvo a llamar, teniendo la suerte de que al fin responde.

“Hola papá, ¿Cómo estás?”, pregunto.

“Lamento no haber respondido, pero…”

“Es la quinta vez que te llamo. ¿Qué hacías?”

Frunzo el ceño ante su regaño.

“Estaba cortando fruta para Brooklyn y terminé dejando el móvil en la nevera. Una confusión, pero ¿Qué sucede? ¿Algo con la empresa?”

“¡No! Ava vino a verme, recibió una llamada y…”

“¿Ava fue a verte?”, lo corto, confundido.

“¿Qué fue a hacer allí? Porque se supone que estaba…”

“¡Deja de interrumpirme! Vino a verme y se desmayó. Su madre la está llevando al hospital central, dice que te verá allí, yo estoy yendo detrás”.

Sacudo la cabeza.

“Espera, espera. ¿Cómo que se desmayó?”

“¿Es que quedaste sordo y no lo supe? ¡Estamos yendo al hospital, Adam!”

Cuelgo la llamada de inmediato.

Mis pies son rápidos al correr escaleras arriba, hasta nuestra habitación, donde me cambio de ropa a la velocidad de la luz más o menos.

Tomo lo esencial que son nuestros documentos y tarjetas del seguro social, y luego bajo hasta la habitación de nuestra hija donde le escojo algo más que no sea la pijama que trae puesta, También tomo una mochila donde coloco algunos de sus juguetes preferidos para quemo se aburra y cuando tengo todo bajo hasta la sala donde mi dulce niña sigue mirando la televisión.

Brooklyn es del tipo de niña que odia que la interrumpan, mucho más cuando está viendo una película tan concentrada, así que no me sorprende la mirada que me da cuando le apago la televisión.

“Vamos a salir, cariño, ven a vestirte”

“No, quiero ver la película”, dice, haciendo un puchero.

“Cariño, tenemos que salir”, le aseguro.

“Iremos a ver a mamá”.

“¿Mami?”

“Sí, iremos a verla. Vístete que sabes que no le gusta que lleguemos tarde”.

Intento mantener mi voz controlada y mi mente tranquila.

Pensar en estupideces ahora mismo no va ayudarme, mucho menos a sabiendas de que tengo que conducir con mi hija en el asiento trasero, así que me consuelo diciéndome de que quizás solo fue un desmayo sin mayor riesgo.

Para mi suerte, mi hija colabora después de asegurarle de que llevaríamos su tableta para que siga viendo la película donde vamos.

Deja que la vista, que le recoja su cabello y luego toma su mochila como toda una niña buena, caminando hasta la puerta de salida mientras yo me aseguro una vez más en tener todo lo necesario antes de salir.

El hospital central queda a varios minutos de distancia de nuestro hogar ya que vivimos lejos de la ciudad por lo que tengo que quedarme tranquilo, es lo que más me digo.

Justo por mi tranquilidad es que ignoro las llamadas constantes de la madre de Ava y decido enviar un mensaje en cambio, asegurándole que ya sé lo que pasó y que estoy de camino.

Aseguro a la niña en su silla, le entrego la tableta porque sé que va a llorar si no sigue viendo la película y finalmente me pongo detrás del volante comenzando nuestro recorrido.

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