Esposo arrepentido -
Capítulo 83
Capítulo 83:
Sé que quizás no fue lo correcto quedarme con Adam, pero sí es lo que yo quiero.
Eso tiene que importar algo.
¿No es así?
Es lo correcto para mí que quiero ser feliz.
“No puedo creer que después de tanto voy a dormir contigo de nuevo”, dice emocionado.
“¿No podemos enviar a dormir a Brooklyn y tener tiempo para nosotros solos?
Niego con mi cabeza, carcajeándome.
“¿Quieres enviarla a dormir en pleno medio día? Tiene que comer”.
Refunfuña.
“Necesito atención”.
“Y tu hija también”, le recuerdo.
“Por cierto, ¿No preguntó nada al respecto?”
“No creo que haya prestado atención, en realidad, solo está mirando las flores que le obsequió papá”.
“Fue un lindo gesto”.
Rueda los ojos, alejándose un poco.
“Sí, fue un lindo gesto hasta que comenzó con sus idioteces de siempre”.
Me encojo de hombros.
“No puedes pedirle que me perdone así de fácil. Digo, yo tuve mis errores y él es tu padre. Te vio en el peor de los momentos, no es como si no hubieras sufrido por mí ni nada parecido”.
“Eso no le da el derecho de insultarte. Sigues siendo mi esposa, y así no lo fueras, esa no es ninguna excusa para su comportamiento”.
Suelto un suspiro, regresando a mi tarea de preparar algo para comer ahora.
“Bueno, no importa, a mí al menos me tiene sin cuidado lo que diga, a fin de cuentas tampoco es como si él fuera un ejemplo de algo”.
Adam sonríe, negando con su cabeza.
“Justo cuando quiero defenderte, vienes y me recuerdas que no necesitas de mí en absoluto”.
“No es eso”, comento, picando el tomate para comer con los tacos.
“Respeto a tu padre, pero no dejaré que me insulte si es lo que pretende. Es el abuelo de Brooklyn, yo soy tu esposa, somos parientes así no le agrade y tendrá que aprender a lidiar con sus sentimientos negativos hacia mí si planea ser parte de esta familia”.
Me guiña un ojo, feliz con mis palabras.
“Tienes toda la razón, si quieren ser parte de esta familia, tendrán que aprender a respetar nuestras decisiones. Me gusta eso, pero supongo que también los incluye a tus padres ¿Cierto?”
Suelto un suspiro.
“Estamos hablando de aprender a soportar, mamá es una experta en eso”, comento con tristeza.
“¿Por qué crees que se siente tan reacia a que hayamos regresado? Fueron años, tenemos una hija, nosotros nos amamos, no entiendo por qué ellos no lo entienden”.
Forma una mueca, apoyando ambas manos sobre la encimera.
“Supongo que eso tendrás que preguntárselo. ¿Quién sabe? Quizás con su respuesta comprendas su comportamiento”.
“Sí, quizás. Esa conversación tendrá que esperar, no creo que veamos su rostro por aquí muy pronto”.
Adam niega con su cabeza.
“No lo creo, está enamorada de Brooklyn”
Así quiera pasar un año sin hablarte, vendrá por ella.
“Veremos. Ojalá lo haga, quisiera tener una vida normal a partir de ahora”.
“Sí, yo igual”.
“¿Necesitas ayuda con eso?”
Lo miro y veo que apunta hacia lo que tengo entre manos, pero niego de inmediato.
“Oh, vamos, quiero hacer tacos contigo”
Sacudo la cabeza.
“Puedo sola. ¿Por qué no vas a ver a Brooklyn?”
Rueda los ojos.
“Porque Brooklyn está viendo Frezen de nuevo. Creo que pronto nos van a demandar por ver la película tantas veces. No es normal”.
Me río levemente.
“Es su película favorita”.
“Lo sé, pero ¿Qué sentido tiene ver la película si ya se sabe los diálogos de memoria? Apuesto a que sueña con Olaf”.
Adam pasa cerca de media hora descargándose por tener que ver Frozen casi todas las noches.
Es dulce, habla de la película de buena forma, pero le preocupa que nuestra hija la vea tantas veces, aunque se tranquiliza cuando le digo que tuvo el mismo proceso de obsesión después de enseñarle la Sirenita hace un año atrás.
Mientras él habla, yo cocino.
Siempre solemos tener los tacos preparados pues es lo más simple de hacer.
Solo tuve que preparar un poco de carne y algo de salsas para el almuerzo.
Para cuando estoy terminando de mover la carne, estoy tan concentrada en mi propio proceso que doy un respingo cuando siento las manos de Adam en mis caderas.
Su cuerpo está tan pegado al mío que incluso siento su miembro erecto a través de la tela de mi blusa pues está en mi espalda.
“¿Qué estás haciendo?”, susurro en voz baja.
Presiona un poco sus caderas, enloqueciéndome con eso porque aunque no lo diga, yo también espero con ansias que llegue la noche para poder tener un poco de libertad con él, recordar viejos tiempos y…
“Quiero ir a la cama contigo”
Admite, creando escalofríos en mi cuerpo.
“Quiero quitarte la ropa y besar cada centímetro de tu cuerpo. Me muero por estar dentro de ti…”
“Adam…”
“Fueron cuatro años pensando en cómo te verías, intentando recordar cómo se sentía estar dentro de ti, cariño”.
Sus manos suben mi blusa, acariciando la piel de mi abdomen, subiendo lentamente hasta el borde de mi brasier el cual pide a gritos que lo alejen de mi piel por lo endurecidos que tengo los pezones para este momento.
Su respiración en mi nuca no me está haciendo las cosas fáciles y solo se necesita de un momento de locura para…
“¿Papi?”
Adam se aleja de inmediato de mí y yo siento cómo la sangre baja hasta mis pies en cuestión de segundos.
Ambos volteamos, encontrando a nuestra hija de pie con el ceño fruncido observándonos.
“¿Qué le haces a la panza de mamá?”
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