Esposo arrepentido
Capítulo 8

Capítulo 8:

¿Y si no quería hijos conmigo?

¿Y si me odia tanto que no querrá saber nada con ella?

Siento un vacío en el estómago, algo que ha sido difícil de llenar los últimos días.

Sé que posiblemente Adam cambió y para bien.

Las cosas que supe de él desde la oficina son solo cosas buenas.

Se ha convertido en un hombre enfocado en su trabajo, amigable, desconfiado e incluso alguien capaz de tener emociones con los clientes, algo que se tenía prohibido para evitar relacionarse más.

Es por esas pequeñas cosas que me enteré a lo largo de los años, que un mínimo rayo de esperanza se posa en mi corazón.

Posiblemente, sea todo lo contrario a cómo lo imagino y Adam sea el hombre más feliz del mundo al saber que tenemos una hija en común. Ojalá fuera así.

Para cuando el avión aterriza, me veo en la obligación de despertar a mi bebé pues debemos tomar las maletas.

Como nadie sabe que estoy aquí, me coloco un sombrero para evitar que cualquier persona me reconozca.

Mientras mi bebé camina de un lado al otro, yo recojo las maletas del transportador y cogidas de la mano, caminamos hacia la salida donde tomo el primer taxi que encuentro en la puerta.

Siento y reconozco que estoy haciendo todo de forma monótona.

Es como si en realidad no quisiera hacer todas las cosas que estoy haciendo, pero sé que si me siento a pensar, tomaré el primer vuelo de regreso a casa, de donde se supone que jamás tuve que haber salido.

A veces, la gratitud es nuestro peor enemigo.

Como en mi caso.

Por ser agradecida, tengo que revelar un secreto que he estado ocultando durante cuatro largos años y el cual será difícil de digerir para todos los involucrados.

Con todo lo que pasó, la última semana me la pasé haciendo las cosas a medias.

No funcioné al cien por ciento en la empresa y tampoco lo hice en casa.

Si bien el cuidar a una bebé como Brooklyn es casi una rutina a este punto, siento que he descuidado un poco mis preocupaciones principales como ser su jardín e incluso, sus modales, porque de vez en cuando, mi hija puede ser un tanto problemática cuando de otros niños se trata.

Se crió en un ambiente donde solo fuimos nosotras dos durante mucho tiempo.

El ingresar al jardín para ella fue un reto total y casi todas las semanas recibo llamadas sobre su comportamiento y aunque siempre estoy al pendiente, estos últimos días me he preocupado tanto por este momento, que lo terminé colocando en la lista de cosas por las que ocuparme cuando Adam sepa toda la verdad.

Seguramente nuestras vidas cambiarán apenas este coche llegue a casa de mis padres, y es por eso que sostengo a mi bebé en brazos durante todo el camino.

Brooklyn no entiende por qué la sostengo tan fuerte, y jamás entenderá el miedo incesante que tengo ahora mismo.

Podría perderla, es lo único que me digo, una y otra vez, y es casi lo único que tengo por seguro en mi mente.

Compartir a mi hija no debería suponer todo un reto, pero con Adam jamás se sabe y solo ruego porque reaccione de la mejor manera.

“Mami”

Bajo la mirada para enfocarme en sus ojos tan brillantes

“¿Qué hacemos?”

Trago grueso, intentando poner una sonrisa en mis labios.

“Estamos de paseo”.

“¡Paseo? ¿Veremos ares?”

“¿Quieres ver?”

Asiente.

“Entonces los veremos”.

Brooke regresa su vista hacia la ventanilla y yo no despego la mía de ella.

Es perfecta, una muñeca.

Su capacidad de hablar es demasiado fluida, como si fuera una genio o al menos eso es lo que nos gusta creer a todas las madres sobre nuestros hijos.

Observándola bien, y no es como si no lo hubiera hecho antes, queda bastante claro que esta pequeña es toda una Byrne.

Tiene tantos rasgos similares a los de su padre que me fue imposible olvidarme de él por siquiera minutos durante mis primeros años de exilio.

Acomodo su larga cabellera hacia atrás, captando su atención.

“Vamos a conocer a unas personas estos días, hermosa, y necesito que te comportes ¿De acuerdo?”

Me mira confundida.

“¿Personas?”

“Amigos de mami y… tus abuelos”.

“Bueno”.

Brooklyn no entiende la inmensidad de la palabra, ni siquiera lo que significa para ella o su futuro. Tampoco la forzaré, es inteligente y sé que el lazo se creerá la medida en que comparta con ellos, así como conmigo o Will.

Will… pensar en su nombre me recuerda que me pidió, o me rogó mejor dicho, porque le llamara para informarle que estamos bien apenas el avión hubiera pisado tierra, así que lo hago en el camino, solo para dejarlo tranquilo.

Casi tuvo que echarlo de mi casa porque Brooke se negaba a viajar con él. Tuve que sacarlo a hurtadillas, fingir que había desaparecido y solo se calmó cuando le dije que tenía trabajo por hacer. Un concepto que entiende bien.

Y de tanto pensar, olvido por completo que estamos de camino, o estábamos, porque de un momento a otro, el coche se detiene en la entrada de la casa de mis padres.

“Llegamos, señora”, dice el conductor.

Obligadamente tengo que bajar, después de pagar lo que le debo.

Él me ayuda, muy amablemente, a bajar mis maletas y saluda con la mano a mi niña quien tiene el mismo gesto con él.

Y estamos aquí. En la entrada de la casa donde nací y la misma que abandoné cuando me casé con el padre de mi hija.

Es imposible que los recuerdos no me golpeen con fuerzas porque siempre dije que nunca me alejaría demasiado de aquí, y pasé cuatro años fuera en un abrir y cerrar de ojos.

Es bastante obvio que le hicieron una remodelación al exterior.

Se nota a leguas que cambiaron el color y hasta las piedras del camino que llevan a la puerta principal, lo que me da cierta nostalgia pues esto es solo un pequeño recordatorio de las cosas que me perdí, porque así lo quise.

El recordar no me hace bien, menos al verme salir de casa, vestida de novia, con un vestido pomposo, creyéndome una princesa que acababa de conseguir al príncipe azul. Pobre niña tonta, creyendo en que todos los matrimonios se pueden llegar a ser felices para siempre.

“¡Mami, mira!”

La emoción de Brooke me trae de regreso a la Tierra, donde la veo señalar con ánimo la casa de un perro en el garaje de mis padres.

Apenas es un cachorro, lo que llama su atención y se deshace de mi agarre corriendo hasta él.

“¡No lo toques, Brooke! No sabes si te hará daño”.

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