Esposo arrepentido -
Capítulo 78
Capítulo 78:
Además, tengo todavía panqueques que no han salido de la estufa.
“Yo… no lo sé, comencé a cocinar y supongo que perdí la cuenta”
Mi confusión y lo que hice despierta una carcajada en ella.
Al poco tiempo, veo que Brooklyn también baja las escaleras, con un vestido rosa pálido y el cabello suelto, nuestra hija luce como una princesa de Disney.
Su belleza es incomparable y la forma en que se parece a su madre la hace lucir todavía más impresionante.
Ambas mujeres, Ava con un traje hecho a la medida que le queda pintado, resaltando su hermosa forma de reloj de arena, se acercan a la barra de la cocina.
Todos estamos listos para desayunar, pero como dije, tenemos tanta comida que incluso Brooklyn queda impresionada.
“Es mucha comida”, dice sorprendida.
Me río levemente, mientras pongo en el lavabo de la cocina los trastes que quedaron para lavar.
“Sí, creo. que papá exageró.
“¿Podemos regalarla?”
Me volteo de inmediato para verla.
“Mami, ¿Podemos darla?”
Observo a Ava, quien se encoge de hombros con una sonrisa en sus labios.
“En casa solíamos hacer eso al menos una vez al mes”, relata.
“Quería inculcarle humildad y responsabilidad con la comida sobrante. Creo que aprendió bien”
Me llena el corazón de orgullo ver en lo que se ha convertido mi niña y solo de pensar que será dueña de alguna ONG me tiene emocionado.
Si bien yo hago mi contribución a la sociedad entregando dinero a varias beneficencias, jamás me puse manos a la obra para de hecho hacerlo por mi propia cuenta, por eso sonrío, apoyándome en la barra para observar a mi hija.
“Eres un ser humano extraordinario”, susurro.
Quizás no entiende la enormidad de la palabra, me fascina decírselo.
“Guardaremos la comida por hoy y saldremos mañana a entregarlas ¿Quieres? Primero debemos comprar bandejas para poner la comida y hacer una ruta de entrega porque aquí en la ciudad, no encontrarás a muchas personas sin hogar”.
Ella asiente, poniéndose a la tarea de continuar desayunando mientras Ava me da una mirada que no logro descifrar.
“¿Qué?”
“Ahora sé de dónde sacó eso”, comenta con una sonrisa.
“Quizás podríamos incluso hacer más comida. Mucha más gente se beneficiaría”.
Asiento, dándole la razón.
“Claro que sí, incluso podríamos continuar la tradición aquí y salir a entregar comida al menos una vez a la semana”.
Los ojos de mi niña brillan por el mero comentario.
Con su madre charlamos acerca de la posible ruta que podemos tomar y me sienta de maravilla pensar en otra cosa que no sea lo que va a suceder dentro de poco.
Me despeja la mente lo suficiente como para poder olvidar también lo de ese beso casto que me dio, del cual quisiera hablar, pero dado que estamos en presencia de nuestra hija, me reservo todas las dudas que pudiera tener.
Cuando se hace hora de tener que salir de aquí, me veo en la obligación de guardar todo apresuradamente para que mis chicas terminen de prepararse.
Ni siquiera sabía que incluso Brooklyn debe de buscar su propio bolso en su cuarto.
Para cuando termino, me acerco a la puerta llamándolas a ambas quienes no tardan en bajar las escaleras.
“¡Estamos listas!”, dice mi hija, lanzándose a mis brazos.
Beso su coronilla, en el camino hacia el coche.
“Estás preciosa ¿Te lo dije hoy?”
Niega con su cabeza.
“Mami también está hermosa ¿Verdad?”
Volteo a darle una mirada a su madre.
A decir verdad, está preciosa y pocas veces se ha visto una elegancia como la que se carga. Y lo que es mejor, que tiene su nombre ligado al mío en un papel que fue verificado ante la ley.
“Mami siempre se ve hermosa”
Concuerdo con ella, logrando que Ava ruede los ojos.
“Gracias por los cumplidos, pero les recuerdo que tenemos que estar en esa sala en una hora y no sabemos cómo estará el tránsito, así que andando. No más charla”.
“Sí, señora”.
Dejo a Brooklyn para que ella termine de abrocharle el cinturón.
Si bien es algo que podría hacer yo mismo, Ava prefiere hacerlo para su propia tranquilidad así que no me rehúso cada que ella quiere hacerlo.
Cuando estamos todos dentro del coche, me pongo en movimiento.
Tal y como dijo Ava, el tránsito es un problema en el ingreso a la ciudad.
Todavía tenemos que buscar dónde estacionar y para colmo, tenemos que soportar el sonido de nuestros móviles resonando cada cinco minutos.
“¿Tu padre no ha dejado de llamar?”, pregunta Áva.
Niego con mi cabeza.
“Seguramente ya está en el juzgado”.
“¿Irá?”
“Claro que sí. Tus padres también”.
Exhala, claramente frustrada y eso que ni siquiera hemos llegado.
“Lo harán”, comenta con pesimismo.
“Supongo que nuestra burbuja reventó ¿No es así?”
Me río levemente, dándole la razón.
Al cabo de veinte minutos más, estaciono el coche en un lugar cercano al juzgado. Tenemos que salir caminando hasta llegar, lo que me tiene demasiado nervioso al ver que a medida en que nos acercamos, nuestra familia está esperando en las escaleras del juzgado.
Decir que estoy ansioso es decir lo poco.
El momento más importante de nuestra vida ha llegado y tenemos que luchar todavía con nuestras familias, quienes claramente están discutiendo.
“No van a superarlo”, comenta mi esposa.
“Creo que no”.
Brookyln se desprende de nuestras manos, corriendo hacia sus abuelos maternos quienes la esperan con los brazos abiertos.
Jamás vi a la madre de Ava actuar como un ser humano, mucho menos como alguien que tuviera instinto materno, pero veo en dos segundos que instinto de abuela sí tiene.
Le brillan los ojos con las lágrimas al ver a Brooklyn y la abraza con tanta fuerza que me resulta impresionante. Al fin veo que ama a alguien sin tener que decirlo en voz alta.
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