Esposo arrepentido
Capítulo 60

Capítulo 60:

“¿Cómo dijiste que se llama?», pregunto, sacando mi móvil.

Ella me dice su nombre y apellido y yo me pongo en contacto con mi secretaria de reemplazo, a quien le pido que averigüe si compró un boleto de avión o no.

“Me llamará en cuanto tenga algo”

“¿Y qué si no lo compró?»

“Enviaré a un detective a seguirlo. No tenemos nada en su contra, pero apenas me den algo acerca de nosotros… me encargaré, te lo aseguro”

Ella niega, abrazándose a sí misma.

“Quizás estoy exagerando y nada de eso pase”, intenta calmar la situación.

“Puede que incluso ya esté en Londres, no lo sé”

“Roguemos porque así sea”

Ambos nos quedamos mirándonos fijamente y es que, el temor de que algo como lo que pasó en el pasado pueda regresar, nos aterroriza mucho más teniendo a Brooklyn con nosotros.

Ella es demasiado pequeña y demasiado inocente como para tener que lidiar con la m!erda a tan temprana edad.

No lo permitiré, así tenga que tomar decisiones drásticas con nuestra seguridad, apenas tenga un mínimo indicio de que Will puede convertirse en una amenaza, lo liquidaré.

Aprendo de mis errores y no lo dejaré caminando por las calles sabiendo que puede hacernos daño.

Estoy dejando que mi mente vuele hacia las cosas malas que podrían suceder, pero todo se detiene cuando vemos que Brooklyn sale del consultorio que le toca, con una sonrisa en la mano y varias paletas en la otra.

Mi pecho se infla de orgullo y admiración por la pequeña, y el amor me brota de todas partes cuando me mira, abriendo los ojos y los brazos al mismo tiempo en que corre hacia mí.

“¡Adam!», grita emocionada.

Me agacho para estar a su nivel y acepto el primer abrazo que me ha dado desde que la conocí.

Apenas su cuerpo choca contra el mío, sus pequeños bracitos se enrollan a mi alrededor, mis ojos escuecen con las lágrimas que se forman.

De repente ya no tengo el corazón herido, ni tengo un vacío en el centro del pecho porque ambas están aquí, demasiado cerca.

Lo suficiente para hacerme sentir completo.

“Te eché de menos”, dice la niña.

Tengo que respirar profundo para encontrar mi voz.

“También yo”, susurro.

“¿Cómo te fue?»

No se suelta de mí así que me pongo de pie, cargándola en mis brazos.

Ava nos mira a ambos con algo que no puedo descifrar en sus ojos, pero no se opone ni dice nada cuando camino a su lado hasta la puerta de la salida.

Encontramos el coche en el estacionamiento y nos preparamos mientras Brooklyn habla sobre los juegos con muñecos que le hacen hacer, preguntándonos para qué sirven.

Ava la coloca en su asiento de bebé en la parte trasera y yo la espero para abrir la puerta del acompañante para ella.

Un gesto simple, pero uno que planeé hacer con ella desde el primer momento en que regresó.

Finalmente me coloco en la parte del conductor, encendiendo el coche para comenzar nuestro viaje de regreso a la casa.

Por el retrovisor, veo que mi hija está comiendo demasiadas paletas y todavía le quedan como unas cuatro más.

“Son demasiados dulces, pequeña», le digo, obteniendo una sonrisa.

“Sí, hija, son demasiadas así que guarda las que quedan”

La pequeña frunce el ceño.

“Por la tarde iremos al parque ¿Qué dices?», eso la emociona, hasta el punto en que comienza a saltar en su asiento.

“Pero solo si guardas las paletas como dijo mamá”

Hace un puchero y quisiera darle el mundo cuando hace algo como eso.

Pequeños gestos que me recuerdan demasiado a la caprichosa Ava de cuando apenas nos conocimos.

Eso es dulce.

Finalmente lo hace, sacándose de la boca lo que queda de su paleta.

“Mami”

“Sí, ¿Cariño?»

La miro por el espejo.

“¿Qué es un papá?»

Casi piso el freno por la emoción que me recorre.

Ava a mi lado me observa con nerviosismo, pero ambos le prestamos atención a lo que ella está preguntando.

Por suerte, no estamos tan lejos de la casa en caso de que tenga que detenerme a llorar, porque sé que lo haré.

“Un padre, amor, es como una mamá”, menciona Ava.

Veo que Brooklyn sigue con el ceño fruncido, claramente confundida por la conversación sobre los papás.

«¿Todos tienen papá?», pregunta, buscando aclarar sus dudas.

«Claro que sí, se necesitan de ambos para que un hijo venga al mundo», responde su madre.

La niña chupa su paleta nuevamente, y observándola a través del espejo retrovisor, noto que aún tiene dudas sin resolver.

«¿Por qué preguntas, linda?»

Intervengo, tratando de captar su atención.

«Hoy hablamos sobre eso», responde ella encogiéndose de hombros.

«Dijo que los papás son importantes, pero yo no lo creo».

«¿Por qué no?», pregunta Ava, preocupada por la confusión de su hija.

«Porque yo no tengo uno», responde Brooklyn con sinceridad.

Guardo silencio, sintiendo la verdad en la punta de mi lengua.

Sé que no es el momento adecuado para revelarla por completo, así que dejo que Ava tome la iniciativa.

«Claro que tienes un papá, hija»

Interviene Ava, tratando de tranquilizarla.

«Estaba de viaje, pero ya está aquí».

«¿En serio? ¿Cuándo lo conoceré? ¿Dónde está?», pregunta Brooklyn con ansiedad.

Siento el temor en los ojos de Ava, y sé que no es el momento adecuado para revelar toda la verdad.

Decido intervenir para calmar la situación.

«Ya lo conoces», digo, enfocándome en Brooklyn.

«¿Es Will?», pregunta Brooklyn, buscando respuestas.

Aquella pregunta me destroza por dentro, pero debo responder.

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