Esposo arrepentido
Capítulo 42

Capítulo 42:

Dejo la charla para otro momento cuando siento los tacones de Ava resonando en las escaleras.

Viene hacia aquí, y nosotros estamos terminando al momento en que ella cruza la puerta de entrada a la cocina.

Observa el panorama y solo por unos segundos, se queda completamente estática.

“¿Qué estás haciendo?”, pregunta, sonriéndole a nuestra hija, a quien abraza y besa por todo su rostro.

Es la primera vez que la veo interactuar de esta forma con la niña y la verdad, es que esta faceta de mamá de Ava, le sienta de maravilla.

Es estupenda haciéndola sentir bien, amada y especial.

“Cariño, ¿Preparaste huevos?”

“Sí, Adam me enseña”.

“Qué bueno” responde, ignorándome por completo.

Suelto un suspiro, observándola con detenimiento.

“Estábamos hablando” comento, obteniendo su mirada sobre mí.

“De Will”

“Will! Mami, ¿Cuándo podré hablar con Will?”

Aprieto los dientes con fuerzas.

La sola mención de su nombre me pone los nervios de punta y justo hoy que me levanté con todas las ganas de llevarme bien con su madre.

“Sí, mamá, ¿Cuándo hablaremos con Will?”

La pincho, logrando que ruede los ojos.

“Hija, ¿Ya te lavaste los dientes?”

La niña niega y ella la baja de la encimera.

“Entonces ve, hazlo ahora que pronto tendremos que salir”.

“¿Vamos de paseo?”

Ava asiente, sonriéndole.

“Claro que sí, incluso podremos tomar helado, pero solo si te apresuras”.

La niña corriendo, sale de la cocina, dejándonos solos.

El ambiente de repente cambia, porque de un momento a otro, pasamos de sentirnos felices a tener ese ambiente de tensión que no hace más que ponerme nervioso, dando rienda suelta a mis palabras.

“¿Quién es Will?”

Ava rueda los ojos.

“¿Disculpa?”

“¿Quién es Will y por qué le lee cuentos a mi hija?”, pregunto con firmeza.

“Digo, no querías compartir con nadie a Brooklyn, pero dejas que otro hombre…”

Ella eleva la mano, deteniéndome.

«Antes de que digas algo de lo que puedas arrepentirte, detente», interviene Ava, su tono lleva un deje de advertencia.

«¿Por qué me arrepentiría de preguntar quién es ese hombre en la vida de mi hija?», contraataco, sintiendo la tensión en el aire.

«Adam, nadie ejerció de padre para Brooklyn».

Me corta, su voz firme pero cargada de emoción contenida.

«¿Quieres detenerte? Ese chico… m!erda, es solo un amigo. Va a nuestra casa y sí, me ayudó bastante cuando nació, pero nada más».

Me río, sin ninguna gracia en mi voz, incrédulo ante su intento de minimizar la situación.

«¿Un amigo? ¿Uno que la visita de noche y le cuenta cuentos antes de dormir? Por favor».

«Eso es lo que es, nada más, si quieres creerme bien, sino, es tu problema», dice tajante, tomando asiento en la isla de la cocina.

En poco tiempo, Brooklyn se nos une y la mirada seria abandona su semblante, sonriéndole a nuestra hija.

Nos sentamos los tres en la isla después de que les sirvo a cada una lo que van a desayunar.

No soy muy bueno, pero lo hice. Ava mira la comida con cierta desconfianza y me jode, pero la entiendo.

El recuerdo de ella, todas las mañanas haciendo el desayuno para mí, solo para tener que tirar la mayoría porque apenas bebía café, es lo primero en que pienso y lo único.

Por eso soy agradecido de que coma lo que hice sin siquiera comentar al respecto.

«¿A qué hora tenemos la cita?», pregunta Ava, observándome con una mezcla de determinación y resignación.

Le corta el panqueque para Brooklyn, y todo se siente surreal, como si hiciéramos esto cada mañana cuando en realidad, es la primera vez.

«Dentro de dos horas», respondo, notando la falta de entusiasmo en su voz.

«De acuerdo. ¿Tienes algún coche que pueda usar?», pregunta, frunciendo el ceño.

«¿Coche? Vendrán conmigo», respondo, pero ella se niega rotundamente.

«De ninguna manera», me corta, su tono dejando en claro que no cederá en ese punto.

«Siempre salimos solas y regresamos solas, no hace falta que nos sirvas de chofer».

«¿Chofer? Pero si vamos para el mismo sitio, Ava. Deja las tonterías»

Intento mantener la calma, aunque la tensión entre nosotros es palpable.

Es evidente que no está lista para hacer las paces, ni siquiera para dar una tregua, así que dejo en claro algunos puntos, como el hecho de que irá conmigo le guste o no.

Eso también forma parte del trato.

Quizás ella no esté lista, pero yo quiero hacer el intento, por eso suelto un suspiro, calmándome e intentando dejar de tomar todo lo que dice como una ofensa o un intento de tener problemas conmigo.

«¿Qué pasará con el trabajo?», pregunto, tratando de cambiar el rumbo de la conversación hacia algo menos tenso.

«¡Qué pasa con eso?», responde, su tono aún cargado de resentimiento.

«Bueno, tienes que trabajar. ¿Quieres que pida a Londres los proyectos en los que estabas trabajando antes de esto? Podrías continuar desde aquí»

Ofrezco, intentando ser útil.

Suelta un suspiro, observándome con una mezcla de frustración y resignación.

«Ya lo hice y enviarán a alguien de allí para ayudarme. Tengo demasiados proyectos y necesitaré ayuda».

Le sonrío levemente, tratando de aliviar la tensión.

«Tienes ayuda aquí. Me tienes a mí y a toda una empresa a tu disposición»

Intento tranquilizarla.

Me devuelve la sonrisa, pero su expresión no llega a sus ojos.

«Lo sé, pero enviarán a alguien pronto de todos modos. Será mejor si no me acostumbro a este lugar. Ambos sabemos que nuestra estadía aquí no va a durar mucho», dice, dejando en claro que está decidida a mantener las cosas profesionales entre nosotros.

Ruedo los ojos, frustrado por su actitud defensiva.

«¿Estás intentando discutir de nuevo conmigo? Porque solo intentaba ayudarte», me defiendo, tratando de mantener la calma.

Bufa, molesta, y puedo sentir la tensión entre nosotros aumentar con cada palabra.

«No, intentas controlar mi vida y mis tiempos, y lo siento, pero eso ya no te corresponde», responde, su voz cargada de resentimiento.

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