Esposo arrepentido -
Capítulo 41
Capítulo 41:
“Lo querías tanto en ese momento, pero luego no. ¿Por qué?”
Camino lejos del lugar.
Casi tengo que obligarme a hacerlo y es difícil, pensar en todas las cosas que podría decir en este momento se me vuelve algo demasiado difícil de controlar, pero lo hago, alejándome.
“Piensa lo que quieras, Adam. A fin de cuentas, la única realidad es que un papel no nos ató de ninguna manera y llevo cuatro años sin ser tu mujer”, digo, caminando hacia la salida, en busca de las escaleras.
“Quizás no seas mi mujer, pero sí mi esposa y la madre de mi hija”.
Maldito engreído de m!erda.
POV Adam.
El sol apenas está saliendo cuando yo ya me encuentro de pie. Mi habitación, en el mismo piso que el de mi hija, se siente un espacio vacío y demasiado grande para mí solo.
Aparte, la emoción que tengo dentro de mí, de tener a Brooklyn viviendo a solo unos metros, me obliga a levantarme antes de que suene mi alarma.
Estoy acostumbrado a esto, más que nada, en todo este tiempo en que viví solo, porque la realidad es que no he sido mucho de dormir en estos tiempos.
Me levanto, me ducho y como no tengo que ir a la oficina ya que mi asistente vendrá con los planos necesarios para que pueda continuar trabajando desde casa, me visto con ropa informal, algo que no se ve todos los días en mí.
Después de tantos años, tengo ánimos por la mañana y eso es extraño.
Por supuesto que todo lo puedo atribuir a mi hija y a su madre, quien no se ha dignado en dirigirme la palabra desde hace tres días, en que tuvimos nuestra última conversación.
Al principio pensé que era porque legítimamente no le interesaba en lo absoluto si estaba o no en su vida o cerca, pero con pequeñas acciones, me demostró que es todo lo contrario.
Todavía le afecto, no de la manera en que quisiera, para que podamos tener una conversación al menos, pero le afecto y eso también suma a mis pequeñas esperanzas de que todo marche bien dentro de poco.
Sintiéndome mejor de lo que me he sentido en mucho tiempo, bajo las escaleras hasta la cocina.
Todo aquí es nuevo, no tenemos muchas provisiones, pero me esmeré lo suficiente antes de venir, en conseguir algunas cosas que creí necesarias y fundamentales, aunque hago una pequeña lista mental para no olvidar que debemos ir de compras.
Saco algunos ingredientes.
Los dejo todos sobre la encimera, preparando lo necesario para comenzar a hacer el desayuno, cuando siento unos pequeños pasos.
Volteo y encuentro a Brooklyn, recién levantada, toda adormilada con sus cabellos hechos un desastre, pero con una sonrisa en sus labios.
Tan grande, que me provoca dolor en el pecho.
¿Ella es real?
¿Es mía?
Sí, a todas las preguntas, la respuesta siempre será sí.
“¡Adam!” dice emocionada.
Trago grueso.
Todavía no hemos hablado sobre el tema de ser su padre y no sé cómo afrontarlo.
Supongo que el momento se dará, todavía no, pero se dará en algún punto y tendré que decirle que soy su padre.
Desde el momento en que vino a la casa por primera vez, tanto ella como su madre permanecieron juntas el primer día.
Todo el tiempo, al segundo, se atrevió a preguntarme si tenía cachorros en casa, a lo que respondí que no, pero que si quería, podíamos conseguir uno para que le hiciese compañía.
Ava se negó alegando que es pequeña para tener esa responsabilidad sobre sus hombros.
Otro día en que no tuvimos la oportunidad de estar a solas, para poder hablar con ella.
“¿Qué haces?”
“Preparo el desayuno. ¿Quieres ayudar?”
Asiente.
Deja su oso de felpa sobre uno de los taburetes de la isla, viniendo hacia mí.
Su pijama de unicornios está tan lindo que me hace sonreír como un idiota.
“No llego”
Hace un puchero, al notar que no tiene la estatura para llegar a la isla.
“¿Me dejas que te suba aquí?”, pregunto, a lo que asiente.
La tomo, subiéndola por encima de la encimera, dejándola justo sobre ella.
“¿Sabes cocinar?”
“Mami me enseña”
“¿En serio? Eso es genial”, comento, acercándole un bowl y un tenedor para que mezcle los huevos.
“¿Te enseña todos los días?”
“Sí. Algunas veces con Will”
La miro de inmediato.
“¿Will? ¿Quién es Will?”
“Un amigo de mami”
Está concentrada en su tarea y a mí se me están quemando los panqueques y la cabeza.
El nombre de ese hombre me tiene demasiado pensativo.
¿Will?
¿Quién demonios será ese?
Junto a mi hija, colocamos los huevos en la sartén y dejo como tarea, con un fuego bajo, que continúe revolviendo mientras yo preparo otra tanda de panqueques.
“Cuéntame, Brooklyn. ¿Conoces bien a Will?”
“Sí, a veces me cuenta cuentos antes de dormir”
“Oh, qué lindo. ¿Y salen mucho con él?”
“Todo el tiempo. Trabaja con mamá”
Carraspeo.
El mal sabor de boca que tengo es casi tan grande como el enojo que siento al saber que otro hombre hizo cosas con mi hija, que pude haber hecho yo.
Contarle cuentos, enseñarle a preparar huevos, por ejemplo.
Ese tal Will, tomó mi papel y eso me enfurece.
“¿Y dónde vive?”
“En su casa”
Bien, al menos no vive con ellas en Londres.
“¿Y salen juntos?”
“Los tres a veces vemos películas”
Muerdo mis labios con fuerzas.
La oleada de celos que siento, es tan grande, que apenas y puedo respirar.
Tengo que obligarme a terminar de preparar el desayuno porque en serio, no puedo decir todas las cosas que tengo atravesadas ahora mismo, no en frente de la niña.
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