Esposo arrepentido
Capítulo 32

Capítulo 32:

Estoy caminando hacia allí, cuando una pequeña Brooklyn, con sus cabellos rebeldes todo erizados, una playera grande de mi banda favorita y unas pantuflas de algún personaje azul y extraño, se detiene frente a mí.

En sus manos lleva galletas y una soda, las cuales esconde en su espalda de inmediato.

“¿¡Quién eres?», pregunta con claridad.

Si cuando la conocí, tenía los sentimientos atorados en el pecho, ahora que tengo la certeza de que es mía, es imposible no ponerse sentimental.

Jamás he sido de llorar frente a nadie, excepto su madre, y las lágrimas están en mis ojos, a punto de salir.

Ni siquiera sé cómo reaccionar, mucho menos qué decir.

Su hermosa carita deja ver que tiene muchos rasgos míos, tantos como para negarme a una prueba de ADN.

Incluso sus ojos son Byrne, una copia, y eso me hace sonreír.

Mi hija siempre me ha llevado con ella sin siquiera saberlo.

“Te vi en la fiesta», continúa, observándome con detenimiento.

Carraspeo, intentando aclarar las ideas.

“Soy… soy amigo de tu madre», mi voz apenas se oye, casi como un suspiro.

“¿Le dirás lo que voy a comer?»

“¿Qué?»

“Le dirás que comí galletas y tomé soda ¿Cierto?»

Niego con mi cabeza, poniéndome a su altura.

¡Es tan preciosa que apenas y parece una niña de verdad!

Seguro que si la arreglamos y sonríe quedándose quieta, fácilmente podría pasar por una muñeca.

Siempre me pregunté cómo se vería una versión mía y de Ava juntas.

Aquí está la respuesta.

Es una diosa.

“¿Eres tonto o algo?»

Me carcajeo.

Imposible no hacerlo.

“Estaba pensando en si debo decirle o no a tu madre que vas a comer eso», bromeo.

“¿Por qué no puedes comer galletas?»

Se encoge de hombros.

“Tiene cosas malas. Y la soda me da gases”

“Bueno, ¿Qué te parece si hacemos un trato?»

Concentrada y demasiado intrigada, como su madre, me observa con su pequeño ceño fruncido.

“¿Qué cosa?»

“Un trato, yo no le digo a tu madre que comiste eso, pero tú no le dirás que me viste ¿Aceptas?»

Sonríe, asintiendo con ganas.

“¡Tenemos un secreto!»

“AsÍ es, tenemos un secreto”

Me mira con una sonrisa abierta, perfecta, dulce y demasiado tierna.

Tengo que contener las ganas de abrazarla porque juro que mis brazos tienen vida propia, pero me contengo, más que nada porque es una niña y no tiene que verse forzada a aceptarme.

“Tendremos tiempo”, me digo a mí mismo.

Tendremos mucho tiempo para estas cosas.

“¿Quieres ver una película conmigo y con el abuelo?»

Regreso a la realidad, donde estoy en una casa donde no soy para nada bienvenido.

“Claro. ¿Dónde está tu abuelo?»

Apunta a la cocina.

“Bueno, ¿Qué te parece si yo hablo con tu abuelo y tú nos esperas en la sala? Iremos enseguida”

“Bueno”

Veo sus pequeños, pero apresurados pasitos y anhelo el momento de tenerla en mi casa de esta forma, tan hogareña, con tanta seguridad.

Sé que ese momento llegará porque ningún juez ni nada en este mundo, permitirá que me siga perdiendo de momentos junto a mi hija.

No ahora, nunca más.

A partir de este momento.

Obligo a mis pies a moverse.

Sé que tengo que hacer esto, así no me guste.

Al principio me negaba a pedir la custodia, iba a conformarme con lo que sea que Ava quisiera darme, pero después me pregunté por qué tenía que conceder yo y aceptar las migajas, cuando también tengo derechos.

Brooklyn es mi hija, Ava claramente tiene un problema conmigo, pero eso no debió de verse reflejado en su crianza, mucho menos en el resto de su vida.

Merezco tener a mi hija y mi hija merece un padre.

Estoy aquí, quiero tomar el papel que me corresponde y hacer valer cada derecho que pueda.

No tengo por qué sentirme mal al respecto, ni pensar que le estoy robando algo a alguien cuando es mi hija también.

Ni siquiera tendría que pedir permiso para verla, pero lo hago por respeto.

“Boky, ¿Quieres otra soda, pequeñuela?», dice el señor Dawson, de espaldas hacia mí.

“No me gusta el mote, pero lo aceptaré si quiere llamarme así”

Se voltea y casi parece haber visto a un fantasma.

Es gracioso, de hecho.

“¿Qué haces en mi casa?”

“Me reuní con Ava en un hotel, pero tuvo un ataque de pánico y la traje a casa. Su coche se quedó allí, quizás mañana pueda recuperarlo, cuando se encuentre bien”

Frunce el ceño, limpiándose el helado en los pantalones.

“Dónde está mi hija?”

“En su cuarto, está bien, solo agotada», comento.

“Estaba de salida y solo quería dejarle esto. Le hará falta”

Le tiendo el sobre y él lo sostiene.

A diferencia de Ava, que no quería abrirlo, él lo hace, leyendo lo que dice, observándome luego como si acabara de cometer el peor de los crímenes.

“¿Piensas pedir la custodia?»

Suelto un suspiro, asintiendo.

“Es mi hija, quiero hacerme responsable de ella», digo, encogiéndome de hombros.

“A ver, tampoco actúen como si acabara de decir que quiero llevarla del país y ocultarla tres años, que solo estoy peleando por mis derechos”.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar