Esposo arrepentido -
Capítulo 22
Capítulo 22:
“¿Qué hizo? Te mintió, eso hizo”.
“No lo sabemos todavía”.
“¿Es que eres idiota?”
“¡No puedo juzgarla sin saber qué pasó!”, grito alterado.
“¿Qué si no es mía sino de otro hombre? Quedaré como un idiota si esa niña, en vez de ser mía, es de otro, porque si las fechas concuerdan, ella pudo haber tenido se%o y… no quiero pensar lo peor”.
Mi padre rueda los ojos, exasperado.
“¿Y qué sería lo peor según tú?”
“Que ella haya rehecho su vida y la niña no sea mía”, respondo con seguridad.
”Así que haré esto tranquilo, averiguaré, buscaré en los datos de la empresa porque si tuvo una hija y veré qué hacer luego”.
La idea de que Ava haya continuado con su vida no está lejos del todo.
Ella se fue del país, hizo su vida en Londres, jamás regresó y a decir verdad, no me sorprendería que la niña fuera de otro hombre.
Durante semanas me pidió el divorcio, quería alejarse de mí, necesitaba encontrar a alguien que valorara la clase de mujer que era porque claramente yo no lo hice y no la culparé de ser ese el caso.
Para mí es lo más sensato, porque no encuentro una explicación y tampoco comprenderé las excusas de ser el caso contrario.
¿Ava sería capaz de ocultar a la niña de ser mía?
¿Puede ser que tenga algo que ver con su insistencia en hablar conmigo?
Si antes de verla tenía miles de preguntas en mi cabeza, después de hacerlo he quedado con unas mil más.
Sé que no me dará las respuestas que quiero, si fue capaz de ocultar esto durante años nada me asegura que será completamente sincera, así que antes de hacer cualquier cosa, me digo a mí mismo que debo investigar.
Ese es el camino. Investigar. Y lo haré a partir de ahora mismo.
Para cuando llegamos a la casa, Brooklyn está completamente dormida en mis brazos.
Mis padres van a su habitación y yo subo a dejar a mi bebé en la nuestra.
Nunca ha tenido problemas para dormir sola, así que después de cambiarla y arroparla, me quito el vestido guardándolo en el clóset.
No tengo sueño, ni siquiera quiero estar acostada así que me pongo mi pijama bajando las escaleras hasta la sala, donde me siento en el sofá, enciendo la televisión en un volumen bajo.
Ni siquiera sé para qué la enciendo porque realmente no quiero ver absolutamente nada.
Lo único que tengo en mente, es Adam y su reacción reacia a conversar conmigo.
Mi idea no era decirle la verdad en ese instante, sino pedirle una cita privada otro día, en un lugar tranquilo donde podría explicarle a detalle cómo fueron estos años sin él, pero no me dio lugar, así que ahora me veo en la obligación de buscar otra alternativa.
Adam no está siendo colaborativo y ni siquiera entiendo por qué no quiere tenerme cerca.
Sus palabras hacia mí están abiertas a la interpretación porque el dolor que describe que le causa mi presencia, bien puede ser por nuestro pasado o bien puede ser por lo que malo que siente hacia mí.
Sea cual sea la opción, tendrá que hacerse a la idea de que tendrá que hablar conmigo, quiera o no.
Viendo la televisión, cambiando de canal para encontrar algo que capte mi atención, pienso en todas las formas en las que podría abordarlo.
Puedo ir a su casa, aunque no sé bien dónde está viviendo ahora.
Lo último que supe es que la casa que solía ser nuestra ahora está siendo refaccionada para su venta y no tengo idea de dónde está viviendo, por lo que eso queda descartado.
La segunda opción es abordarlo en la oficina, pero eso podría salir mal por muchos motivos.
Decirle la verdad en ese lugar queda descartado porque no sé cómo reaccionará y no quiero que nadie más se interponga entre nosotros ni en los temas a tratar.
Otra opción a la basura.
Mi tercera y última opción, es continuar insistiendo con las llamadas.
Supongo que en algún momento tendrá que responder, ya sea para pedirme que deje de llamar o bien, para preguntar qué es lo que quiero con tanta insistencia.
Sea como sea, esa es la única forma en la que podría funcionar y por eso saco mi móvil, a sabiendas de que está despierto en la fiesta. Intento llamarlo más de dos veces, pero no responde.
¿Debería continuar llamando o buscar una cuarta opción?
Bueno, supongo que intentar una vez más no le hará daño a nadie y por eso llamo de nuevo.
Espero al quinto tono, me digo que si llega al siete y no responde tendré que dar por perdida esta opción, pero entonces sucede algo inimaginable.
Adam responde.
Su respiración al otro lado de la línea me dice muchas cosas, pero el que se quede en silencio, también.
“Adam”, susurro.
Mi pecho necesita saber que está ahí, mi mente igual porque necesito esa tranquilidad.
“Por favor”, digo en voz baja.
“Habla conmigo. Sé que no quieres, que posiblemente sientas molestia al hablarme, pero la verdad que necesito que me respondas”.
Después de un largo suspiro de su parte, siento que está listo para hablarme.
“¿Por qué tienes tanta insistencia, Ava? ¿Qué quieres? Su voz hacia mí, su tono leve y casi derrotado, me tiene demasiado confundida porque la verdad, no entiendo qué le sucede conmigo. No me da señales de absolutamente nada”.
“Necesitamos hablar. Tengo mucho qué contar y quisiera…”
“¿Pretendes que finjamos ser grandes amigos en un reencuentro? Eres mi ex esposa, por favor. No sé qué tenemos qué hablar. Te largaste hace cuatro años, no sé qué tenemos en común”.
Trago grueso.
“Tenemos más en común de lo que te imaginas”, le corto.
“Sé que me fui, que pasamos años sin hablarnos, pero en serio quiero que lo hagamos. Como personas civilizadas”.
Adam bufa a través de la línea.
“¿Ahora somos civilizados?”
“Por favor, ¿Por qué lo estás haciendo tan difícil?”
“¿Por qué no me dices por aquí qué tanto te urge decirme? Así decidiré si quiero o tener esta reunión contigo”.
Suelto un suspiro.
“Créeme, quieres saberlo. ¿Podemos juntarnos mañana mismo en tu oficina o en tu casa?”
Se burla de mí, de una forma que me da tanta rabia que tengo ganas de golpearlo a través de la línea.
“Adam, de verdad es importante”.
“No irás a mi apartamento. Y no vendrás a la oficina. Si quieres hablar, será en una habitación de hotel”.
Frunzo el ceño, confundida.
“¿¿Un hotel? ¿En serio?”
“En serio. No quiero que ni por error la prensa sepa que estaremos juntos y no será mañana, será cuando yo lo diga. Es mi turno de bufar”.
“¡Quieres controlarlo todo de nuevo?”
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