Esposo arrepentido
Capítulo 19

Capítulo 19:

Me quita el trago, devolviéndolo al cantinero.

“Porque yo sí recuerdo entrar a tu apartamento, verte boca abajo en el suelo de tu habitación, sudado sobre tu propio vómito a punto a morir, así que disculpa si tengo que controlarte cada que sostienes un trago”.

Ruedo los ojos, de nuevo.

“Fue solo una vez”.

“Una vez es más que suficiente. Además, ¿Por qué dejas que te afecte tanto? Es solo…”

“Sé que es solo una mujer”, lo enfrento, harto de que siempre me de el mismo discurso de m!erda sobre cómo una mujer no puede afectar tanto mi vida a sabiendas de que existen miles en el mundo.

“Es solo una mujer, pero fue mía. ¿Entiendes? Fue mi esposa, una que perdí por idiota y la misma que me abandonó con razón, así que no me digas que no tengo derecho a sentirme nervioso”.

Es su turno de rodar los ojos.

“Eso pasó hace tiempo. Ella vive su vida tranquila sin siquiera pensar en ti, y tú vas a perderte de nuevo en cuanto te vayas”.

“Ese no es tu problema”.

“Claro que lo es”, responde con firmeza.

“¿Desde cuándo mi hijo y su salud mental no es mi problema?”

Me río con ganas, pasando el trago por mi garganta, pidiendo otro.

“¿Desde cuándo lo es? A ver, ¿Tengo que recordarte que me criaron tus padres porque estabas más concentrado en ver de qué color eran las bragas de todas las mujeres de la compañía o qué? Por favor, no intentes hacer el papel de padre del año, porque te quedará muy grande”.

Ofuscado, con toda la ira que puede generar su cuerpo, me toma del brazo, intentando jalarme, pero me alejo.

“No tengo cinco años, papá. Soy un hombre, puedo tomar mis propias decisiones y hacer valer mis emociones, así que si yo digo que verla me está quemando por dentro, tengo todo el derecho a buscar el método para que su mera presencia deje de doler, así que por favor, lárgate”.

Le pido al cantinero otro trago.

Desde mis tiempos de alcohólico, superé la barrera de resistencia al alcohol, por lo que un par de tragos no van a ponerme ebrio yo lo sé, pero él no.

Si bien intentamos tener una relación más cercana, mi padre no es la clase de hombre que va a preocuparse más por mí que por sus mujeres, a quienes sigue dándoles el papel principal en su vida y está bien, cada quien escoge como vivir.

“Adam, hijo…”

“Escucha, necesitaba un padre que me diera consejos cuando en la primaria se burlaban de mí por no tener madre, o en la secundaria cuando me hacían bullying solo por tener un padre con dinero. Necesité un padre cuando me enamoré de una chica y no sabía cómo coger, pero no te necesito ahora que soy todo un hombre”, gruño molesto, sorprendiéndolo con mi arrebato de palabras.

“Déjame en paz, permíteme sentir por Ava lo que sea que mi corazón quiera sentir. Tenemos historia, pasado, y unos crueles recuerdos juntos. Yo le fallé, y cada que la veo, me queda saber que perdí a una gran mujer y que posiblemente nunca encuentre a otra como ella, así que déjame sentir, y lárgate”.

Estoy tan molesto con mi padre, que ni siquiera pienso en lo que estoy diciendo. Puede que la presencia de Ava sí me esté cambiando como él dice, pero de cierta forma, no me arrepiento de mis palabras porque son ciertas.

Más que eso, de hecho.

Estoy a punto de beber mi siguiente trago, cuando siento que los vellos de mi nuca se erizan.

Mi cuerpo queda estático en el lugar, mis manos tiemblan y ninguna parte de mí responde.

Es como si me hubieran puesto en pausa, con solo mi sentido del olfato funcionando pues inhalo profundo ese exquisito aroma que desprende su cuerpo.

Está aquí.

“Señor Byrne, buenas noches”, saluda a papá.

“¿Podría permitirme unos minutos con su hijo?”

Papá gruñe.

“¿No fui lo bastante claro?”

Frunzo el ceño, aventándome el trago, escuchando sus murmullos.

“Señor, no creo que nosotros…”

“Lárgate, Áva. ¿No te pedí que te mantuvieras lejos?”

El que mi padre le hable de ese modo, me deja saber que ambos han cruzado palabras en el pasado, quizás no muy lejano.

Me volteo a verlo.

“¿Le pediste que se alejara?”

“Eso no es importante”, dice Ava, apaciguando las aguas.

“Adam, ¿Será que podemos hablar unos minutos? Solo quiero…”

Niego con mi cabeza.

No sé bien qué es lo que me lleva a negar con la cabeza, porque siempre pensé que apenas la viera sería yo quien la persiguiera para hablar, pero mi corazón se niega a escucharla.

No puedo, ni siquiera puedo pensar en oírla porque todo dentro de mí, sufre.

Fueron cuatro años sin verla, tenerla aquí, de frente, es demasiado para mí.

Demasiado para una sola noche.

“No lo tomes a mal”, susurro.

“Pero no quiero hablar contigo”.

Se mantiene firme, soltando un suspiro.

Ese mero movimiento hizo resaltar sus senos, aquellos que conozco a la perfección.

Es imposible no pensar en cómo está vestida y en lo preciosa que se ve con ese traje platinado que resalta su figura de frente, resguardándola por detrás con la fina capa que le cae desde los hombros hasta el suelo.

Es como una visión de la mujer perfecta.

Frente a mí, recordándome que fue mía en algún punto y que la perdí por alguien que no valía la pena.

“No puedo”, digo con firmeza.

“Lo siento, pero ahora no puedo y no quiero que me sigas”.

Salgo huyendo de aquel lugar.

Huyendo de mi padre, de mi ex esposa, de su mano sin el anillo que cargó durante cinco años y de los recuerdos que me están aturdiendo hasta el punto de causarme una ansiedad que no me deja respirar.

Siento que todos a mi alrededor me están robando el aire y solo quiero caminar apresurado hacia la salida.

El lugar que escogí es perfecto para quienes quieren caminar tranquilos porque tiene un patio trasero tan grande que sería fácil perderse si no se sigan los senderos de la propiedad, que es a donde me avecino.

No importa quien intente acercarse a hablar conmigo, mantengo una sonrisa en mis labios, fingiendo que la estoy pasando bien con la única idea de caminar por ese enorme jardín hasta olvidar por completo lo que sucede allí dentro.

Apenas el viento me golpea el rostro, estoy más calmado.

El alcohol ha hecho de las suyas, dándome esa tranquilidad de al menos mantener mi mente en blanco, aunque por ahí se cruza el rostro de esa mujer por delante.

El corazón me duele, lo que es una clara señal de que cuatro años no significan un carajo y que eso de que el tiempo lo cura todo es una p%rra mentira.

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