Esposo arrepentido -
Capítulo 18
Capítulo 18:
Los doy como si estuviera dando una entrevista, y solo despisto cuando veo a Erick Paulson y a su esposa, venir hacia mí con una sonrisa en sus labios.
“Con permiso”, digo, a la persona con la que estaba conversando, acortando nuestro espacio.
“Buenas noches”.
“¡Luces estupenda!”, halaga Kelly, abrazándome.
“Me alegro mucho que pudieras venir. ¿Cómo te sientes?”
“Nerviosa. ¿Cuándo comenzamos con esto?”
Erick toma mi mano.
“Tranquilízate. Vinimos a buscarte para ir a la mesa”.
Intentan moverse conmigo, pero mis piernas no responden y son pacientes, pues disimulan conversar hasta que el primer paso lo doy yo.
No sé si él ya estará ahí, no sé si querrá conversar conmigo o qué, pero camino de todas formas aceptando que este es mi destino y el de mi hija es el que cruzarse con el de su padre.
Aquí, en este momento, mi historia dejó de ser solamente mía.
A medida en que nos acercamos, reconozco que hay muchos clientes de la empresa a quienes saludo con una sonrisa forzada, así como también hay miembros de nuestra sociedad como ser candidatos a futuros cargos políticos de Nueva York.
Prácticamente, todo este salón está lleno de gente elitista, así que por ningún motivo, puedo tener la conversación con Adam aquí, así de el tiempo.
Entonces llegamos a la mesa principal donde tomo asiento al lado de Kelly, notando el asiento vacío que queda junto a su esposo.
“Ya debería estar aquí”, ella me mira.
“Intentamos llamarle, pero no responde. Su asistente está aquí, dijo que él estaba listo para venir hace una hora, y nadie sabe nada de él”.
Frunzo el ceño.
“¿Estará bien?”
“No lo sé, yo…”
“¡Adam Byrne!”, grita Erick, poniéndose de pie.
Y entonces lo veo, caminando hacia Erick, por el lado izquierdo del salón.
Con un traje hecho a la medida y el cabello bien peinado hacia atrás, el color azul de sus ojos centellea tanto que me recuerda a los de nuestra hija, quien anda por esta habitación también.
El cosquilleo que siento en el estómago es tan grande que apenas puedo respirar y sé que es solo cuestión de tiempo para que pose la mirada en mí, y de repente, lo hace.
Dos fracciones de segundos en los que me mira, sonríe levemente y observa a Kelly a mi lado.
“Buenas noches a ambas”, es todo lo que dice, antes de tomar asiento al lado de Erick con quien sí habla.
La primera impresión, después de años, no fue bastante buena que digamos, pero me reservo las esperanzas, apretando mis manos con fuerza pues la noche es larga, y realmente, nos cruzaremos las caras.
Por el momento, tomamos asiento mientras el evento da comienzo, lanzando a la vista de todos un video sobre el impactante edificio en el que trabajamos durante tanto tiempo, dejando a los invitados aplaudiendo durante más de dos minutos seguidos.
Durante más de una hora, después de la presentación, miembros de la política subiendo a dar discursos variados acerca de cómo vemos el futuro y sobre cómo Erick formará parte de ese cambio por todos los bienes que ha donado a la población de Nueva York.
Habla de su carácter, invitan a la prensa y en el momento preciso, cuando todos prestan atención, le hacen la entrega de la distinción como hombre honorable de la ciudad de Nueva York.
Entonces las formalidades terminan, la prensa es echada del evento por ser privado y todos podemos disfrutar de la noche en paz.
Durante todo este tiempo, mantuve una sonrisa en mis labios porque sabía que debía hacerlo, era mi obligación, pero al terminar todo, sé que puedo marcharme, sin embargo nunca encontré la manera de hablar con Adam.
Al menos, hasta que los Paulson se ponen de pie de nuestra mesa, excusándose por la visita del Secretario de Seguridad Ambiental, dejándonos a ambos solos.
Es imposible no desviar la mirada hacia él, en busca de cualquier excusa para hablarle, pero se nota a leguas que no quiere saber nada conmigo.
Lo veo en su expresión corporal, en la forma en que mantiene la vista fija al frente, ignorando por completo mi presencia.
Tomo valor, aire y fuerzas, para carraspear, captando su atención.
“Hola, Adam”, susurro, cuando sus ojos se clavan en los míos.
Y veo de todo.
Pasión, amor, dolor, ira, de todo un poco, menos ganas de hablar conmigo.
Rápidamente se pone de pie, sonriéndome, seguramente para las personas que deben de estar viéndonos.
“No puedo hacer esto ahora, Ava”, dice, como si le doliera.
“No puedo, lo siento”.
Y se marcha, caminando entre las personas, perdiéndose de mi vista y de mi oportunidad de saber cómo m!erda abordarlo por nuestra hija.
POV Adam.
¿Qué demonios acabo de hacer?
Mis pies no pueden calmarse y siento las mejillas entumecidas de tanto estar sonriendo como un idiota, caminando entre los invitados solo para perderme de su vista penetrante.
Dos segundos más, y estoy seguro de que habría caído por completo, por una mujer que me juré olvidar, así como claramente ella me ha dejado atrás.
Nervioso, agitado, con demasiadas cosas en la cabeza, ahora que por fin podemos movernos entre el gentío y que toda la payasada de política se terminó, camino hacia la barra libre que está al otro lado de donde se encuentra Ava.
“Hola, dame un whisky en las rocas, por favor”, pido al cantinero, quien me lo sirve en menos de un minuto.
“No te vayas”.
“¿Señor?”
Me bebo de un movimiento lo que me sirvió, ordenando otro de inmediato.
“Claro, señor”.
Mientras espero que termine de servir, observo que alguien se detiene a mi lado y solo por el perfume, que es su favorito y ha usado el mismo durante década, sé que se trata de mi padre.
“Estás en un evento importante ¿Lo recuerdas?”
Ruedo los ojos, enfrentándome a sus ojos juzgadores.
“¿Qué quieres?”
“Quiero que no bebas hasta perder la consciencia solo porque la ves”.
El cantinero deja el vaso junto a mí y lo bebo de golpe.
No es que quiera emborracharme, simplemente quiero dejar de pensar en que está en esta habitación después de cuatro años en los que se perdió completamente de mi vida, de esta ciudad en general.
“¿¡Cuándo he bebido hasta perder la consciencia?”, lo reto.
“Por favor, tampoco seas tan aguafiestas, estamos celebrando”.
Por más que intente fingir que está exagerando, reconozco que tuve mis errores en el pasado, un pasado que no ha quedado tan atrás debido a todos los problemas que ocasioné.
“¿No lo recuerdas?”
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