Esposo arrepentido -
Capítulo 14
Capítulo 14:
De hecho, ni siquiera tengo ánimos de asistir por el nerviosismo que me recorre de solo pensar que veré a Adam de nuevo, pero a sabiendas de que tengo que, camino casi sin rumbo por las calles principales observando en las vidrieras algo que se asome a mi estilo.
Suelto un suspiro tomando mi bolso.
Mi mano juega con la cadenilla que sostiene el bolso en mi hombro, los diseños que veo ninguno llama mi atención y creo que se debe a que no sé cómo debe de vestirse alguien que va a ver a su ex después de cuatro años, y más que nada, le dará una noticia tan importante como la que tengo. para darle.
¿Suelto, ceñido, largo, corto?
Miles de posibilidades y si sigo pensando, terminaré sin nada y la fiesta es mañana por la noche.
Con los nervios de punta, con la misma rutina que tomé desde el momento en que llegué, ingreso a la primera tienda que tiene algo que apenas capta mi atención.
La señorita que me atiende es amable.
Le explico un poco el evento que tengo y comienza a enseñarme vestidos de gala.
De todos los colores, largos y diseños posibles, pero ninguno llega a tomarme por completo. No me convence ninguno y son demasiado costosos como para llevar cualquiera y que no me guste.
Suelto un suspiro, encogiéndome de hombros.
“Supongo que este podría funcionar”, digo, más para mí misma que para la joven de veintitantos que me atiende.
“Lamento entrometerme, pero ¿Es solo un evento o tiene otra cosa más importante?»
“¿Qué?»
Sonríe nerviosa.
“Lo siento. Mi jefa a veces me dice que pregunto demasiado y quizás tenga razón. Discúlpeme”
La observo con el ceño fruncido.
Está demasiado consternada y se marcha a otro lado de la tienda, dejándome confundida porque no dije absolutamente nada sobre su pregunta.
Me quedo mirando los vestidos un rato más.
Ninguno llega a ser tan perfecto como para deslumbrarme y aunque traje un vestido, como última opción, quiero que esto sea perfecto o al menos sentirme segura en mi cuerpo para poder hablar con Adam después de tantos años.
Para cuando la empleada regresa, la observo de frente, con una media sonrisa.
“Es un evento del trabajo», comento, dejándola sorprendida.
“Pero también veré a mi ex esposo después de cuatro años. Eso es lo que me impide decidirme por uno, porque no sé qué impresión dar”
Creo que esta chica vive del chisme porque la sonrisa que pone es de oreja a oreja.
Está fascinada con lo que le conté y de repente, me toma del brazo jalándome hacia la parte trasera de la tienda, donde están los vestidores que, por cierto, son enormes.
Con un sofá bien acolchonado, cortinas del piso al techo y espejos a todo mi alrededor excepto por la puerta, me siento como en una de esas películas en las que la protagonista es tratada como si fuera una princesa.
Algo así como: ‘Mujer Bonita’.
“Tuvo que habérmelo dicho antes», dice la empleada, emocionada.
“Quédese aquí, yo iré por los vestidos que creo, van a funcionar con la ocasión”
Suelto un suspiro, encogiéndome de hombros.
“Entonces lo dejo todo en tus manos”
En lo que ella se va, una mujer viene con una bandeja en la que trae una copa de champaña junto a una botella.
Supongo que esto es lo que sucede cuando te dan tratos especiales, y aunque dejé la bebida, me permito disfrutar de unos cuantos tragos ahora que sé que no lo necesito para dejar mis problemas atrás.
En lo que espero, observo mi móvil y sonrío cuando veo una fotografía que me envió mi madre, de Brooklyn completamente cubierta de harina.
Le doy una respuesta corta, enviándole muchos besos, y para cuando guardo el aparato, veo que la misma chica que me atendió, ingresa con un solo vestido.
“Sé que dije que sacaría todo el arsenal, pero con su cuerpo y con lo que me dijo, entiendo que irá a un evento empresarial donde verá a su ex.
Alzo una ceja.
“¿Estás segura?»
“Casi tan segura como que ese hombre caerá rendido a sus pies de nuevo en cuanto la vea con esto”
Para cuando termino la prueba de vestuario, entrego mi tarjeta de crédito sin pensarlo.
La chica tenía razón; ese vestido es la pieza clave de confianza y una parte de mí que había olvidado por completo.
Casi salí sonriendo de allí cuando me dieron el traje, pues no necesita alteraciones y como terminé con lo mío, comienza la parte divertida de todo esto.
Durante días enteros estuve pensando en algo que comentó mi madre, que tuvo que ver con la presencia de mi hija en ese evento.
Por supuesto que puede asistir si quiero, pero ¿Quería en ese momento? Y la respuesta fue un rotundo no.
En mis planes primero estaba la idea de hablar con Adam, explicar lo que sucedió, hablarle de ella y de cómo pasó para que no tenga una sorpresa.
Siempre pensé que sucedería de esa forma, algo sensato, y aunque mi psicóloga no estuvo segura de si era una buena idea, al final terminó cediendo cuando le expliqué cómo funcionaba Adam, al menos en aquel entonces, un hombre que odiaba las sorpresas sin importar lo que fuera.
No quería que su primera impresión fuera atar cabos nada más, pero después de hablar con mi madre y saber que habrán otros niños en el evento, como ser los nietos de los mejores clientes al ser una fiesta con ambiente familiar y no tanto empresarial, decidí que no le haría mal a mi hija asistir.
Con el temor que siento de que se encuentren, mi madre me aseguró que haría hasta lo imposible por impedir que Adam se acercase a la niña y lo agradezco, porque prefiero que su primer acercamiento sea conmigo. Los tres.
Hablar con Adam es importante, pero también es importante para mí ver cómo están las cosas entre nosotros, dado que no hemos hablado en tanto tiempo.
Quizás mis pasos no sean los correctos, pero estoy aprendiendo que sin importar cuánto me esfuerce, jamás tomaré la decisión correcta, así que iré de a poco, dando pasos seguros y confiados para no trastabillar.
Necesito que esto se haga a mi manera, al menos hasta que Adam lo sepa, y me da cierta tranquilidad de que mis padres también estén de acuerdo en lo que quiero hacer.
Para cuando llego a una tienda infantil, busco un vestido para mi bebé que sea de mi mismo color. Lo hago en al menos cinco tiendas, hasta que una tiene lo que estoy buscando y como si no pudiera detenerme, le compro a mi hija unos zapatos que combinen, junto a una pequeña tiara, porque a ella le gusta sentirse princesa todos los días.
Sonriendo abiertamente, porque las cosas para mi hija me ponen de buen humor, salgo con las bolsas en las manos.
Camino por la vereda de la calle buscando el regreso a mi coche, cuando un edificio en frente capta mi atención, deteniendo mis pasos y mis pulsaciones en cuestión de segundos.
De repente, las manos me tiemblan, los vellos de la nuca se me erizan y no puedo ni siquiera respirar. ¿Cómo es posible que una simple fachada me afecte tanto y cómo demonios no noté que caminé por las mismas calles que solía recorrer cuando llevaba esa sortija en mi dedo?
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar