Esposo arrepentido -
Capítulo 111
Capítulo 111:
Mi esposa, quien la ha tenido difícil con un pequeño principio de depresión, se tomó el día libre para salir con su madre a un spa, llevar a Brooklyn, pasar tiempo de calidad con la pequeña e incluso ir de compras.
Por mí puede gastar todo el dinero que tenemos en la cuenta bancaria si quiere, pero no negaré que en estos momentos, la necesito más que nunca.
Vuelvo a mirar a mi hombrecito.
Phoenix está desnudo sobre el cambiador.
No tuvo mejor idea que cagarse hasta la nuca ahora que mamá no está y quedó a solas con el inútil de su padre quien lleva más de veinte minutos preguntándose cómo demonios hago para limpiarlo.
Incluso su cabello tiene pequeños restos de popó y claramente no puede estar así.
Tuve que desnudarlo, desechar la ropa que traía puesta porque esa tela ya no servirá otra vez, y desde entonces que lo desnudé llevo pensando qué demonios me toca hacer ahora.
¿Debería bañarlo?
¿Y si lo enfermo porque no sé la temperatura correcta del agua?
No quisiera provocarle ninguna clase de dolor o malestar a mi bebé y creo que lo sabe, por eso no ha entrado en pánico todavía pues ni una lágrima ha derramado.
“Bueno, pequeño. Creo que esto es un tema de hombres ¿No lo piensas igual?”, le digo, despertando el interés en mi hijo.
“Y como somos hombres y no queremos molestar a mamá con nuestros problemas, iremos por la segunda opción. Internet”.
Envuelvo a mi bebé en una manta que tampoco va a servir después de esto, pero tengo qué hacerlo.
El olor que se carga me tiene con el estómago revuelto, aunque cuando recuerdo que se trata de mi bebé es bastante tolerable.
Sin embargo, necesito ducharlo cuanto antes porque no tengo idea de cuánto tiempo se vaya a tomar su madre.
Antes de ir a mi habitación chequeo que mi pequeña Sidney siga dormida como la princesita tranquila que es, y finalmente voy a mi cuarto a buscar el móvil que dejé sobre la cama.
Tengo que cargar a mi hijo porque dejarlo en cualquier lado significa que tendré que descontaminar todo y por eso me embarro con la popó que tiene en su espaldita, la cual ha traspasado la delicada frazada.
Inhalo profundo, tecleando en Internet todas las dudas que tengo en mi cabeza y las cuales quisiera aclarar con mi esposa, pero para evitar molestarla o incitarla a regresar por temor a que yo no sea capaz de cuidar de mis hijos solo, no le pregunto.
Busco cuál es la temperatura adecuada en el agua para la ducha de un bebé, qué productos necesito, cómo sostenerlo en la tina porque sé que tenemos una tina ya que he visto a mi esposa bañar a nuestros hijos siendo su fiel asistente, y luego busco cómo ponerle un pañal.
Sigo todas las instrucciones.
Voy al baño de la habitación de los mellizos preparando la tina con agua a la temperatura adecuada, rebusco en los estantes con miles de productos veganos que Ava a comprado por temor a que las toxinas les hagan daño, recogiendo solo los necesarios.
Acomodo todo cerca de la tina con el asiento para bebés en el centro y luego voy hacia los armarios donde tienen toda su ropa acomodada.
“Campeón, no tengo idea de cómo combinaré tu ropa, pero eso es lo de menos”, le hablo para llamar su atención”
“Ahora lo importante es quitarte el olor a popó. ¿Estás listo?”
Una vez que escojo un enterito similar al que tiene su hermana puesto ahora mismo, tomo a mi bebé en brazos reproduciendo el video de la Internet para imitar la posición en la que lo coloca para que todo sea mejor.
Mi hijo, con sus grandes ojos azules, me mira con demasiada atención y me resulta extraño que no llore, ni nada.
Es como si-supiera que papá es medio inútil y no quisiera agregar más estrés a mi situación.
La mujer del video explica cómo debemos de lavarlos, con sumo cuidado, y luego explica cómo lavar su cabello.
De la forma en que ella toma al bebé me parece demasiado brusca.
Es como si no tuviera miedo a lastimarlo, o que se le caiga o simplemente a golpearlo.
Para mí es algo preocupante porque yo al menos, pienso a cada nada que voy a herir a mi bebé y es que he visto tantos casos en que un simple golpe acaba en tragedia que simplemente, me traumé.
Ava me repite miles de veces que nada malo les va a suceder, solo tengo que tener confianza en mí mismo, pero es difícil cuando sé que su salud recae en mí, por eso prefiero apoyar desde la distancia haciendo absolutamente todo lo que ella no puede hacer.
Limpio la casa, llevo a Brooklyn a su guardería, la apoyo en los proyectos que tomó en la empresa, lavo la ropa.
Prácticamente soy la mucama, pero necesitaba un respiro y acepté sin dudarlo cuando propuso contratar una niñera.
No quiero que ningún extraño se acerque a mis hijos.
La guardería de Brooklyn tuvo que pasar por una extensa investigación antes de ser escogida y no quería a ninguna extraña cuidándolos, así. sea por unas horas, por eso decidí convencerla de que yo podía cuidarlos.
Sé que puedo.
No era tan difícil en mi cabeza porque pensé que solo dormirán todo el tiempo.
Nunca pensé verme envuelto en esta situación, donde tengo que bañarlo a toda costa porque tiene popó hasta en la nuca y un aroma no tan agradable.
Cuando derramo un poco de agua sobre su cabecita, apenas intenta llorar.
Ya al segundo chorro lo hace y con ganas.
Hago de todo en ese momento.
Le canto, le hablo, intento que no se altere todavía más para que no despierte a su hermana, pero nada funciona.
“Phoenix, amor, necesito que dejes de llorar”, le digo, al borde del colapso.
“Papá terminará pronto y podremos sentarnos a beber leche juntos ¿Qué te parece la idea?”
Llora mucho más que antes.
Me apresuro a terminar de limpiarlo.
Con sumo cuidado lo levanto para poder limpiarle la espalda y quitarle el resto de jabón de la cabeza y finalmente lo envuelvo en la toalla, cosa que logra calmarlo aunque sea un poco.
Lo apoyo en mi pecho, buscando que se tranquilice.
El sonido que hace al respirar después de llorar, ese tan sentido, me provoca agruras en el centro de la garganta porque pienso de inmediato que lo hice mal.
Por supuesto que lo hice mal, con su madre ni siquiera lloran.
Con el peso de haber hecho todo erróneo, lo dejo en el cambiador donde comienza la batalla para ponerle el pañal.
Según Internet esto debería de ser algo simple y sencillo como quitar el lado del pegamento y unirlo después de ceñirlo a la cadera de mi hijo, pero por alguna razón intento dos veces y las dos veces termina con el trasero cruzado.
Dado que el bebé podría enfermarse, me pongo en mente hacerlo bien.
Con cuidado lo coloco sobre el pañal, lo ubico bien y agradezco que se quede quieto porque eso me da la posibilidad de que todo quede en orden.
De inmediato le coloco el enterizo.
Eso es lo más fácil de todo.
“¡Lo hicimos, bebé!”, digo emocionado porque la parte difícil haya terminado.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar