Esposo arrepentido -
Capítulo 112
Capítulo 112:
Suelto un suspiro buscando el cepillo para acomodarle los pocos cabellos que tiene.
“Mamá siempre dice que un niño, por más poco cabello que tenga, debe de estar presentable y no queremos que ella te vea desastroso cuando regrese ¿Cierto?”
Así que, deja que te arregle esa cabellera tuya.
A medida en que paso el cepillo por su cabecita, noto que lentamente va cerrando los ojos y de hecho, cuando levanto la cabeza para ver la hora, noto que sí es hora de dormir.
Agradecido con el de arriba por la tranquilidad que me espera ahora que se durmió, lo dejo en la cuna junto a su hermana para bajar las escaleras a preparar sus biberones.
De todo lo que significa el cuidado de niños, lo mejor de todo es preparar biberones porque Ava consiguió una máquina que calienta la leche a la temperatura natural de su seno en cuestión de minutos nada más.
Eso facilita demasiado las cosas cuando tengo que levantarme de madrugada a buscar biberones para mis hijos que por poco y no me la dejan seca a mi hermosa esposa de tanto que comen.
Coloco el temporizador, justo a tiempo cuando el teléfono de casa resuena por todo lo alto logrando que dé un salto.
“¿Hola?”, pregunto, notando el cansancio en mi voz.
“Hola, cariño. ¿Cómo van las cosas?”
“¡De maravillas, cielo!”, digo, recuperándome de inmediato cuando siento la voz de mi esposa.
“¿Qué tal la salida? ¿Lo estás disfrutando?”
Sentir su risa a través de la línea me da toda la felicidad del mundo.
Ava la ha tenido difícil el primer mes.
Después de llegar a casa con los mellizos, los cambios fueron abrumadores para ella, y no hablo de cambios en su rutina diaria porque cuidó de Brooklyn estando sola, sino de los cambios en su cuerpo.
Se vio mal, se desesperó y pensó que tenía que regresar a ser lo que era, e incluso la escuché una vez decir que había perdido algo en el proceso y eso me asustó.
Fue casi de inmediato que le pedí a la psicóloga venir a casa para darle sesiones una vez a la semana.
Fue ella la que propuso las salidas de Ava a solas, con nuestra hija, con su familia, nosotros en pareja, algo que todavía no ha sucedido por lo demandantes que son los mellizos, pero me alegra escucharla reír tan alegremente al otro lado de la línea, pues sé que mi esposita sigue ahí dentro, buscando florecer y sé que esta vez, dará flores incluso más hermosas que antes.
“Justo por eso llamo, cariño. ¿No te importa que cenemos fuera de casa Brooklyn y yo? Mamá nos invitó a una especie de cena de mujeres y…”
“Amor, por favor, aquí todo va de maravilla. Quédate todo lo que quieras, no te preocupes por nosotros”.
“¿Estás seguro? ¿Los niños no están llorando?”
“¿Llorando? Están conmigo, soy su padre. ¿Por qué llorarían conmigo?”
No quiero decirle que tuve que bañar a Phoenix porque sé que enloquecerá y comenzará a. hacer preguntas sobre el proceso y qué productos utilicé, además, no quiero molestarla con cosas mínimas como esas.
“Amor, puedes estar tranquila porque tengo todo baja control. Los niños están durmiendo, ahora preparo sus biberones y para cuando regreses estaré en la cama, seguramente. ¿Quieres que envíe fotografías?”
“No, cariño, claro que no. Confío en ti, de verdad, es solo que se siente extraño estar lejos de los niños y con los senos descubiertos”
Me río a carcajadas notando que el contador está a punto de finalizar.
“Descuida, que no se quedarán ahí por mucho tiempo. Tengo que dejarte, esposita, nuestros hijos me esperan”
Suelta un suspiro.
“De acuerdo. Bésalos por mí, regreso a casa en unas horas. Te amamos, papito”.
“Yo también las amo, hermosas”.
Cuando Ava cuelga, dejo el móvil y saco los biberones antes de que el temporizador comience a sonar porque no quiero que nada despierte a mis pequeños terremotos.
No ahora que estoy tan lejos.
Subo las escaleras dejando el móvil abajo, ingreso a la habitación de los niños notando que ambos siguen dormidos, completamente.
No quisiera despertarlos, pero a sabiendas de que este es el horario en que Ava les da los biberones, tomo a mi príncipe primero, colocándolo en mis brazos antes de tomar asiento en la mecedora de mamá.
Lo acomodo, luego al biberón y antes de pueda ponérselo en la boca, comienza a llorar con desesperación por haber olfateado el aroma de la fórmula.
“Tranquilo, cariño, quiero alimentarte, pero tienes que dejar de llorar primero”, susurro, meciéndolo al mismo tiempo para reconfortarlo, aunque sin éxito alguno.
“Por favor, vas a despertar a tu hermana”.
Phoenix está decidido a no ser de ayuda.
Ni siquiera quiere el biberón cuando se lo pongo en la boca, solo llora, desesperado por no poder tomar la fórmula que ya tiene a disposición.
“Por favor, amiguito, colabora con papá”
El llanto me estremece.
No me gusta que ninguno de mis hijos llore, mucho menos con tanto ánimo como lo está haciendo él ahora, y lo peor de todo es que no consigo que se calme.
De inmediato recuerdo a cómo se comportan con Ava y no se parecen en nada.
Phoenix ni siquiera llora estando a su lado, lo que significa que soy un padre terrible y ausente porque no puedo encontrar una forma en que tome su biberón, y para colmo, ese llanto despierta el de su hermana.
“Carajo”
Mascullo, arrullando a mi hijo.
Ambos llantos me están volviendo loco, pero no porque me desesperen, sino porque no sé cómo atenderlos a ambos.
“Tranquilos, hijos, yo puedo, en serio”
Supongo que eso va más para mí que para ellos, porque a este punto, tengo más de dos lágrimas en mis ojos que demuestran absolutamente todo lo contrario.
POV Ava:
Sostengo a mi hija en brazos. Brooklyn cayó dormida en el camino de regreso a casa, lo que era de esperarse porque su hora de dormir ya se pasó. Siempre soy estricta con eso, me fascina que tenga energía al día siguiente, pero por alguna razón pensé hoy que no sería tan malo que ella se desvelara conmigo.
Es la primera vez en meses en el que tengo la oportunidad de salir a solas con mi princesa, y aunque ella no se ha quejado del trato que recibe últimamente, sé que es completamente diferente al que recibía antes de tener a los mellizos.
Brooklyn es comprensiva.
Si bien siempre intentamos darle la atención que merece, bien se sabe que tener dos niños pequeños y nada de ayuda, dificulta demasiado el tiempo que le damos a cada uno.
Adam es quien más atiende a Brooklyn ahora.
Yo me he convertido en un saco de leche andante para mis pequeños y por eso comenzamos con la fórmula hace poco, para intentar tener un poco más de tiempo de calidad con los demás miembros de mi familia, principalmente nuestra primogénita.
Justo por eso. no me negué cuando mi madre nos invitó a un día completo de spa.
Pasar tiempo de calidad con ambas fue extraordinario porque incluso mi madre me ha sentido distante.
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