Esposo arrepentido
Capítulo 109

Capítulo 109:

“De acuerdo”

Me acerco a mi esposa tomándola por su rostro, plantando un beso sobre sus labios el cual se prolonga demasiado.

Cuando me alejo veo que tiene sus ojos cristalizados y eso me pone sentimental, pero intento no decir nada para evitar que se ponga peor.

“Te veré en poco tiempo, mi amor”

Ella suelta un suspiro.

“¿Listo para ser padre, esposito?”

Me río levemente, aguantando las lágrimas.

“Siempre, amor. Siempre”.

Todo lo que pasa a continuación es demasiado rápido.

Primero se llevan a mi esposa en su camilla hasta el ascensor.

Cuando las puertas se cierran, una de las enfermeras se quedó conmigo para llevarme por otro lado hacia la sala de espera donde tendré que prepararme.

Subimos al ascensor para no pacientes.

Ella presiona un botón que nos lleva hacia uno de los pisos que tiene iniciales y no números, por lo que cuando las puertas se abren, no me sorprende no encontrar a nadie.

La enfermera me indica mi lugar, luego viene a entregarme un equipo médico quirúrgico con el que podré entrar al quirófano por lo que ingreso al pequeño cuarto donde me permiten ponérmelo dado que debe de quedar esterilizado.

Con una bata, botas, gorro, cubrebocas y guantes, espero impaciente a que sea la hora en que me llamen para ver a mi esposa.

Observo las paredes en busca de un reloj para saber cuánto tiempo llevo aquí, pero no veo ninguno por ningún lado así que desisto al poco tiempo.

Frustrado por no saber, quiero caminar, aunque tampoco puedo hacerlo porque debo de quedar esterilizado.

Suelto un largo suspiro.

Para cuando levanto la mirada noto que una de las grandes puertas que nos dividía se abre, enseñando a una enfermera sonriéndome.

“Señor Byrne, puede pasar”, me dice.

De inmediato la sigo.

El nerviosismo que me invade es tan grande que las piernas apenas y me responden.

La sonrisa que tira de mis labios está temblando, mi propia respiración se siente agitada y apenas y puedo pensar con claridad.

Solo la sigo, sin importar qué pase a mi alrededor, mis ojos buscan con desesperación a mi mujer a quien encuentro segundos después, tendida en una cama con los brazos extendidos a sus lados para evitar que se toque o algo parecido.

Me mira con una sonrisa grande dejando ver su propio miedo a través de los ojos.

Es casi instantáneo el moverme a su lado, acariciando su cabello.

El aroma que desprende su cabello es como una droga para mí, a pesar del olor a desinfectante que nos invade en estos momentos.

“Llega justo a tiempo para ver nacer a sus hijos, Señor Byrne”, dice el doctor, haciéndome sonreír

“¿Están listos?”

Me ponen un banco junto a ella.

Tomo su mano y asiento al doctor posando la mirada en mi mujer quien parece demasiado tranquila a este punto.

Acaricio su cabello, sé que es algo que le gusta y dado que todavía no me puedo sacar el cubrebocas, lo único que puedo hacer es apoyar mi frente en la de ella.

“¿Cómo te sientes, amor?”

“Ya quiero verlos”, dice emocionada.

“¿Puedes creerlo? Vamos a tener a nuestros bebés”.

Sus ojos comienzan a derramar lágrimas y creo que es esa intuición de madre la que le dice que estamos tan cerca de ese momento pues se pone demasiado sentimental, cosa que es contagiosa en una situación como esta.

No dejo de mirarla a los ojos en ningún momento.

Quiero que se sienta acompañada, demasiado protegida por mí en caso de necesitarme, pero lo hace tan bien que incluso se ríe de los chistes malos que cuenta el doctor para despejarnos de la situación.

Y entonces sucede, sin siquiera esperarlo, un gran llanto le da la bienvenida a otro ser humano en esta Tierra y lo mejor de todo es que ese pequeño ser, es completamente nuestro.

Elevo la mirada de inmediato, buscando la procedencia de ese grito, encontrando a un bebé que es sostenido por el doctor mientras la enfermera corta el cordón umbilical. Rápidamente lo envuelven en una manta, y es cuando toman la azul que sé que se trata de nuestro pequeño Phoenix.

“¡No puedo creerlo, amor!”, dice Ava emocionada, apretando mi mano.

“¡Mi bebé, mi pequeño bebé!”

“Démosle la bienvenida a Phoenix Dawson Byrne”, comenta el doctor, haciéndome reír.

Imaginé este momento demasiadas veces, solo que jamás pensé que me pondría así de emocional, hasta el punto en que ni siquiera puedo hablar.

Mis manos me tiemblan, el corazón me bombea con fuerzas y apenas puedo mantenerme de pie cuando una enfermera me lo entrega envuelto en su manta azul marino.

Se siente demasiado irreal, lo puedo jurar.

Soñar durante meses con cómo sería su rostro, imaginarme que tendría pelo y qué tan largo sería, todas esas preguntas que por meses no tuvieron respuestas, las tienen ahora que cargo un pequeño ser humano que se retuerce con pocas ganas pues seguro apenas está notando que no está donde siempre.

Tengo que parpadear para que las lágrimas salgan de mis ojos, despejando mi visión.

Quisiera quedarme en esta posición para el resto de mi vida, pero me agacho un poco, acercando al bebé al rostro de su madre quien llora tanto que apenas puede decir palabras en susurros.

“Lo siento, pero tengo que llevármelo”, dice la misma enfermera que lo dejó en mis brazos.

“Los llevaremos a su habitación en cuanto estén listos”.

Solo con esa seguridad lo dejo partir.

Apenas lleva minutos en este mundo, en mis brazos, y ya me siento vacío cuando me lo quitan, sin embargo regreso a la posición que tenía, sosteniendo a mi esposa, cuando nos anuncian que nacerá nuestra pequeña bebé.

Beso la frente de mi esposa en repetidas ocasiones.

Acaricio su cabello, cierro los ojos con fuerzas y espero el grito el cual no tarda para nada en llegar, y para este momento, solo soy un saco de alegría porque todas las inseguridades, los miedos, el pánico de pasar por este momento, se terminaron por completo.

Tomo el rostro de Ava y planto mis labios sobre los suyos durante varios segundos antes de que venga la enfermera, con nuestra hija en brazos para presentárnosla.

Mi pequeña bebé es más pequeña en tamaño que su hermano, pero es tan bella como los demás. Con su ceño fruncido sé de inmediato que es toda una Dawson, que vivirá alterada por todo e intentando mantener el control de cualquier cosa a su alrededor y no podría estar más feliz al saber que una pequeña copia de mi esposa recorrerá la casa.

Beso su mejilla dejando que una de mis lágrimas moje su tierna piel en lo que la bajo para que su madre la conozca.

Y es en este momento, sosteniendo a mi recién nacida, observando a Ava llorar de alegría, en el que me doy cuenta de lo afortunado que soy.

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