Esposo arrepentido -
Capítulo 107
Capítulo 107:
Cuando escogí el nombre de mi hija jamás pensé que tendría más hijos, mucho menos que se llamarían como ciudades también porque en realidad, el nombre de Brooklyn lo escogí de último momento.
“Bueno, yo escogí el de Brooklyn. Creo que debes escoger estos”, le digo, lo que lo deja por completo sorprendido.
“¿De verdad?”
“Sé que tomarás la decisión correcta y estaré de acuerdo en lo que quieras”, afirmo.
“Wow, cariño… Eso es… gracias, amor. De verdad, me esforzaré”.
Sonrío levemente, acariciando su mano.
“De verdad, sé que escogerás nombres hermosos”
“Gracias, carino”, sonríe.
Quiere decir otra cosa, pero su móvil sonando nos silencia a ambos.
La conversación es corta, por el tono y la burla en das palabras de Adam sé que se trata de su padre.
“Quiere que vayamos. Nos están esperando”
Se pone en la tarea de llevarnos a casa.
En el camino aprovecho para cerrar los ojos un momento y pienso en cuán afortunada soy últimamente.
Mi relación con Adam no podría ir mejor.
Estamos a solo dos sesiones de terapia de terminar con eso y quizás regresar dentro de un año para una revisión o cuando tengamos problemas, sin embargo continuamos para hablar cosas que quizás en privado no nos animamos por miedo a decirlo de mala manera, como el ser cómo llevé mi primer embarazo.
Todavía hay cosas que cuestan decir y a él escuchar, pero para mi suerte, estamos bien.
Más que eso diría.
Llevamos un matrimonio estable, con una hija que crece cada día a pasos agigantados.
Tan brillante, tan malcriada y tan hermosa que, en palabras de su padre, será toda una rompecorazones cuando crezca, aunque ninguno de los dos quiere que ese día llegue porque significaría que nos estamos haciendo ancianos.
En fin, muchas cosas cruzan mi mente en lo que llegamos a casa.
Estamos a solo unas cuantas cuadras de llegar al barrio privado, cuando él me llama.
“¿Cariño?”
“¿Sí, amor?”
“Creo que tengo los nombres perfectos”, comenta.
“¿Tan rápido?
“Bueno, no negaré que llevo días pensando en esto, pero no quise decir nada hasta no estar seguros”.
Sonrío, imaginándomelo pensando en nombres durante todo el día en el que se pasa trazando líneas para casas o empresas de nuestros clientes.
“¿Y bien?”
“¿Qué te parecen Phoenix y Sidney Byrne?”
“Son hermosos, cariño. Muy lindos”.
“¿Pero te gustan o solo lo dices porque yo los escogí?”
“Lo digo porque puedo imaginarme a nuestros hijos con esos nombres”, admito.
“Y me fascina que tengan una conexión con su hermana. Es algo que jamás olvidarán”.
Sonríe con ganas, tomando mi mano para besarla en lo que entramos en nuestro hogar.
Adam estaciona el coche detrás del de su padre, todos bajamos y luego viene hacia mí, besándome con ganas, antes de que podamos llegar a la puerta incluso.
“Entonces están decididos ¿Cierto?”, pregunta, sosteniéndome en sus brazos.
“Claro que sí”, respondo en sus labios.
“Ahora vamos, tenemos que disfrutar del cumpleaños de cierta personita ¿No es así, Brooklyn?”
“¡De mi cumpleaños, mami!”
“Así es, cariño”
Adam la sostiene en sus brazos y la acerca a mí para que pueda besar su mejilla.
La emoción me corroe de nuevo porque como dije, mi vida nunca había sido tan buena.
Por fin tengo todo lo que siempre quise, y es una familia saludable, con hijos saludables y un esposo que nos pone como prioridad.
Al fin se me dio mi final feliz.
“¿Por qué llora mami?”, le pregunta mi hija a su padre.
“Porque estamos felices, amor. Felices de que cumplas un año más y yo… te amo Brooklyn, lo sabes ¿Cierto?”
Ella asiente.
“Sí, papi”.
Él me toma de la cintura, abrazándonos a ambas al mismo tiempo, demostrando que siempre puede con las dos y con los dos más que vienen en. camino.
Y antes de entrar a lo que es la fiesta de cumpleaños de nuestra hija, me fascina tener este pequeño momento familiar.
“Feliz cumpleaños, mi pequeña princesa”
POV Adam:
En cada visita médica a la que asistimos, no se cansaron de repetirme que aprovechara el tiempo al máximo porque los días pasaban en un abrir y cerrar de. ojos.
Y lo hice, aproveché todo lo que puse, sin embargo, no quiero que termine.
Ava llegó al final del embarazo.
Al ser mellizos y ser demasiado grandes nos propusieron hacer una cesárea programada.
Algo en lo que ambos estuvimos de acuerdo desde el inicio.
Me encargué de tener todo listo para cuando llegara el día.
Preparé la habitación de los mellizos, instalé cada mueble con mis propias manos y le ayudé acomodar cada pequeña prenda que compramos, la que nos obsequiaron y las heredadas de su hermana mayor.
Instalé los cambiadores, los pañales.
Acomodé cada juguete y junto a Brooklyn hicimos las cunas para nuestros pequeños retoños sin saber que ese día se estaba acercando con demasiada premura.
Tanto, que ciertamente, en un abrir y cerrar de ojos, el día llegó.
Estamos en él.
Los nervios me corroen, pero ella luce demasiado tranquila tendida en la cama, con intravenosa y esperando a que la lleven a la sala de operaciones.
Incluso está viendo la televisión mientras que yo tengo un maldito mar de m!erda dentro de mi cabeza.
Desde que ingresamos a este hospital no he dejado de pensar en todas las cosas que podrían salir mal.
No he querido decirlas en voz alta por temor a asustarla o por temor a llevarme una reprimenda, pero es que desde el principio anduvimos de puntas de pie con respecto a los mellizos y ahora el pánico está triplicado.
Hasta siento que voy a tener un maldito ataque de pánico.
Por décima vez llamo a mi suegra para preguntar cómo se encuentra mi bebé.
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