Esposo arrepentido -
Capítulo 106
Capítulo 106:
Adam carga a Brooklyn posándose ambos a mi lado observando la pantalla y ella mueve el aparato sobre mi piel después de esparcir ese gel frío que me provoca cosquilleos.
“Bueno, vamos a ver si. este parcito se deja ver hoy”, comenta la doctora Ross.
“Tienen buen tamaño y peso, la bolsa de cada uno tiene el líquido suficiente y se están desarrollando de forma correcta”.
Suelto un suspiro.
Personalmente, eso era lo único que quería escuchar.
Lo demás es solo un plus.
“Tienen sangre de mi esposa, es obvio que nacerán fuertes”, dice Adam, haciéndome reír.
“¿Algo más? ¿Se están dejando ver?”
Ella sonríe.
Después de varios minutos de silencio, de presionar teclas y hacerme por demás la sorda porque no respondió ante nuestra insistencia, se voltea a vernos con una expresión demasiado feliz en su rostro.
“¿Ya escogieron nombres?”
“No, pero tengo una apuesta corriendo así que necesito saber”, dice Adam.
”¿Se dejaron ver?”
Asiente, apuntando la pantalla.
“Puedo confirmarles que… el bebé es un hermoso varón. Felicidades”.
Presiono la mano de Adam para luego sentir el beso que deja sobre mi frente.
La emoción que siento la tengo que contener para dejar que hable, pero tengo tantas ganas de gritar ahora que sé que tendré un pequeño Adam que mis ojos se cristalizan al instante.
Producto de la emoción y de las hormonas alteradas.
“¿Y el bebé B?”
“Bebé B es… ¡Una niña!”
“¡Te lo dije!”, grita mi esposo, haciéndome reír.
A los pocos segundos posa un beso sobre mis labios.
“¡Te dije que sería una niña y un niño! ¡Intuición de padre no se equivoca nunca!”
Termino carcajeando junto a la doctora.
La emoción de Adam es tanta que acaba por enviarle un video cantando que serán un niño y una niña a su padre, solo para que haga la transferencia del dinero que para él, es solo un cambio, aunque el mayor premio es el de ganarle a su propio padre.
“¡Wow!”
“¿Emocionada, Brooklyn?”
“Dije que serían niño y niña”, responde mi hija sonriendo.
”Ahora tendremos a Galleta y Woody”.
La doctora me mira con el ceño fruncido, en busca de respuestas.
“Son los nombres que propuso para los niños, Originales ¿Cierto?”
“Demasiado”.
Después de darme las fotografías que tomó y también las indicaciones que debo de seguir ahora que mis bebés están por llegar al fin del segundo trimestre, a lo que Adam presta una notable atención, me permite limpiarme y finalmente, salir del consultorio.
Apenas la puerta se cierra tras nosotros, Adam me toma de la cintura, acercándome a su pecho para tomar mis labios en cuestión de segundos.
Su boca juega con la mía por un tiempo corto, pero lo bastante memorable e intenso como para dejarme con las piernas temblando, deseando sentirlo en todas partes.
Como dije, hormonas alborotadas.
“Qué feliz me haces, esposita”
“Podría decir lo mismo. Ayudaste a crearlos”.
Me guiña un ojo.
“Espero que recuerdes este momento dentro de un año cuando te pida tener más”.
Ruedo los ojos.
“Y dale con eso”.
“Es que sí quiero más”.
“No vamos a tener un equipo de fútbol en casa. Mucho menos ahora que sabemos que cada embarazo puede venir por partida doble”
“Eso lo hace todavía más interesante ¿No crees?”
Golpeo su pecho, alejándolo de mí.
“No, es como si jugáramos a la ruleta rusa con todas las balas en la recámara del arma”.
Se encoge de hombros haciendo una mueca.
“No me importaría dispararte todas las balas que tengo”, comenta, haciéndome reír.
“Ya, ya, primero veremos cómo nos va con estos y luego preparamos los siguientes”.
Dejo el tema por la paz.
Tomo la mano de Brooklyn y comienzo a caminar hacia la salida a sabiendas de que viene detrás nuestro.
Adam no ha dejado de preguntar e insistir en tener más hijos, incluso antes de que estos lleguen a término y ciertamente se ha vuelto un poco posesivo con nosotros.
Quiere tenernos todo el tiempo cerca, cuando dormimos está todo el tiempo rodeándome con su brazo y no quiero ni pensar en cómo se pondrá cuando tengamos a los bebés, así que primero veré cómo se comporta y luego pensaré en darle más hijos.
Por el momento, la fábrica cierra en cuanto de a luz.
Para cuando llegamos al coche, me abre la puerta y luego asegura a nuestra hija en su asiento.
Cuando cierra la puerta del conductor, me observa con detenimiento, lo que me deja confundida.
“¿Qué?”
“Se me acaba de ocurrir algo”, comenta.
“¿Qué cosa?”
“¿Qué es, papi?”
“¿Por qué no ponerle un significado a los nombres de nuestros hijos?”
Niego con mi cabeza levemente.
“No te estoy entendiendo”, susurro.
“¿Qué significado?”
“Bueno, Brooklyn es el nombre de una ciudad ¿Cierto?”
Asiento, todavía sin pillar el hilo.
“¿Por qué no buscar nombres de ciudades para los mellizos?”
“Esa es una idea genial. ¿Qué opinas, Brooklyn?”
“No, yo quiero galleta y Woody”
Se cierra, haciéndonos reír.
Giro para ver a mi esposo quien me mira completamente emocionado.
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