Esposo arrepentido -
Capítulo 105
Capítulo 105:
El tiempo pasa en extremo rápido y es increíble que todo esté avanzando tan aprisa.
Siento que fue ayer cuando supe que estaba embarazada y ahora estamos de camino a hacernos una de las ecografías más importantes, puesto que nos dirán, si es que se dejan, cuál será el se%o de los mellizos.
“Papá me apostó doscientos mil dólares a que ambos son niños”
Afirma mi esposo emocionado.
Al contrario de él, estoy en shock.
“¿Apostaste por el se%o de tus hijos doscientos mil dólares?”
“¿Qué? Me llamó gallina, amor y sabes que no puedo no responder ante ese insulto”, comenta.
“Además no tienes de qué preocuparte, eso es dinero seguro”
“¿Seguro para quién?”
“Para nosotros, porque no hay forma que no tengas una niña en ese v!entre”.
Me carcajeo, negando con la cabeza.
“No puedes asegurarlo”
“Claro que sí”
Afirma.
“MiI hija y yo tenemos una conexión extraordinaria ¿Cierto, cielito?”
“¡Sí, papi!”
“Y cada que beso. tu v!entre, uno de los bebés patea más que el otro, tú lo dijiste, así que no hay forma en que ese bebé no sea una niña”.
Suelto un largo suspiro.
“De no ser así, sabes que tendrás que darle el dinero a tu padre ¿Cierto?”
Muerde su labio inferior.
“Será así, no te preocupes. ¿Tú qué opinas, Brooklyn?”
La mira por el espejo retrovisor.
“¿Quieres niño o niña?”
“Un bebé varón y una bebé mujer”, dice ella, obedientemente a la pregunta de su padre.
“¿Serán pequeños?”
Asiento, volteando para verla.
“Lo serán, y tendrás que cuidarlos. Serán tus hermanos menores”.
Luce confundida y es que todavía no comprende bien lo que significa que tendré dos bebés.
Ayer incluso le dijo a mi madre que le daría a los bebés para que los tuviera ella, como si fuera que es así de sencillo, pero cada día intentamos hacerle comprender un poco más los cambios que habrán en casa porque obviamente los habrán y ella será quien más los sufra.
Planeamos incluso que mamá se mude a casa por dos semanas para que podamos turnarnos en darle atención a Brooklyn para ver sus películas favoritas o llevarla al cine que se ha vuelto una de sus actividades favoritas.
“¿No van a crecer?”
“Crecerán, así como tú lo haces cada día”.
Frunce el ceño.
“Yo nunca fui bebé”.
Me río.
“Claro que lo fuiste y eras la bebé más hermosa de todas”, comento, haciéndola reír.
“Tenemos que pensar en nombres, ¿Tienes alguna sugerencia?”
“Quiero que se llame galleta si es niña”.
Adam cruza una mirada con la mía, una de completo desconcierto.
“¿Galleta, amor?”
Se encoge de hombros.
“Me gustan las galletas, papi”.
“Lo sé, cariño, pero ¿Por qué no pensamos en algo más tradicional?”
“Me gusta galleta”, repite.
“Y si es niño…”
“Mmm… ¡Woody! ¡Galleta y Woody!”
Ambos nos reímos.
Es bastante obvio que una de sus películas favoritas es Toy Story.
Se enamoró de los juguetes y hasta se despierta por las noches creyendo que sus propios juguetes le van a conversar, lo que es irracional para un adulto, pero no para una niña de su edad.
Tanto su padre como yo nos sumimos en una conversación con ella acerca de sus personajes favoritos en lo que nos acercamos a la clínica donde nos harán la ecografía.
Mi hija sebaja emocionada, para ella. esto es una salida que va a culminar de la mejor manera y para nosotros es un momento crucial.
Mi madre no ha dejado de llamar preguntando si nos permitieron entrar antes, incluso cuando sabe que se atiende por turno, y el padre de Adam ya le envió una lista de los posibles nombres que combinan con el apellido Byrne.
Desde el momento en que supieron que serían mellizos, nuestros padres han perdido por completo la cordura.
Los tuve que escuchar durante semanas el discutir sobre a quién se parecerían más, sobre quién los cuidaría más, sobre cómo serían los horarios de visita y eso que ni siquiera los tenemos con nosotros todavía, pero jamás dije en voz alta lo emocionada que estaba cada que los oía hablar sobre nuestros hijos porque esa fue otra cosa de la que me perdí con Brooklyn, la locura familiar, por eso intento disfrutar de todo en esta etapa, incluso las cosas que llegan a frustrarme a veces.
“Toma mi mano, hija”, le dice Adam, luego de ayudarme a bajar.
Como toda una familia, ella va tomada de su mano mientras que a mí me lleva con los dedos entrelazados, algo que nunca cambia en nosotros.
Dado que ya conocemos el lugar, la enfermera nos hace pasar a la. sala de espera donde no nos quedamos más que cinco minutos en lo que la paciente anterior de mi doctora, abandona la habitación permitiéndonos a nosotros el paso.
“Tú debes de ser Brooklyn”, le dice la doctora Ross a mi hija, quien asiente orgullosa
“¿Lista para ser hermana mayor?”
“Listísima”, comenta mi bebé, haciéndonos reír.
“Cuéntame, Ava, ¿Qué tal estos meses?”
Me indica que tome asiento en la camilla mientras le relato mis síntomas.
Si bien no fueron graves, porque pudimos controlar el vómito en el cuarto mes, ahora siento el doble de cansancio que antes.
Me asegura que todo se debe al peso que cargo y que para mi mala suerte no va a disminuir, sino que se va a incrementar a medida en que pasen los meses.
También pregunta por mis antojos, a lo que Adam responde que lo que más he comido en estos días fue atún con crema batida y sopa instantánea.
Ciertamente no se equivoca.
Para otros es un asco, pero para mí es de mis comidas favoritas.
Me pide que me levante la blusa que llevo puesta, descubriendo mi abdomen.
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