Esposo arrepentido -
Capítulo 100
Capítulo 100:
Él intenta con todas sus fuerzas tener todo el peso sobre sus hombros, de absolutamente todo, y por eso no nos hemos visto mucho estos días puesto que incluso tomó mis trabajos para evitar que yo me frustre, cosa que suelo hacer demasiado cuando las cosas no me salen como quiero.
Está trabajando más de la cuenta, amaneciéndose en su despacho o en la oficina donde varias veces tuve que llevar a Brooklyn para almorzar juntos al menos.
Como dije, quiere hacerse cargo de todo y de todos, y creo que es momento de comenzar a retribuirle todo el amor que él nos ha dado puesto que, ahora mismo me siento tan amada como nunca antes.
Las lágrimas abandonan mis ojos y no quiero contenerlas porque esta era la segunda meta por atravesar, ahora solo nos queda llegar a la recta final.
“Lo estamos haciendo bien, mis bebés”, susurro, acariciando mi v!entre.
Mi momento se convierte en nuestro cuando las manos de mi esposo me acarician desde atrás, posándose sobre las mías.
Adam apoya su mentón sobre mi hombro izquierdo, observándome a través del espejo con una leve sonrisa y miles de emociones en sus ojos.
“Felices doce semanas”, susurra, posando un beso sobre mi cuello”
“Felicidades, mami”.
“Estoy orgulloso de ti”.
Sonrío, débilmente, más que tomada por las emociones.
“Todo gracias a ti. Me has cuidado tan bien todas estas semanas que nada podría haber sido posible sin tu ayuda”.
Mis palabras lo emocionan hasta el punto en que tiene que ocultar sus ojos de mí porque siempre que comenzamos con el proceso de agradecimiento terminamos siendo completamente sacos de lágrimas.
“No puedo creer que ya cumplan tres meses”, susurra.
“El tiempo pasa demasiado rápido. Quisiera disfrutarlos más”.
Suelto un suspiro.
“Espera a que nazcan. Sentirás que parpadeaste y de repente ya cumplen dos años”.
“No, siempre serán mis bebés. Retrasaré sus años lo más que puedas”.
Me río de su comentario volteando para enredar los brazos en su cuello”.
“No puedes hacer eso, pero soñar no cuesta nada”.
“Tres meses… carajos, nos quedan poco más de cuatro meses para disfrutar de tu v!entre y todavía no ha crecido nada”, se queja, tomándome de la cadera.
“¿En qué mes te salió el v!entre con Brooklyn?”
Inhalo profundo, recordando los tiempos de embarazada a los que casi no les presté atención por todo lo que tenía que hacer en ese momento.
“A los siete o seis y medio, no recuerdo bien”.
Frunce el ceño.
“¿Tanto? Te embaracé para verte con el v!entre grande. Creo que te verás muy sensual cuando llegue ese momento”.
Niego con mi cabeza.
“Créeme que no”, le corto.
“Con Brooklyn parecía una maldita vaca, además de que estaba tan hinchada que sentía que la piel se me abriría si llegaba a colocarme un zapato más de tacón”.
“¿Zapatos de tacón? ¿Los usaste hasta que diste a luz?”
Me encojo de hombros.
“No, pero los usé hasta que tuve que dejar la oficina, casi a los cinco meses. Créeme que fueron los meses más horribles de mi vida.
“¿No disfrutaste nada?”
“No, nada. Cada que quería disfrutar tenía miles de emociones cruzadas, y miedos, incertidumbre mezclada con culpa y prefería no pensar en ello ni en lo que vendría. A fin de cuentas, pasé todos esos meses enfocada en el futuro, en lo que le daría a mi hija y en lo feliz que me haría. Nada más”.
Con la terapia comprendí que al pasado no hay que dejarlo tan atrás.
El hecho de que nos diésemos una segunda oportunidad no significa que lo que hicimos queda olvidado, sino que podemos hablarlo y en. cada oportunidad que tenemos.
Conocemos más de otro en ese largo lapso de tiempo en que estuvimos separados, solo que lo hacemos sin rencor, ni deseos de venganza o crucificar al otro, sino con un pleno deseo de esforzarnos por ser mejor que esas viejas versiones.
“¿Y ahora lo estás disfrutando? Porque no quisiera que tuvieras la misma experiencia dos veces”, menciona, claramente preocupado por mi estado mental.
Exhalo el aire que tenía contenido, lanzándome a por sus labios.
“Estoy disfrutando cada momento”, admito con franqueza.
“¿Quieres saber por qué? Porque estás a mi lado. El esfuerzo que haces por ocuparte de todo sé que no desaparecerá cuando tengamos a los mellizos. Sé que serás de ayuda y…”
“¿Ayuda?”, pregunta con el ceño fruncido, a lo que asiento, pero no queda para nada satisfecho con mi respuesta.
“Amor, todo lo que hago y lo que haré cuando los tengamos con nosotros no es ninguna ayuda, es mi obligación contigo y con ellos. Cambiar un pañal sucio, desvelarme porque tengan hambre y llevarlos a las consultas médicas no será ayuda, será ejercer mi paternidad, la parte que me toca y por ahora mi principal meta es que disfrutes del tiempo en casa con ellos, con Brooklyn…”
“¿Y contigo? Pasas tanto tiempo trabajando últimamente que te vemos poco”.
“Lo sé, amor. Solo unas semanas más en lo que termino de entregar todos los trabajos y dejaré que otro se encargue”, dice con firmeza
“Me tomaré una larga licencia por paternidad y quizás regrese al trabajo cuando los mellizos cumplan cinco años”.
Me río a carcajadas.
“Sí, quisiera ver a Adam Byrne sin trazar líneas rectas en un plano por tanto tiempo”
Ironizo.
“Puedo hacerlo”
Me corta,
“Además, serán pequeños y nos necesitarán a ambos”.
“En eso tienes razón, pero quizás podamos volver al trabajo cuando tengan un año”
Hace una mueca.
“Creo que será pronto, aunque lo veremos sobre la marcha”, susurra, besando mis labios.
Sus manos siempre están en mi v!entre bajo, acariciando a nuestros hijos, incluso cuando está durmiendo.
“¿Irás a la ducha? Porque tengo una cita contigo para dentro de dos horas y tengo que prepararme bien, según dice la invitación”.
Muerdo su labio inferior antes de alejarme.
“Sí, iré a la ducha y luego bajaré a preparar el desayuno”
Eso no le agrada, lo veo cuando rueda los ojos.
“Puedo preparar el desayuno, cariño”
“Sí, lo sé, pero será mejor que comencemos a hacer entrevistas para contratar una mucama. Al menos tres veces por semana. Tu v!entre crecerá, te pondrás pesada y no quiero que te estreses por nada”.
Niego con mi cabeza.
“Una mucama me parece demasiado”.
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