Esposo arrepentido -
Capítulo 10
Capítulo 10:
Mi bebé asiente contra mi cuello.
“Pues voltea”
Brooklyn enseña su rostro, enrojecido por las lágrimas al igual que sus labios y mejillas, pero con un azul tan centellante en sus ojos que deja a mis padres sin palabras.
“Ellos son tus abuelos”, le digo.
“Son mi mamá y mi papá”
“¿Tienes mamá y papá?”
Sonrío, alegre de que incluso en esta situación, ella pueda alivianarlo todo.
“Claro que sí, y tú tienes abuelos. Son ellos. Saluda”
Sorbiendo por su nariz y elevando el mentón, cosa que me recuerda a Adam, intenta sonreírles a las dos personas que no pueden creer que esto de hecho esté sucediendo.
“Hola”, dice, con su dulce y tierna voz.
Mis padres levantan la mano para saludarla y lo único que pueden hacer es observarla fijamente.
A este punto, no sé qué más decir y mi bebé tampoco porque no entiende lo importante que esto es, por eso vuelve a aferrarse a mi cuello mientras mi padre se lanza a llorar y mamá me mira como si no me conociera en absoluto.
“Entremos a la casa”, susurro.
“No quiero que esto lo escuche nadie”
Me permiten el paso y una vez dentro, tomo asiento en el sofá de la sala, Brooklyn saca su mirada de mi cuello para ver mejor la casa.
Creo que el espacio es lo que la sorprende ya que si nuestra casa es grande, esta es cuatro veces más que la nuestra.
“¡Mira qué bonito, mami!”, señala una de las pinturas de mi madre, lo que la deja sorprendida.
Tiene que carraspear para encontrar su voz y cuando lo hace, me mira con cierta animosidad.
“¿Te gusta?”
“Sí, es bonita”
“¿Tú pintas?”
Emocionada, mi bebé asiente.
“¡Tengo muchas pinturas en casa!”
Es cierto, tiene tantas pinturas que solo mi habitación se ha quedado libre de su faceta artística.
“Eso es tan lindo. ¿Cómo te llamas, lindura?”, pregunta papá, fascinado con la belleza de mi hija.
“Brooklyn”, dice, haciéndonos reír a todos.
“Es un nombre tan hermoso”
Ambos están observándola con detenimiento.
Es más que obvio que las preguntas sobre quién es su padre están de más, pues es bastante notorio el parecido y me alegra que no sea solamente a mi parecer.
Creo que ninguno sabe cómo continuar y por eso bajo a mi bebé de mis brazos, entregándole su mochila, donde guarda la mayoría de sus juguetes y un cuaderno con marcadores para cuando se aburra.
“¡Janet!”, grita mi madre entonces, haciéndola saltar de un susto.
“Lo lamento, querida, pero no encontré otra forma de llamarla”
“No te preocupes, está bien”
A sabiendas de que les costará hacerse a la idea de que ahora tienen una nieta, no me encuentro en posición de reclamarles nada, mucho menos que grite en su propia casa.
Janet, la nueva empleada supongo, viene hacia nosotros con una sonrisa, observando a mi bebé con detenimiento.
“Querida, ella es mi nieta. ¿Podrías prepararle algo de comer? Seguramente está con hambre”
“Oh, claro que sí”
No guarda su sorpresa.
“¿Quieres venir conmigo linda?”
Mi hija se voltea a verme, pues siempre le digo que antes de hacer las cosas, debe de pedir mi permiso.
“Ve, cariño, pero lleva tus cosas así no te aburres en lo que prepara la comida ¿De acuerdo?”
Levanto la mirada para ver a Janet.
“Es alérgica a las fresas, así que nada de fresas, por favor”
Ella me sonríe.
“Por supuesto”
Toma a mi hija de la mano, adentrándola hacia la cocina y por primera vez no me siento asustada o temerosa de que algo vaya a sucederle porque sé que la casa de mis padres es demasiado segura.
Tienen seguridad en la entrada, cámaras en todas partes y perros en la parte trasera que avisan de cualquier movimiento.
Entonces me enfrento a las miradas juzgadoras frente a mí, las cuales esperan una explicación en silencio.
Suelto un suspiro, jugando con mis manos.
El ambiente se siente tenso, mis padres, o al menos papá, jamás había guardado silencio como hasta ahora, observándome como si en verdad yo hubiera cometido un acto terrible, el cual creo que sí hice.
“Quieres explicar o tendremos que adivinar?”
Comienza mamá.
“Porque si vamos por adivinar, creo que puedo decir con total seguridad que el padre de esa niña, es Adam”
Asiento, logrando sacarle un bufido.
“No le erraste”
“Y supongo que al igual que nosotros, no tiene idea de que tiene una hija”
La acusación en su voz me duele, pero es lo que me merezco y por eso no digo nada más que la verdad, asintiendo.
“¿Cómo pudiste hacerle esto? ¿Cómo pudiste hacérselo a tu propia hija?”, grita alterada.
“¡Perdiste la cabeza!”
“Mamá…”
“¡Mamá nada! Ocultaste a esa niña durante ¿Qué? ¿Cuatro años? Y ahora te apareces con ella en la puerta, le dices que somos su abuelos y la niña ni siquiera se inmuta. ¿Qué le hiciste?”
Las lágrimas se asoman.
Sabía que sería quien más tendría para decir, pero jamás pensé que utilizaría palabras tan duras como estas.
“Creo que debemos calmarnos y dejar que nos explique, porque quiero creer que tienes una buena explicación”, interrumpe papá, tomando a su esposa de la mano.
Tomo aire.
Tengo a dos personas frente a mí, esperando por un discurso que practiqué durante mucho tiempo en lo que venía hacia aquí, pero del cual ahora no me sale nada.
Pensé tanto, para llegar a este momento con la mente completamente en blanco, así que me toca improvisar y la mejor forma de hacerlo, es contando la verdad desde un principio.
“Supe del embarazo al poco tiempo en que me fui a Londres”, susurro.
“No sabía cómo reaccionar. Acababa de suceder lo del secuestro, tenía demasiadas emociones encontradas y supongo que no quería enfrentar lo que estaba pasando”
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar