Enamorado de mi ex esposa -
Capítulo 1691
Capítulo 1691:
“Bueno, adelante”.
Aceptó su ofrecimiento.
María sonrió, aliviada mientras comenzaba a secar la ropa en el balcón. Iba a guardar los vestidos que Julia le había regalado a Amber, en especial aquellos que no podía ponerse durante el embarazo.
Amber podía vestirlos después de dar a luz.
“Hablando de la Señora García, ¿Por qué no llegó todavía?”.
Desacostumbrada, ya que Julia la solía visitar a esa hora. A pesar de pensar en eso, María no le dio demasiadas vueltas al asunto porque quizá estaba atrasada o había tenido que encargarse de un asunto urgente.
Después de todo, a veces surgían acontecimientos cuando menos se lo esperaban. Graciela no permaneció allí por mucho tiempo. Amber tenía compañía, así que se retiró primero.
Amber la llamó: “Espere, Señora Lara”.
“¿Qué sucede, Amb?”.
La Señora Lyon se colocó el bolso en el hombro y se apresuró a mirar a Amber. Tomás dejó de contar la historia para observarla también; esta se mordió el labio con expresión confundida.
“No es nada, pero vigile a Cole”.
“¿Cole? ¿Qué le sucede?”, preguntó la Señora Lyon.
“No estoy en posición de explicarlo. Eso es todo lo que puedo decirle. Solo vigílelo”.
Amber sacudió la cabeza sin revelar demasiado.
La Señora Lyon entendió que había una razón por la que Amber dudaba en decirle, así que asintió.
“Muy bien. Lo tendré en consideración. Te visitaré pronto; solo llámame si sucede algo. Vendré si tengo tiempo”.
“Bueno. Tenga cuidado camino a casa”.
Amber sonrió levemente.
Después de que la Señora Lyon se fue, suspiró aliviada. Tomás, curioso, se acercó a ella.
“¿Qué fue eso? ¿Te importaría explicarme?”.
Lo miró de reojo antes de golpearlo en la frente.
“¿Explicarte qué? Los niños no deben intervenir en asuntos de adultos”.
“¿A quién llamas niño? Seré mayor de edad dentro de poco”.
Se frotó la frente, enojado. Ella rio.
“Si, pero no todavía. Solo estás cerca de la adultez. Suficiente; apresúrate y lee la historia o puedes volver a casa en este instante”.
“¡No, no, no! ¡No me envíes a casa! Te leeré, te leeré. Si me echas, mi madre me obligara a hacer los deberes”, gruñó.
“Mi madre está exagerando. Me aseguré un lugar en la universidad y, sin embargo, me está forzando a terminar las tareas. ¿No es demasiado?”.
“Es por tu bien”.
No estaba poniéndose del lado de Jorgelina, sino permaneciendo en una posición neutral. No estaba mal que le pidiera a Tomás que terminara los deberes.
“Sabía que dirías eso. Los adultos siempre dicen que es por mi bien”, se quejó y continuó con la historia.
Tomás se quedó mucho tiempo. Solo se fue después de recibir una llamada de su madre cuando el cielo había oscurecido.
Julia no fue ese día; ni siquiera envió un mensaje, así que Amber estaba algo molesta. Ya fuera a propósito o si le había sucedido algo, a Amber le pareció una situación incómoda y ridícula.
Para ella, la pareja García podría haberle enviado un mensaje de texto en algún momento si debían ir a un lugar de manera urgente ya que no los había bloqueado; sin embargo, no recibió nada de su parte.
¿Acaso no querían que los reconociera como a sus padres? Era por eso que la visitaba todos los días.
‘¿Se habrá dado por vencida ya? ¿Será porque ven como imposible que los reconozca como padres y acepte su amor?’.
Si su conjetura era cierta, esa situación le enseñaría una lección sobre el amor paternal. Al darse cuenta de la razón por la que Amber estaba triste, María se preocupó y se sintió enojada.
‘¿Qué le sucede a la Señora García? ¿Debería llamarla?’.
Sonriendo, tomó el teléfono y se lo llevó a la cocina para llamar a Julia sin que Amber lo supiera ya que no estaría de acuerdo, aunque estuviera preocupada.
Por eso, María decidió llamarla para verificar si estaba bien. Pronto, la llamada se conectó y resonó la voz débil de un hombre en lugar de la de Julia.
“¿Presidente García?”.
Adivinó la identidad del hombre de inmediato ya que la única persona que podía utilizar el teléfono de Julia era él. Además, ¿Cómo podía no ser Tadeo si hablaba con voz tan débil?
“Soy yo. ¿Es la Señora María?”.
Julia había guardado el contacto de esta.
“Sí”. Asintió.
“Hola, Señora María”.
Estaba sorprendido de recibir una llamada de ella.
“Presidente García, ¿Por qué la Señora García no está aquí? Nos estuvo visitando estos días así que la Señorita Amber parece confundida sobre qué hacer debido a su ausencia”.
“Ah, ¿Sí?”.
Se quedó callado por un momento y después dijo: “¿Quiere decir que Amb se ha acostumbrado a que Julia la visite?”.
Si ese era el caso, era una buena noticia para los García, ya que significaba que Amber se estaba acostumbrando a tener a la pareja en su vida y que había un lugar en su corazón para ellos.
“Si, bueno, lo negó, pero pude darme cuenta de que está molesta. Sé que la visita todos los días para compensarla y porque quiere que los reconozca como sus padres, pero ¿Por qué no vino hoy?”.
Las cejas de María se fruncieron.
“¿Se debe a que la Señorita Amber no los reconoce como padres todavía y se dieron por vencidos? Si eso es lo que desean a cambio, no deberían haberse comportado como padres amorosos desde el comienzo. No deberían haber hecho todo esto para ganarse su perdón”.
Estaba enojada al pensar que la pareja estaba renunciando. Tadeo se pudo percatar de lo enfadada que estaba la mujer.
“No es lo que piensa, Señora María. No la visitó debido a falta de esperanza. Amb es nuestra hija; aunque no nos reconozca, no dejaremos de amarla y compensarla. Julia no fue porque se lastimó la cintura. No ha vuelto en sí todavía; quería enviarles un mensaje, pero no sabía que decir. Pensé que quizá no lo leerían o que eso perjudicaría el humor de Amb, así que no lo envié”.
Pensó que a Amber no le importaría su ausencia, pero, en ese momento, supo que eso no era verdad. Si hubiera sabido, le habría enviado un mensaje de texto y ella no se habría sentido mal por eso; era su culpa por no haber considerado mejor el asunto.
“¿Qué? ¿Se lastimó la cintura?”.
María estaba sorprendida.
“¿Qué sucedió?”.
¿Se había caído camino a ver a Amber?
“Alguien la empujó”.
La expresión de Tadeo se tornó sombría.
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