Enamorado de mi ex esposa -
Capítulo 1674
Capítulo 1674:
“Es que Jorgelina, por el bien de Jared, una vez quiso abortar al Joven Amo Tomás porque temía que Jared se enojara. Tenía miedo de que ella se viera inclinada hacia su hijo y se convirtiera en una mala madrastra a quien solo le importaba el bienestar de su propio niño y que Jared dejara de agradarle. Fue al hospital sin avisarnos y no nos enteramos hasta el final, sino el Joven Amo Tomás no estaría aquí.
“No esperaba que hiciera algo tan extremo”.
Amber estaba sorprendida.
“Si, ninguno de nosotros tampoco. Incluso la Gran Señora Farrell hizo su odio a un lado debido a eso. Antes, nunca le agradó y siempre la desaprobó como su nuera. Ese incidente cambió por completo como la veía. Aunque seguía despreciándola en la superficie, sabe que Jorgelina fue una buena esposa”, dijo María.
Amber bebió otro sorbo de leche y dijo: “Gracias por contármelo, María”.
“No hay problema. Hay muchas historias de la Familia Farrell. Si quiere saber, dígamelo. Es una forma de pasar el tiempo”, dijo María, sonriendo.
Amber asintió, feliz. Después de eso, María fue a la cocina para preparar los ingredientes del día siguiente. Jared había enviado a Tomás a casa y regresó.
Al ver a Amber leyendo, se acercó con ternura en la mirada y dijo: “Cariño, regresé”.
“Bienvenido”, dijo Amber, moviéndose para que se sentara.
Jared se sentó y la tomó en sus brazos.
“Tengo un viaje de negocios mañana”.
“¿Viaje de negocios?”, dijo Amber e, inmediatamente, cerró el libro.
“Si, iré a Erequia. Hay un problema con una sucursal, así que debo ir a verificarlo. Me iré mañana y regresaré en cinco días”.
“Oh, está bien. Ten un buen viaje”, dijo Amber, mirándolo.
Jared le besó la frente.
“Lo haré. Por los próximos días, mientras esté de viaje, recuerda pensar en mí. Además, incrementaré las medidas de seguridad aquí”.
Después de todo; su seguridad era la preocupación más grande cuando no estaba cerca.
“Muy bien, encárgate de eso. Confío en ti”, dijo Amber, sonriendo.
Con razón le había sugerido a Tomás ir al hospital a hacerle compañía. Le preocupaba que estuviera sola mientras se iba al viaje de negocios. Era muy considerado con ella. Al sentir que la cuidaba constantemente, se sintió bien.
“Cuando esté de viaje, me aseguraré de llamarte cada día”.
“Muy bien, me quedaré despierta y esperaré tu llamada”.
Amber sonrió de acuerdo.
“Pero si estás ocupado, no te preocupes por eso”.
“Si estoy ocupado, te lo haré saber antes”, respondió Jared.
Amber asintió, por lo que este se puso de pie.
“Muy bien. Iré a asearme y descansar un poco”.
“Ve”.
Amber lo saludó.
Mientras, en el laboratorio privado de Timoteo, Tamara se despertó en una habitación llena de instrumentos quirúrgicos. Estaba amarrada en una mesa quirúrgica fría.
Con miedo y ansiedad, gritó: “¿Dónde estoy? ¿Hay alguien ahí?”.
“¡Eres muy ruidosa!”.
Una voz espeluznante resonó detrás de ella.
Tamara no podía girar la cabeza para ver quien era, así que preguntó: “¿Quién… quién eres?”.
La voz no respondió y la habitación se quedó en silencio. Tamara podía escuchar los latidos de su corazón y el silencioso cuarto pareció más siniestro. De inmediato, su corazón se aceleró y comenzó a sudar.
“¿Quién eres? ¿Qué quieres?”, preguntó con voz temblorosa; estaba llorando.
Al final, escuchó un movimiento; se oyeron pasos acercándose. El sonido de los zapatos de cuero hizo eco en la habitación, asustándola más. Al final, vio a un hombre con una bata blanca. Era alto y delgado y tenía un peinado elegante y facciones atractivas.
Tenía anteojos sin montura; se veía gentil e intimidante al mismo tiempo. Su apariencia parecía la de un hombre amigable y accesible, pero su rostro indiferente y aura espeluznante hizo que Tamara temblara de miedo.
“¡E-es usted!”.
Tamara lo miró sin poder creerlo.
“Doctor Laguna, ¿Qué quiere?”.
Se percató de que el hombre era Timoteo; este estaba sujetando una jeringa con un líquido claro adentro. Levantó la jeringa y la examinó bajo la luz antes de moverla y mirar a la muchacha con indiferencia.
Era como si no fuera una persona para él, sino un animal al que estaba por asesinar. Eso aterrorizó a Tamara, que empalideció.
Aunque no conocía bien al médico, había escuchado rumores del Doctor Laguna.
Sus padres le contaron que era un monstruo y que nació sin emociones; destinado a ser un antisocial. Incluso sus propios padres, que también eran médicos, no lo amaban y lo veían como un monstruo. De hecho, se veía como uno.
Aunque un doctor debía curar a las personas, la forma en la que miraba a sus pacientes no era como si quisiera tratar su enfermedad, sino como si fueran un cadáver, como ella en ese momento.
Por ende, cada vez que iba al hospital, intentaba evitarlo lo más que podía, pero nunca esperó terminar a su merced.
“Soy yo”.
Timoteo miró a Tamara, que estaba aterrorizada. Este sonrió, satisfecho con su reacción. Tamara sintió un hormigueo en el cuero cabelludo y quiso gritar, pero temía enojar más al hombre, por eso, solo pudo apretar las manos con fuerza para soportar el miedo.
“¿Q-qué quiere? ¿Por qué estoy aquí?”.
Esas eran las dos preguntas que quería hacerle.
Timoteo presiono la jeringa en su mano y brotaron algunas gotas del líquido. Dos gotas heladas cayeron en el rostro de Tamara, haciéndola gritar de manera inconsciente. Pero, debido a que Timoteo la miró, se calló rápido.
“¿Por qué estás aquí? Jared te trajo para mí. Tengo que realizar un experimento médico y no podía encontrar un sujeto. Resulta que eres perfecta para eso”.
“¿Experimento médico?”.
Cuando Tamara escuchó esas palabras, abrió los ojos, horrorizada.
“¿Quieres diseccionarme?”.
Había visto películas antes. Era un castigo utilizado en prisioneros de guerra. Nunca pensó que ese monstruo la quisiera utilizar como sujeto de experimento.
“¡Déjame ir! ¡No quiero ser tu experimento!”.
Tamara lucho con fuerza; tenía el rostro rojo.
Sin embargo, Timoteo se quedó de pie allí en silencio como si estuviera mirando a un payaso.
“No servirá de nada. Estas correas están hechas de materiales especiales y pueden soportar una tonelada. No importa cuánto luches, no podrás liberarte”.
“¿Por qué?”.
Tamara lloró mientras sus lágrimas se deslizaban por su rostro.
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