Enamorado de mi ex esposa -
Capítulo 1642
Capítulo 1642:
Al verlo tan convencido, ella se tocó la frente porque le causaba gracia la situación.
“De acuerdo, léelo. A la madre también le gustará oírlo”.
“Está bien”.
Jared abrió el libro en la primera página y comenzó a leer.
“Había una vez una niña llamada Blancanieves…”.
Mientras leía, mantenía un tono de voz tranquilo, lo que era bastante relajante y Amber no pudo evitar cerrar los ojos; no obstante, justo en ese momento, él dejó de leer. Ella abrió los ojos y vio que el hombre tenía el ceño fruncido mientras observaba el libro.
“¿Qué ocurre?”, preguntó confundida.
Jared miró otras páginas y se le desfiguró el rostro.
“Esto no servirá”.
“¿Cómo sabes?”.
Estaba perpleja.
“Esto es un cuento para niños, pero la reina está celosa de su hijastra e incluso trata de matarla sacándole el corazón”, explicó con una expresión extraña y de manera despreciable.
“¿Es un cuento de hadas o un asesinato?”.
“Bueno…”.
Amber hizo una mueca; no esperaba que por eso él dijera que el libro no servía. Sin embargo, al escucharlo, se dio cuenta de que el cuento era un poco sombrío.
“Además, dice que, después de que la reina no pudo asesinarla, envenenó una manzana para lastimarla”, explicó mientras continuaba hojeando el libro.
“¿Cómo un acto tan cruel puede aparecer en un libro que se supone que es para niños? ¿Acaso siquiera consideraron la edad en la que ellos lo leerían? ¿No temen que los niños intenten hacer lo mismo? Aunque no lo hagan, ¿Y si aprenden el comportamiento celoso de la reina?”.
“Ah…”.
La mujer no sabía qué responder porque en verdad parecía un poco inapropiado.
“Además, en la otra historia, luego de que la madre muere y el padre vuelve a casarse, condenó a su hija biológica, la convirtió en criada y la obligó a servirles. ¿Esto puede leerlo un niño? ¿No provocará que los niños les tengan miedo a sus madrastras? ¿Y si es buena con el niño, pero luego de leer esto, el niño se asusta y ella ya no puede ser amable con él?”.
Amber lo miraba mientras criticaba el cuento y sacudió la cabeza divertida.
“Cariño, ¿No estarás leyendo muchas historias?”.
“No”, contestó serio.
“Esté libro no sirve para nada. Además de promover comportamientos negativos. El resto solo habla de romanticismo. ¿Un niño puede leer esto? ¿Y si comienzan a tener citas desde muy pequeños?”.
A Jared le parecía inaceptable la idea de que el bebé que Amber tenía en el vientre fuera una niña, a quien enamorarían a corta edad. Podría volverse loco si eso ocurría. ¡Plaf! El hombre cerró el libro, inexpresivo y lo dejó a un lado.
“No puedo leer esta historia o influenciaré a nuestro hijo de manera negativa. Compraré otros mañana y serán mejores; no tendrán crímenes extraños ni romances. Estos cuentos no son apropiados para el bebé”.
“De acuerdo, ya que no es apropiado, no los leas y te enojes”, respondió entre risas.
“Lo haré, Vamos a dormir”.
El hombre se acostó y la abrazó por la cadera, Amber se acomodó y cerró los ojos; se quedó dormida al instante. Desde que estaba embarazada, dormía mucho más que antes y María le dijo que eso se incrementaría con el paso de los días.
Al escuchar la respiración relajada de la mujer, Jared la miró con ternura; bajó la cabeza y le dio un beso en los labios rojos. Luego, apagó la luz.
“Buenas noches”, dijo en voz baja.
Volvió a abrazarla y se durmió.
Cuando despertó al día siguiente, ella aún dormía. Se levantó de la cama con cuidado para no despertarla y, luego de desayunar lo que había preparado María, le dio algunas órdenes a la señora y se marchó.
Al verlo en el estacionamiento, Teo se apresuró a desechar el cigarrillo que estaba fumando.
“Presidente Farrell”.
“No fumes más enfrente mío”, comentó con el ceño fruncido.
“¿Quieres que se me impregne de olor a cigarrillo para llegar así a casa y que mi mujer sea fumadora pasiva?”.
“Lo lamento, Presidente Farrell. No pensé en ello”, respondió mientras se tocaba la nariz con culpa.
“¿Qué ha sucedido?”, preguntó mientras lo observaba.
“Nunca fumas enfrente mío; ¿Estás de mal humor?”.
Al escuchar la pregunta de Jared, Teo bajó la cabeza de inmediato con tristeza.
“Presidente Farrell, tengo el corazón roto”.
Jared se sorprendió por lo que le dijo.
“¿Desde cuando estás en una relación?”.
Como su superior, estaba confundido de por qué no se había enterado antes. Teo de inmediato se ahogó en llanto; se veía miserable.
“Es reciente, pero es una relación por Internet. Ni siquiera nos hemos conocido en la vida real”.
“¿Relación por Internet?”.
Jared levanto una ceja.
“¿Es confiable?”.
Sus palabras fueron como una lanza afilada que perforó el corazón de Teo. Se tomó el pecho, sintiéndose incluso más impotente.
“Para nada. Vi lo buena que era su relación con la Señora Farrell y ya tengo treinta y un años, así que quería encontrar una novia. La cuestión es que estaba demasiado ocupado para una real. Por ende, uno de mis amigos me dijo que buscara en Internet; pensé que sonaba interesante así que lo hice. Conocí a una muchacha con una voz agradable y buen sentido del humor, y, después de hablar por un tiempo, comenzamos una relación”.
“¿Y después qué?”, preguntó Jared mirándolo.
Tenía el presentimiento de que la situación no era tan simple.
“Después…”.
Teo se cubrió el rostro con tristeza.
“Después, mientras estábamos saliendo, le estuve enviado dinero. Gasté casi cien mil en ella, pero cuando le pedí que nos viéramos en persona ayer, me rechazó. Después, busqué su información personal y descubrí que es en realidad un hombre…”.
Comenzó a llorar.
En ese punto, comenzó a llorar; lloraba a gritos.
Cualquiera se habría entristecido si le sucedía esa situación en su primer acercamiento romántico; después de todo, él en verdad había puesto su corazón en ello. Al verlo llorar con tristeza, Jared lo miró con indiferencia.
“Solo eres estúpido. ¿Por qué no investigaste antes de tener una relación? Si pensaste en eso después de haber perdido tu tiempo y dinero, ¿A quién más puedes culpar que a ti mismo?”.
Teo se quedó sin palabras, incapaz de responder. Jared tenía razón. Quería con tantas ansias estar en una relación que se había metido en una sin investigar a la persona.
No era una sorpresa que lo hubieran engañado.
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