Enamorado de mi ex esposa -
Capítulo 1192
Capítulo 1192:
Luego, la miró con indiferencia y dijo: “No creo que tengamos que andar con rodeos, Amber. Creo que sabes por qué estoy aquí”.
“Lo siento, pero no lo sé. ¿Por qué no lo dice de una vez? No me gusta suponer nada”.
Sonrió, dando a entender que quería que lo dijera él mismo en lugar de admitir que sabía qué había ocurrido exactamente.
Cuando Germán la oyó, se puso furioso, ya que no esperaba que fuera una persona tan astuta. Estaba allí para pedirle disculpas, pero no quería tomar la iniciativa y decirlo; en definitiva, no tendría el control de la situación si lo decía primero.
Al principio, pensaba permitir que Amber se lo preguntara, así le sería más fácil expresarse. No obstante, su plan en ese momento fue en vano, ya que insistía en que él lo dijera; si no fuera por las órdenes del Viejo Señor Jones, Germán se habría ido en ese momento.
Al fin y al cabo, nunca se había encontrado con una situación así con ningún joven además de Jared. Al ver cómo cambiaba la expresión del hombre, Amber se encogió de hombros y dijo: “Ya que no va a decir nada, supongo que tenemos que finalizar nuestra conversación. Siempre puede acudir a mí cuando haya pensado detenidamente lo que quiere decirme. No obstante, no puedo prometerle que siga teniendo tiempo para usted”.
En cuanto terminó de decir eso, se levantó y gritó en dirección a la puerta, “¡Seguridad llévenselo!”
“¡Espera!” Germán no se imaginaba que ella lo echara sin decir nada, así que rápido se levantó y la detuvo. “No hace falta eso, Señorita Reed. Lo diré, ¿De acuerdo?”
Cuando ella lo escuchó, le brillaron los ojos mientras sonreía.
“Lo escucho, Señor Jones. Por favor, tome asiento”. Luego, le hizo un gesto para que se sentara.
“No esperaba que fuera una persona tan difícil, Señorita Reed”. La miró con seriedad mientras se sentaba, Amber se arregló un poco el cabello y volvió a sentarse.
“Me halaga, Señor Jones. Siempre debemos tener algún as bajo la manga cuando hacemos negocios, ¿Verdad?
Ahora, por favor, comience su discurso; le daré treinta minutos para eso porque después voy a almorzar”. Miró su reloj y le indicó que comenzara.
Sin embargo, su gesto era como si le estuviera indicando que empezara a montar un espectáculo en lugar de hablar.
¡Me está tratando como a un payaso!, pensó.
Aunque temblaba de rabia, no podía hacer nada, así que respiró profundo para superar la ira y dijo con calma: “Señorita Reed, he venido a pedirle disculpas. Lamento que mi hija Norah le haya causado problemas ayer. Como su padre, discúlpeme por no haberla educado lo suficientemente bien. Por favor, perdónela por su comportamiento”.
La sonrisa de Amber se tornó en una mueca desdeñosa al escuchar sus palabras.
“¿Usted está aquí para disculparse en nombre de Norah?” dijo.
“Sí” respondió.
Entonces, la mujer se acomodó en su asiento; la mueca que tenía era aún más visible y su mirada reflejaba apatía mientras hablaba: “Sin embargo, con todo respeto, es la primera vez que veo una disculpa así”.
Cuando el hombre la escuchó, se puso tenso.
“¿Qué quiere decir con esto, Señorita Reed?
“¿No es evidente?” Se encogió de hombros. “Cuando la gente se disculpa, traen al instigador y algunos regalos de disculpa. No solo eso, sino que suelen ser educados, se inclinan y piden perdón. No obstante, no veo eso en usted, Señor Jones”.
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