Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 94
Capítulo 94:
Esa estancia estaba completamente llena de recuerdos de todo lo que habían compartido, evidencia de los años que habían pasado juntos. Cuanto más miraba a mi alrededor, más evidente se hacía que aquella habitación daba testimonio de la relación entre Lily y Marco.
Una fina capa de polvo cubría diversas superficies, como si nadie, ni siquiera el propio Marco, se hubiera atrevido a alterar en lo más mínimo los preciados recuerdos dispersos por toda la habitación.
Caminé hacia un piano de cola que se hallaba al otro lado de la habitación. En el atril, había algunas partituras inconclusas y notas que Marco había garabateado. En la parte superior de la partitura estaba escrito, con la caligrafía de Marco, el título Canción de cuna de Lily en re menor.
Había compuesto sonatas enteras para ella, mientras que yo ni siquiera era capaz de tocar el piano. No podía aspirar a competir con toda la historia condensada allí.
Cada detalle íntimo de la habitación era para mí como una puñalada en el corazón. La llave de hierro que Lily me había entregado se sentía muy pesada en mi mano. Era como si me encogiera hasta desaparecer, sin dejar rastro.
Salí de la habitación y cerré suavemente las puertas a mis espaldas, abrumada por una sensación de pérdida y derrota. Carecía del valor necesario para volver al salón de baile y enfrentarme a la multitud de rostros glaciales que me aguardaban allí, así que salí del palacio.
Buscaba desesperadamente respirar aire fresco en un escenario completamente diferente. Pero, incluso mientras me alejaba, los ecos de lo que había escuchado y las imágenes fugaces de lo que había visto me perseguían.
El recuerdo de esa estancia volvía a mi mente una y otra vez, incluso si cerraba los ojos para intentar apartarlo. Revivía la imagen de las flores muertas, de aquellos lirios secos y olvidados, dolorosamente hermosos. No lograba olvidar las palabras de aquella tierna nota de Marco:
«Para Lily, mi amor predestinado. Por siempre tuyo, Marco.»
Era ella, y no yo, quien era su compañera predestinada.
Punto de vista de Tanya
Salí a trompicones del palacio y me adentré en los jardines; me sentía agotada y con leves náuseas. Me dirigí al borde de un gran estanque y contemplé el reflejo de la luz de las estrellas en el agua oscura.
De repente, alguien se me acercó. Di un respingo al darme cuenta de que Ayana y Lily también estaban junto al estanque. Ya no podría disfrutar de un momento de paz y tranquilidad, al menos no allí, en ese momento.
Había sido una larga noche y no quería seguir sufriendo. La voz del Rey todavía resonaba en mis oídos, mientras el secreto de Marco me oprimía el corazón, sin mencionar el dolor profundo que me provocaban todos los objetos que había visto en la antigua habitación de Marco.
Lily me sonrió con tanta candidez que me erizó la piel. «¿Te encuentras bien, querida?», me preguntó. «Parece que hubieras visto un fantasma.»
Y eso era exactamente lo que acababa de suceder, y Lily lo sabía muy bien, pues había sido ella quien me había mostrado los recuerdos fantasmales de su ahora inexistente relación con Marco.
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