Capítulo 93:

«Precisamente quería hablar contigo al respecto. Esta es la primera vez que visitas el palacio, ¿verdad? Me gustaría guiarte en un breve recorrido a través de él», señaló con una dulce sonrisa.

«Es un gesto muy amable, pero no quisiera causarte inconvenientes», respondí.

«Te reitero mi invitación, pues para mí no supone el menor problema», replicó, tomándome la mano, sin darme tiempo para oponerme. «Además, puedo mostrarte la habitación que Marco ocupa aquí en el palacio. Supongo que tendrás curiosidad por conocer el lugar donde vivía tu esposo».

Tenía razón; quería ver el sitio donde él se había alojado antes de mudarse a la casa de la ciudad. Sin embargo, visitar aquel lugar sin que él estuviera presente me parecía una intromisión.

«¿No te parece que sería una imprudencia que visitáramos ese sitio? No quiero actuar como una entrometida», murmuré.

«Ya deja de decir tonterías. Estoy segura de que no le molestaría en absoluto. No tendría la llave de su habitación si no me permitiera entrar en ella», me tranquilizó.

Lily me guió a través del palacio hasta que llegamos a un gran conjunto de puertas dobles. Nos detuvimos en la entrada de la habitación, al tiempo que depositaba una pesada llave de hierro en mi mano y señalaba con la cabeza hacia la puerta.

«Vamos, no seas tímida, ponte cómoda. Voy a volver a la fiesta y atender a algunos invitados. Entretanto, echa tranquilamente un vistazo a la habitación. No hay prisa», me propuso, asintiendo animadamente con la cabeza.

Con actitud vacilante, deslicé la llave en el ojo de la cerradura y abrí las pesadas puertas. Aquella alcoba era más grande que el apartamento en el que vivía en mi pequeño pueblo situado en las afueras de la capital. No era tan acogedora como la casa de la ciudad, con su arquitectura elegante y sus muebles antiguos, pero había que reconocer que era hermosa.

Entré en la habitación, observando con detenimiento todo lo que había allí. Junto a la fina cama doble había una mesita de noche de madera sobre la que reposaban varios portarretratos, en los que aparecían Lily y Marco juntos, sonriéndose el uno al otro.

Al otro lado de la cama, había una mesita de noche a juego, en la cual también había fotografías, y me di cuenta de que había dos piezas de cada clase de objeto. Había dos tazas a juego en la mesa que estaba junto a la ventana y dos juegos de toallas en el baño, con las iniciales de Lily y Marco bordadas.

Al otro lado de la habitación había un mostrador en el que reposaba un jarrón de cerámica con un ramo de lirios ya muertos y secos, entre cuyos pétalos viejos y crujientes había una nota de Marco dirigida a Lily.

Encontré una bufanda rosa que yacía descuidadamente en el sillón, que seguramente Lily debía haber dejado olvidada en su última visita, y una revista de moda, con un marcapáginas, en el mostrador.

Sin duda, debió haberse sentido muy a gusto en aquel lugar, y era evidente que Marco había adecuado ese espacio para ella. Lily había dejado su impronta en toda la habitación, y me sentía demasiado insignificante en comparación con aquel monumento a la relación entre ellos.

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