Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 66
Capítulo 66:
Aquella noche caía una intensa lluvia, empapándolo todo.
Entonces, la imagen de Tanya esperándome en casa con una luz encendida y una comida casera dio paso a la de ella sentada en un restaurante, sola y aterida de frío, aguardando mi llegada.
Mi lobo fue entonces presa de una gran agitación y no tardé más que un santiamén en decidir qué debía hacer.
Lancé un gruñido de frustración, pasé rápidamente junto a mi hermana y eché a correr hacia el restaurante.
«¿Qué estás haciendo, Marco?», me preguntó Cathy, pero la ignoré.
«Hermano, ¡hoy es noche de luna llena! ¿Acaso has perdido la razón? Si vas a buscarla…», insistió.
El sonido de la lluvia ahogaba sus palabras mientras yo avanzaba a toda velocidad.
Nunca había sido cobarde, y aquella noche también daría muestras de valor.
Tenía una responsabilidad con mi esposa, así que no la abandonaría; podía sentir la magia de mi lobo en mi interior.
Cada zancada que daba era más veloz que la anterior; avanzaba a toda velocidad, haciendo salpicar el agua del pavimento.
Preguntaba cuánto tiempo llevaba esperándome y a qué atribuía mi ausencia.
Apreté los dientes, tratando de reprimir mi ira; surgieron garras en las puntas de mis dedos.
Sentía cómo se aceleraba la transformación licana, permitiéndome avanzar con mayor velocidad por la calle.
Cuando por fin llegué al Dumonet, ya había cerrado y no vi a Tanya.
Maldije en voz baja mientras escudriñaba los alrededores.
¿Dónde podría estar? ¿Adónde habría ido? La rabia y la preocupación me invadieron; algo malo podría sucederle, pues estaba embarazada y llovía a cántaros.
Sentía un vacío en el pecho que no podía reconocer al pensar en Tanya, solitaria en medio de la oscuridad fría y húmeda.
Debía asegurarme de que estuviera a salvo, y no solo por el hecho de ser su esposo, sino por algo más que no acertaba a identificar.
Lo único que tenía claro era que debía hallarla a como diera lugar.
Entonces giré sobre mis talones, dispuesto a devolverme por la calle para seguir buscándola incesantemente, pero entonces vi algo de color rojo junto a la acera.
Allí estaba sentada Tanya, empapada y temblorosa.
No había intentado refugiarse de la lluvia y el frío. Mi esposa me estaba esperando.
Punto de vista de Marco
Se veía tan pequeña y frágil sentada en la acera.
Al principio, solo experimenté una sensación de alivio al percatarme de que estaba a salvo, y el lobo dentro de mí se calmó al verla.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar