Capítulo 58:

Ignoraban que, en realidad, sí la habían visto; simplemente no sabían que era yo, pero pronto se enterarían de nuestro matrimonio.

Aunque había demasiada gente alrededor, las personas solamente prestaban atención a Lily y Marco, y a cada uno de ellos por igual.

Esperaba poder pasar inadvertida.

En el estado de agitación en que me hallaba, enterré mis uñas en la palma de mi mano, con la esperanza de que el temblor que sacudía mi cuerpo cesara.

Pensaba que tal vez podría escabullirme mientras todos estaban distraídos.

Bajé la cabeza y dejé caer sobre mi rostro mi suave y brillante cabello negro con la intención de ocultarlo.

Todos observaban a Marco mientras avanzaba hacia Lily, lanzando gritos ahogados de expectativa ante la escena que estaba a punto de desarrollarse, pero Lily se limitó a sonreír con aire presuntuoso.

También ella estaba convencida de que había ido a buscarla.

Retrocedí tambaleándome, confiando en poder escabullirme sin armar un alboroto.

Pero entonces Marco pasó junto a Lily sin siquiera mirar en su dirección, como si no hubiera advertido su presencia.

Lily no parecía haberse inquietado demasiado, pero presionó sus labios firmemente al ver que su antiguo amante la ignoraba, pues estaba acostumbrada a que todos se fijaran en ella, de la misma manera en que yo estaba acostumbrada a que los demás no notaran mi presencia.

Antes de que pudiera ser consciente de lo que estaba sucediendo, Marco se plantó frente a mí, frustrando mi silencioso escape.

«¿Adónde vas con tanta prisa?», me preguntó con voz grave, en tono de exigencia.

«A ninguna parte, yo solo estaba…», respondí tartamudeando al tiempo que todos clavaban sus ojos en mí.

Marco sacó las manos de los bolsillos y se quitó las gafas de sol con un ademán ágil.

Sus desordenados mechones rubios y sus electrizantes ojos azules le conferían la apariencia de un travieso príncipe azul.

Cruzó los brazos sobre su amplio pecho mientras me escrutaba con expectativa.

«Lo siento», murmuré tímidamente, «Me disponía a partir. ¿Por qué estás aquí?»

«¿Cuál crees que sea la razón? Pues he venido a recoger a mi esposa después del trabajo», explicó.

A decir verdad, no estaba acostumbrada a que se refiriera a mí como su esposa, así que me ruboricé.

Las comisuras de sus labios se curvaron ligeramente cuando notó que me había sonrojado, como si mi modestia le resultara divertida.

Pero a nuestro alrededor, la multitud susurraba y lanzaba exclamaciones de asombro.

Mis compañeros de trabajo, que apenas sí se habían dado cuenta de la llegada de la nueva empleada, por fin parecían notar mi presencia.

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