Capítulo 57:

Sabía que no era una actitud correcta, pero una pequeña parte de mí disfrutaba imaginando la expresión de incredulidad que se pintaría en su rostro cuando me viera entrar con aire triunfante en su oficina, llevando el destilado.

Tal vez ese era el trabajo ideal para mí, después de todo.

El resto del día transcurrió en un suspiro.

Trabajé allí durante varias horas, oliendo, hirviendo y embotellando esencias hasta que sentí un ligero dolor de cabeza.

Pero estaba orgullosa de lo que había logrado aquel día, y en realidad, había disfrutado cada uno de los agotadores minutos de aquella jornada de trabajo.

De golpe, llegaron a mis oídos los gritos de una mujer, lo que hizo que mi sonrisa de satisfacción se borrara de mi rostro.

Vi a varias empleadas reunidas junto a uno de los grandes ventanales.

Muchas de ellas lanzaban gritos ahogados y cuchicheaban entre sí.

«¿Qué está sucediendo?», pregunté al tiempo que, presa de la incertidumbre, me aproximaba a ellas.

«¡Es el segundo príncipe! ¡El príncipe Marco está aquí!», exclamaban.

Sentí que se me cortaba la respiración mientras también me las arreglaba para mirar por la ventana.

Marco estaba de pie ante la entrada principal del edificio, con las manos enfundadas en los bolsillos, recostado con aire indolente contra la puerta del automóvil.

No parecía estar impresionado, pero, pese a que llevaba puestas sus gafas de sol, yo intuía que escudriñaba la multitud que lo observaba atónita a través del ventanal.

Finalmente, posó sus ojos en mí.

Punto de vista de Tanya

«¿Acaso ha venido a ver a Lily?», preguntó una de las trabajadoras.

«Claro que no. La relación entre el príncipe Marco y Lily ha quedado sepultada en el pasado. Ahora está comprometida con el príncipe Eric», respondió otra de las trabajadoras.

Entretanto, afuera, Marco avanzaba hacia la entrada del edificio.

Al ver que se aproximaba, los latidos de mi corazón se aceleraron; cuanto más avanzaba, más rápido latía mi corazón.

«Aunque Marco se haya casado con una loba, Lily era su compañera predestinada, así que debe haber venido a verla», conjeturó entonces su interlocutora.

Al oír el golpeteo de los tacones de sus zapatos contra el piso de mármol, sentí un vehemente deseo de evaporarme.

En ese momento, la multitud se alejó del ventanal y se dirigió a la entrada principal.

Lily estaba allí y Ayana caminaba detrás de ella.

«¿Será que la nueva esposa de Marco está aquí? Jamás he tenido la oportunidad de verla», dijo otra empleada.

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