Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 59
Capítulo 59:
Era como si sus miradas fueran docenas de pequeñas agujas que pinchaban mi piel con su carga de celos y críticas. Pero Marco también me estaba observando y su mirada parecía protegerme de la hostilidad de los demás.
«Gracias», susurré, deseando que nadie más pudiera vernos o escucharnos.
Simplemente asintió con la cabeza, y luego salimos juntos del edificio mientras la multitud nos abría paso.
Me decía a mí misma que aquello era solo una cuestión de protocolo.
Marco era el segundo príncipe, y por lo tanto debía desempeñar su papel de fiel esposo. Solo trataba de salvar las apariencias.
Pese a que era consciente de la cruda realidad, aún sentía mariposas en mi estómago.
Me fascinaba el hecho de que estuviera a mi lado y caminara erguido y orgulloso llevándome del brazo, así que no advertí las miradas de resentimiento que me lanzaban Lily y Ayana.
Desde el día en que Marco se presentó en mi sitio de trabajo, todos en Eau de Lune Parfumerie me trataron de manera diferente.
Algunos se acercaban a mí con curiosidad y hacían gala de una cortesía afectada, mientras que otros me lanzaban miradas cargadas de envidia y rencor sin el menor disimulo.
Aquel día, sin embargo, la atmósfera que reinaba en la empresa era completamente diferente: muchas empleadas comían chocolates y presumían rosas o tarjetas con forma de corazón.
Incluso la antipática Pauline parecía estar de buen humor.
Al cabo de un rato comprendí cuál era el motivo de aquel ambiente festivo.
Era el día de San Valentín.
A decir verdad, aquella era la primera vez que lo celebraba; ni siquiera lo hice cuando era novia de Brandon.
Todo lo que rodeaba aquella celebración me parecía lujoso y extraño, así que preferí mantenerme apartada y concentrarme en mi trabajo.
A lo largo de todo aquel día, llegaron mensajeros al edificio y les entregaron flores y otros obsequios a las trabajadoras.
Cada vez que llegaba un nuevo regalo, las chicas lanzaban gritos ahogados y reían alegremente.
Al ver que las chicas daban rienda suelta a su alegría, no pude reprimir una sonrisa.
Pero luego empezaron a asediarme con preguntas.
A medida que el entusiasmo de aquel día comenzaba a desvanecerse, muchas chicas parecieron percatarse de mi existencia, y pronto se dieron cuenta de que nadie me había enviado un obsequio.
Gradualmente, volcaron su atención en mí, y parecía empequeñecerme con cada mirada inquisitiva que me lanzaban.
Para colmo de males, varias chicas se aproximaron a mí para enseñarme sus flores y joyas, mientras se preguntaban qué clase de regalo le había dado el príncipe Marco a su nueva esposa.
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