Capítulo 267:

Punto de vista de Marco

Esperé a escuchar que Tanya salía de la habitación y, entonces, abrí los ojos.

Me disgustaba el hecho de fingir que estaba ebrio, pero eso había sido necesario para poder tener a Tanya para mí solo, sin que cuestionara la autenticidad de mis sentimientos.

En ese momento, escuché que Manuel hablaba.

«Vamos, hombre, simplemente dile que la amas.

No puedo soportar más esta situación; me siento muy atraído por ella y ha comenzado a exhalar un aroma que no puedo ignorar.

Se trata de un aroma muy similar al de Lily.

¿No se te ha ocurrido que ella podría ser nuestra compañera predestinada? ¡Seguramente lo es!», observó.

Aún no podía confirmar ni negar sus suposiciones.

Tomé el collar de rubíes de Tanya, que tenía en mi poder, y le dije:

«No te preocupes; tengo un buen plan».

«¿De modo que tienes otro plan? Primero utilizaste a Isabella como una excusa para casarte con ella, de lo cual ella acabó por enterarse.

Luego, usaste a Claire como pretexto y, finalmente, fingiste estar ebrio con la intención de que Oliver llamara a Tanya para que te recogiera y de esa manera poder tener intimidad con ella.

A decir verdad, los planes que se te ocurren no son los mejores», dijo en tono juguetón.

Puse los ojos en blanco, ignorando sus comentarios, y me comuniqué telepáticamente con Oliver.

«Necesito que hagas un par de cosas por mí», le pedí.

«Desde luego», aceptó.

«Primero que todo, quiero que averigües todo lo que puedas sobre el día del nacimiento de Lily y Tanya.

Necesito saber exactamente en qué hospital nacieron, en qué sala de partos, y cuáles doctores y enfermeras atendieron el parto.

Y hay otra cosa que deseo saber», indiqué.

En ese momento, tuve que hacer una pausa, respiré profundamente y proseguí:

«Necesito que me ayudes a hallar información sobre la muerte de mi madre, en especial sobre la criada que se encargaba de su comida y que la cuidaba.

Quiero saber qué hizo después del fallecimiento de mi madre».

Pude percibir con claridad que no le agradaba la tarea que le encomendaba, pero, puesto que era un amigo muy leal, no se atrevió a negarse a acceder a mi solicitud.

Cortamos entonces nuestra comunicación mental y volví a mirar el collar de rubíes.

«Ha llegado el momento de que Lily nos revele su verdadera identidad», me dije a mí mismo y a Manuel.

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