Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 250
Capítulo 250:
“…deberás devolverle a mi jardín su antiguo esplendor. Revive las flores y haz crecer la hierba. Espero ver un jardín renovado y deslumbrante mañana por la mañana».
«De otro modo jamás consideraré la posibilidad de darte la flor que tanto ansías».
Eché un vistazo al jardín y fruncí el ceño. Se trataba de una amplia extensión de terreno que había sido descuidada. La maleza crecía allí y las flores estaban marchitas; algunas ya habían muerto. Restaurar en unas cuantas horas la belleza de aquel jardín supondría una tarea titánica. La misión que me había confiado el anciano doctor se antojaba irrealizable. No obstante, acepté el desafío.
Luego, la princesa y yo emprendimos el camino de regreso a mi residencia. Mientras caminábamos, me dijo: «A decir verdad, no esperaba que te tomaras esto tan a pecho. Mi opinión sobre ti ha cambiado mucho desde el día en que nos conocimos. Tu actitud hacia Marco era… afectadamente dulce y amable. Espero que mis palabras no te hagan sentir ofendida».
Ligeramente avergonzada, reí levemente. «A decir verdad, solo actué de esa manera porque escuché que veías con buenos ojos a las parejas que se profesaban un gran amor y devoción. Escuché que te encantaba sobre todo ver parejas felices, que eso era para ti una especie de pasatiempo», repliqué.
Me miró desconcertada y me preguntó: «¿Quién te dijo eso? ¿Por qué algo tan extraño y pervertido supondría para mí un pasatiempo?»
No le faltaba razón. «Te aseguro que ese no es uno de mis pasatiempos», insistió.
Asentí en silencio y me disculpé por mi errada percepción. Me pregunté por qué Marco me había dicho que a la princesa le agradaba ver parejas felices. ¿Acaso pretendía que me casara con él? Y en tal caso, ¿lo haría porque ese era su deseo y no por obligación? La posibilidad de que Marco me quisiera me entusiasmaba.
Justo cuando llegamos a mi residencia, me percaté de que alguien se aproximaba a nosotras. Se trataba de un hombre apuesto en cuyos labios se dibujaba una sonrisa maliciosa.
«Hola, damas», nos saludó mientras se acercaba a nosotras con aire desenfadado, como un gato merodeador. Saludó a la princesa; era evidente que ya la conocía. Ella puso los ojos en blanco ante su actitud coqueta.
«Permíteme presentarte a James; muchas generaciones de su familia han vivido en el reino», me dijo la princesa.
De sus maneras presuntuosas deduje que era un noble acaudalado. En ese momento dejó de prestarle atención a Isabella y posó su mirada en mí. Su mirada se iluminó de inmediato.
«Lamento que no nos hayamos conocido antes. Una dama tan bella merece un recorrido por el magnífico reino de Fauna.»
«Me encantaría ser tu guía», declaró al tiempo que tomaba mi mano entre las suyas y la llevaba a sus labios para depositar en ella un delicado beso. Luego, levantó la mano y acarició suavemente mi rostro, de una manera extraña.
Su actitud me hizo sentir muy incómoda; sin saber cómo reaccionar, aparté la mirada. Al hacerlo, divisé a Marco a lo lejos y vi que fruncía el entrecejo. Se volvió sin decir palabra y regresó furiosamente a la casa.
De repente, di un respingo al ver que Isabella apartaba con brusquedad la mano de James de mi rostro. «¡Compórtate! Es una mujer casada. Ya deja de coquetear con cuanta mujer se cruza en tu camino», le dijo en tono de reproche.
Al enterarse de mi noviazgo con Marco, la tristeza asomó a sus ojos. «Es una pena», se lamentó. Isabella volvió a poner los ojos en blanco y se despidió, antes de llevarse a James a rastras.
Regresé a la casa y comencé a conjeturar las verdaderas intenciones de Marco. Finalmente, decidí tomar la iniciativa. Me acerqué a él y le expliqué: «El viejo doctor me proporcionará el ingrediente que necesito para elaborar el perfume de Peyton a cambio de que le devuelva la vitalidad a su jardín. Me gustaría que me ayudaras a realizar esa tarea».
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