Capítulo 244:

Sin embargo, algo que Marco también me reveló en voz baja fue que el rey había muerto el mismo día de la boda de la princesa menor. Treinta minutos antes de la ceremonia de Peyton, el hombre se desplomó y no volvió a abrir los ojos.

Isabella mencionó que su hermana y su padre eran muy cercanos, y que después de la muerte de su padre, ella enfermó y comenzó a empeorar poco a poco. Muchos médicos intentaron curar su enfermedad, pero ninguno tuvo éxito. Además, debido a que su único síntoma era sentirse débil, los diagnósticos no eran precisos, lo que hacía que los tratamientos fueran aún menos eficaces.

Finalmente, la princesa nos invitó a conocer a su hermana y nos llevó hasta su habitación. A pesar de que mis habilidades como loba no eran tan agudas, mi sentido del olfato nunca me fallaba. Al entrar en la habitación, el olor a descomposición me golpeó de inmediato. Mis fosas nasales se ensancharon y no pude evitar hacer una expresión de desagrado.

El aire estaba impregnado con el aroma de infección, moho y hongos, todos mezclados. Aunque la infección no era la misma, el olor me recordó a cómo olía el señor Barlow antes de morir. Era el olor de la muerte. La princesa Peyton realmente estaba muriendo.

Al verla en la cama, mi mirada se oscureció. Se veía increíblemente pequeña, aplastada por la enorme cantidad de mantas y almohadas que la rodeaban. Además, el color rosa de las paredes de su habitación contrastaba demasiado con la palidez de su piel.

Decidí acercarme a ella, y cuando lo hice, la mujer me sonrió débilmente.

«Hola, princesa Peyton, me llamo Tanya».

En sus ojos pude notar mucha curiosidad, pues no era una médica famosa ni una miembro de la realeza. Aun así, ella no dejó de sonreír con calidez mientras trataba de descubrir quién era yo.

«Hola, Tanya, encantada de conocerte».

Peyton intentó sentarse, pero su esfuerzo fue evidente. Se movía lentamente, con pesadez, por lo que le hice un gesto para que se detuviera.

«Por favor, no es necesario. Además, ya es bastante tarde. Lo mejor será que descanses. ¿Puedo venir a verte por la mañana?», dije, con voz suave.

La princesa rió con tristeza y respondió: «Suena como una buena idea. La verdad es que tengo bastante sueño».

En cuanto terminó de hablar, volvió a recostarse y cerró los ojos. Era como si el simple hecho de hablar la hubiera agotado lo suficiente como para desear dormir.

Antes de salir de la habitación, pasé la mirada por todo su cuerpo, notando que, a pesar de su palidez, no había otros síntomas físicos visibles. Lo único que parecía afectar a la princesa era la fragilidad y debilidad, lo cual era muy extraño.

Una vez fuera, me di cuenta de que Caspian no nos había seguido a Marco y a mí. Al parecer, Isabella le había pedido que fuera con ella, y ninguno de nosotros se percató de ello.

«Caspian, ¿puedo hablar contigo un momento a solas?», pregunté.

Desde que llegué al palacio, sentí que algo se estaba formando entre ellos, pues la princesa había estado buscando oportunidades para hablar con él constantemente. Aunque sabía que lo que estaba a punto de hacer no era correcto, no pude evitar sentir una inmensa curiosidad y deseaba descubrir qué estaba pasando.

Al principio, Marco no se dio cuenta de que me había quedado atrás y continuó caminando. Por mi parte, me escondí en una esquina y me pegué a la pared para escuchar y observar desde el borde.

Isabella fue la primera en hablar.

“¿Lo sentiste?», preguntó la mujer.

Su tono estaba lleno de incredulidad y hablaba en voz muy baja.

«Por supuesto que sí», respondió Caspian, mientras pasaba su mano por su nuca, tratando de aliviar la tensión en su espalda.

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