Capítulo 226:

Tuvo que sortear numerosas dificultades en el curso de aquel proceso. Parte del equipo que Margaret había empleado era demasiado antiguo, por lo cual resultaba obsoleto, así que Tanya tuvo que sustituirlo por los artefactos del laboratorio. Para colmo de males, Margaret había empleado un proceso demasiado meticuloso y, por lo tanto, extremadamente lento.

En su intento por acelerar aquel engorroso proceso, Tanya sufrió diversos percances. Su frustración aumentaba con el paso de las horas, pues todo indicaba que tardaría demasiado tiempo en crear el perfume necesario para salvar a los integrantes de su manada.

Deseaba con todas sus fuerzas lograr crear el perfume salvador, pero temía que no pudiera conseguirlo. Suspiró mientras revolvía la mezcla; una vez más, la solución no era la correcta. Frustrada, arrojó el cucharón sobre la mesa, haciendo un estruendo al caer.

Se pasó las manos por el cabello sucio y grasiento, y se frotó los ojos. La falta de sueño le había causado unas notables ojeras. Aquello era verdaderamente frustrante e irritante. Sabía que era una gran perfumista, pero su talento parecía haber desaparecido justo cuando más lo necesitaba.

Todos habían depositado sus esperanzas en ella: la manada, los pacientes, Caspian. Pero, sobre todo, no podía fallarle a Claire. La imagen de su niña yaciendo inmóvil en una cama del hospital hacía que las lágrimas corrieran por sus mejillas; su sufrimiento era atroz.

Luego, pensó en Marco y en las palabras de aliento que este le había dirigido el día en que partió hacia la capital. Lo imaginaba con aspecto de licano, galopando furiosamente a través del bosque por el bien de ella, de ellos y de la manada en general. Sabía que Marco confiaba en que ella tuviera el perfume listo para cuando regresara.

Movió la cabeza vigorosamente, exhaló un largo suspiro y volvió a concentrarse en su ardua labor. Estaba haciendo todo lo que estaba a su alcance para crear aquella anhelada fragancia.

Constantemente refinaba sus métodos, buscando emular los de Margaret de la mejor manera posible, y había comenzado a abrigar esperanzas.

Al cabo de un día, consideró que ya había dado con la solución correcta; solo faltaba agregar el ingrediente final. La tensión era palpable, casi se podía cortar con un cuchillo, mientras aguardaba con impaciencia la llegada de Marco. Temía que hubiese sufrido algún percance en su camino hacia y desde la capital.

Pero justo cuando se desplomaba contra una de las paredes, escuchó un ruido de pasos que se aproximaban. Marco entró precipitadamente en el laboratorio, haciendo que se sobresaltara y se pusiera de pie. Luego, le entregó el ingrediente final que necesitaba para culminar con éxito el proceso de creación de aquel deseado perfume.

Punto de vista de Tanya

Sentí un gran alivio al volver a ver a Marco, pese a que su cuerpo estaba bañado en sudor y su mirada reflejaba cansancio. Sin embargo, aún demostraba una gran fortaleza y me entregó confiadamente el ingrediente que tanto necesitaba. Ya había cumplido su misión, y ahora el éxito de aquella tarea titánica dependía solo de mi audacia.

Eché otro vistazo al libro que reposaba sobre la mesa para asegurarme de que había seguido concienzudamente las instrucciones, incluyendo verter algunas gotas de mi sangre en la preparación, antes de alcanzar la etapa del proceso en la cual era preciso emplear la orquídea fantasma.

Procedí a cortar sus hojas, pétalos y tallo, y luego molí el resto de la planta con el fin de rociarlo en mi solución. Observé expectante la reacción. Al principio, la mezcla conservó su turbiedad, agitando una coloración entre gris y púrpura. Presa de la angustia, los latidos de mi corazón se aceleraron.

Sin embargo, al cabo de un rato, la solución se aclaró. Mis ojos brillaron de emoción mientras lanzaba un suspiro de alivio. ¡Por fin había logrado mi cometido! Con manos temblorosas, vertí con sumo cuidado la mezcla en diferentes botellas pequeñas. Posteriormente, Caspian y Dylan ayudaron a los doctores y enfermeras a distribuir el perfume entre los pacientes, mientras Marco y yo nos dirigíamos a la habitación donde yacía Claire. Al llegar allí, el médico roció a mi pequeña con la solución.

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