Capítulo 224:

El sol parecía burlarse de nuestro fracaso.

Pero entonces oímos una voz masculina.

«Tal vez yo sea capaz de determinar con exactitud qué tipo de magia oscura se empleó», indicó aquella voz con convicción.

Todos nos volvimos y vimos que se trataba del Sr. Barlow, quien emergía de las sombras de uno de los pasillos de la biblioteca, con la mirada sombría.

Me vino entonces a la memoria el incidente entre él y Raphael, y cómo las manos de Barlow se habían envuelto en una niebla oscura al verse amenazado.

Cada vez dudaba más de su verdadera identidad y me preguntaba qué lazos lo unían a Dorian.

Sin embargo, Caspian se aferró a aquella brizna de esperanza.

«¿De veras?», le preguntó.

Asintió.

«Entonces hágalo con presteza, por favor; necesitamos su ayuda», lo instó.

Barlow se acercó a mí, mirándome fijamente a los ojos.

Pese a que numerosas arrugas surcaban su rostro, su mirada traslucía prudencia y sabiduría.

«Quienquiera que haya cometido esta acción goza de un enorme poder y es un iniciado en el arte de la magia», señaló al tiempo que volvía a dirigirle la mirada al Alfa.

«Beberé un vaso de agua con una altísima concentración del veneno con el fin de determinar la clase del mismo», explicó.

Caspian se limitó a asentir rápidamente, y él y Dylan se apresuraron a tomar la muestra.

Entretanto, yo me sentía cada vez más preocupada.

Fruncí el ceño cuando el Sr. Barlow se volvió hacia mí.

Al parecer, había previsto mis protestas.

«¿Y si mueres al ingerir el veneno?», le pregunté inquieta.

Me dio unas palmaditas en el brazo, tratando de consolarme.

«No te preocupes, querida. Mi sistema inmunológico posee anticuerpos diferentes a los de un hombre lobo ordinario, así que mi organismo será capaz de contrarrestar los efectos del veneno. Mi cuerpo tardará mucho más en sucumbir», explicó.

Desde luego, sus palabras no me tranquilizaban en absoluto.

Yo seguía frunciendo el ceño mientras proseguía.

«Una vez hayas creado el perfume que contenga el antídoto, recobraré la salud. No te preocupes, todo saldrá bien», me dijo en tono tranquilizador.

Odiaba la idea de que arriesgáramos su vida con la finalidad de producir un perfume, pues tal plan, a la postre, podría no funcionar.

La presión a la que estaba sometida era abrumadora, así que le rogué a la Diosa de la Luna que me iluminara, por el bien del Sr. Barlow, de los integrantes de mi manada y, sobre todo, de mi hija.

Por fin, Dylan y Caspian regresaron con un vaso que contenía agua envenenada.

A medida que el Sr. Barlow lo bebía, mi inquietud aumentaba.

Pronto, tuvo un incontrolable acceso de tos.

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