Capítulo 222:

Me dirigí a una habitación vacía y, al llegar allí, de golpe, abundantes lágrimas corrieron por mi rostro. Mis rodillas flaquearon y me desplomé en el suelo mientras me esforzaba por reprimir mis sollozos.

El sentimiento de impotencia que me embargaba era abrumador. Si el enemigo de Claire hubiese sido un ser tangible, habría luchado con denuedo contra él; la habría instado a huir corriendo mientras yo luchaba con uñas y dientes contra quien pretendía hacerle daño. Pero, lamentablemente, se trataba de un oponente interno, invisible.

Contemplaba impotente cómo mi hija parecía aproximarse cada vez más a la línea que separa la vida de la muerte. Estaba dispuesta a sacrificar mi vida para salvar la suya, pero por desgracia, aquello era imposible. A medida que pasaba el tiempo, las esperanzas de que sobreviviera se agotaban. Horrorizada, veía cómo se aproximaba cada vez más el momento en que la perdería irremediablemente.

Tras haber estado sumida en sombrías cavilaciones durante un largo rato, sentí que un par de fuertes manos me sacaban de mi ensimismamiento de forma abrupta. De repente, noté que los brazos de Marco rodeaban mi cuerpo trémulo, transmitiéndome una honda sensación de calidez.

«Claire está a punto de morir», le dije con voz rota al tiempo que volvía a prorrumpir en desconsolados sollozos.

Meció mi cuerpo mientras me abrazaba, tratando de lograr que recobrara la serenidad. «No digas eso; ella va a estar bien. Te aseguro que hallaremos alguna manera de salvarla», me dijo en tono tranquilizador.

Sacudí la cabeza con violencia, en señal de negación, incapaz de vislumbrar una luz al final de aquel túnel oscuro, pues todos los médicos opinaban que no conseguiría sobrevivir.

Marco me enderezó y, mientras me sostenía ligeramente apartada de él, de manera que lo mirara a la cara, me instó: «Este difícil momento exige una gran fortaleza. Eres su madre, así que no puedes derrumbarte», señaló mientras limpiaba las lágrimas que manchaban mis mejillas con un delicado movimiento de su mano.

«Claire no querría que te rindieras, ¿no lo crees?», añadió.

Respiré profundamente, tratando de aclarar mis pensamientos. Tenía razón: a pesar de que el dolor y la impotencia que sentía eran abrumadores, sumirme en la desesperación no serviría de nada. No podía perder las esperanzas, pues ello sería injusto con Claire. Como su madre, debía librar una encarnizada batalla para salvar su vida.

«Barlow me habló sobre tus maravillosas dotes como perfumista; me dijo que puedes incluso elaborar perfumes con propiedades especiales, como curar las enfermedades», intervino.

«Hasta ahora mis perfumes solo han logrado curar enfermedades leves; los efectos de la magia negra, sin embargo, son perniciosos, así que dudo mucho que pueda crear una fragancia que los contrarreste», maticé mientras negaba con la cabeza.

«¡Sin duda puedes hacerlo; confía en tus capacidades!», exclamó alguien.

Quien había hablado era Caspian; me volví para mirarlo y advertí un brillo de entusiasmo en su mirada.

“En una ocasión, una mujer que se contaba entre los ancestros de la familia de Lily se internó en el territorio dominado por la manada Blue Moon y dejó un libro sobre perfumes especiales capaces de revertir la magia negra», explicó.

Mis ojos brillaron expectantes mientras proseguía.

“Han transcurrido muchos años desde entonces y hasta ahora no había surgido una figura tan descollante como tú en el arte de la perfumería. Nadie sabe a ciencia cierta dónde se encuentra dicho libro, pero mi intuición me dice que se halla escondido en algún rincón de la biblioteca», explicó.

«¡Si nos damos prisa, seguramente lo hallaremos a tiempo!», exclamó en tono apremiante.

Sin perder tiempo, Marco y yo nos pusimos de pie.

«Llévanos a la biblioteca», le pedí a Caspian en tono vehemente.

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