Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 219
Capítulo 219:
Marco y yo asentimos con la cabeza en señal de conformidad.
Acto seguido, los tres salimos de la habitación y nos dirigimos a diferentes sitios del hospital. Tras hablar con algunos pacientes, llegamos a la conclusión de que los asistentes al banquete no habían ingerido veneno alguno durante el mismo, pues algunos de los pacientes no habían estado allí.
Así las cosas, procedimos a establecer cuál había sido la dieta reciente de cada uno de los pacientes, con el fin de compararla con la de los demás integrantes de su familia. No obstante, no emergió ningún patrón.
Hablé con Lisa y su padre. Este último estaba consciente, pero se sentía terriblemente mal.
«De manera que ambos cenaron lo mismo», observé.
Lisa asintió con la cabeza.
«Sí, así es. Anoche preparé espaguetis; constituyen el complemento perfecto de una copa de vino. Obviamente, papá no puede ingerir vino de manera concomitante con sus medicamentos, así que debió contentarse con un insípido vaso de agua», explicó.
Si bien no estábamos de humor para bromear, dada la gravedad de lo acontecido, los dos no pudieron dejar de reír.
Cuando ella mencionó el vaso de agua que su padre había consumido, mi mente se iluminó: hasta ese momento no se me había ocurrido que la epidemia pudiese ser atribuida a algo que no fuera un alimento sólido, pero tal vez estaba equivocada.
«Así que no bebiste agua anoche», señalé intrigada.
«Ni siquiera un pequeño sorbo», repuso sin vacilación.
Abrí los ojos desmesuradamente ante aquella reveladora declaración, me excusé y salí a toda prisa con la intención de reunirme cuanto antes con Marco y Caspian.
«Es preciso saber si algunos de los pacientes bebieron agua, pero no sus familiares», les pedí una vez que estuvimos juntos.
Obedecieron sin chistar, marchándose de inmediato.
Tras las entrevistas con los pacientes, emergió un patrón singular: todos ellos, incluida Claire, habían bebido agua la noche anterior.
Entonces, con el fin de confirmar nuestras sospechas, nos dirigimos, en compañía de algunos otros integrantes sanos de la manada, al río del que nuestra manada se abastecía. Caspian me había hallado allí el día en que salté del despeñadero. No había regresado a ese lugar desde entonces. El recuerdo de aquellos angustiosos momentos aún estaba fresco en mi mente mientras me aproximaba a esas aguas indómitas que corrían a través del bosque.
Marco se acercó a mí y luego se agachó a la orilla del río. Llenó con agua del río un vaso que llevaba consigo y luego lo levantó, agitándolo para ver si al hacerlo se producía algún fenómeno interesante. Pronto observamos cómo se formaba en el agua una inquietante nube negra, de la cual emanaba un olor ligeramente desagradable. En cuanto el agua se asentó, la nube se disipó; era como si jamás hubiese existido.
“Sin duda se trata de magia negra…», murmuró Marco en tono de enfado.
Caspian abrió los ojos como platos, mostrándose muy sorprendido por aquella sorprendente afirmación.
“¿Acaso estás afirmando que alguien usó magia negra para contaminar el agua del río? Pero… pero… ¿por qué habría alguien de hacer semejante barbaridad?», repuso consternado.
“Este río es la única fuente de agua de la que disponemos, y todos los integrantes de nuestra manada beben de sus aguas…».
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