Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 218
Capítulo 218:
«¿Cómo está su salud?», me preguntó.
Al borde del llanto, apreté insistentemente los dedos de la mano de mi hija.
“Aún no ha despertado. Según el médico ha sido víctima de envenenamiento», expliqué.
Tras informarle cuál era la condición de salud de mi hija, noté que tenía una mirada abatida. Marco suponía que, a diferencia de nosotros, aquel Alfa sabía algo respecto a aquel envenenamiento masivo.
“¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Por qué todos los integrantes de la manada han caído enfermos?», le preguntó el príncipe con firmeza, pero sin ser rudo.
Suspiró y, con gesto cansino, se pasó una mano por el rostro antes de responder.
“Los médicos sostienen que todos acusan los efectos de alguna clase de veneno cuya naturaleza aún no han sido capaces de establecer con precisión. La mayoría de los miembros de la manada han estado expuestos a dicha sustancia venenosa, pero les resulta desconcertante el hecho de que algunos de ellos hayan enfermado mientras que otros se hallan en buen estado de salud», repuso.
«La enfermedad no se transmite por el aire y tampoco es contagiosa, ¿verdad?», indagó Marco.
Caspian asintió.
“Así es, pero las pruebas de laboratorio aún no les han permitido establecer de manera concluyente cuál es la sustancia que ha afectado a la manada, pues no han arrojado un resultado positivo para ninguna sustancia. De modo que por ahora es imposible encontrar un antídoto contra la sustancia que está causando la enfermedad», explicó.
Mientras ellos hablaban sobre aquel enigma y los intentos por descifrarlo, yo permanecía en silencio, al margen de la realidad, contemplando a mi pequeña. Sabía que era esencial hallar cuanto antes la causa de aquella epidemia, pues de lo contrario jamás despertaría, lo cual sería devastador para mí.
Guardaron silencio mientras me levantaba de mi asiento, me inclinaba para depositar un beso en la frente de mi chiquilla y me volvía hacia ellos. Los pensamientos se atropellaban en mi mente, pero una cosa era cierta.
“Sin duda este mal no es fruto del azar, pues hay demasiados enfermos. Seguramente la causa del mismo es alguna sustancia que quienes se sienten mal ingirieron, pero con la que no entraron en contacto aquellos que están sanos. Si conseguimos encontrar la sustancia responsable de esta catástrofe, sin duda seremos capaces de establecer la verdadera naturaleza de esta enfermedad», argumenté.
Asintieron con la cabeza.
“Quiero ayudar a descifrar la causa de esta epidemia, Caspian», comenté.
“Yo también», repuso Marco en tono decidido.
Observé entonces que Caspian nos observaba, un poco sorprendido por nuestra disposición a ayudar en el esclarecimiento de la causa de aquella terrible situación.
Parecía que habíamos acordado tácitamente apartar de nuestras mentes los bochornosos acontecimientos del día anterior, pues ahora nos enfrentábamos a una situación muy delicada que amenazaba la supervivencia de la manada y ponía en peligro la vida de mi pequeña. Debíamos salir de aquel atolladero cuanto antes.
Por último, Caspian asintió secamente con la cabeza y declaró: «Bien, entonces acometamos esa tarea sin pérdida de tiempo».
Si bien Caspian demostraba tener una personalidad excéntrica y juguetona, no era mera casualidad que ostentara la condición de Alfa. Aunque en ocasiones le costaba trabajo controlar sus emociones, las empresas en las que se embarcaba se veían coronadas por el éxito, y poseía una envidiable habilidad para ganar adeptos para sus causas.
«La primera tarea que debemos imponernos es interrogar a los pacientes y a su círculo familiar. Numerosos comensales asistieron al banquete ofrecido ayer, así que no me sorprendería que alguno de los alimentos que ingirieron haya sido la causa de la enfermedad. Debemos averiguar qué platillos consumieron y cuándo empezaron a experimentar quebrantos de salud», aseveró.
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