Capítulo 215:

Era otro el hombre al que amaba.

Aunque no pudiera recuperar el amor de Marco, sustituirlo era algo impensable.

Sería inútil tratar de encontrar a alguien a quien amara tanto como a él.

Volví a centrar mi atención en Caspian, cuya sonrisa no se borraba de su rostro a pesar de que Marco sostenía mi mano.

«Lo siento mucho, pero no puedo corresponder a tus sentimientos», señalé con sinceridad.

Parecía no haberme escuchado, pero luego vi que la sonrisa desaparecía de su rostro mientras yo proseguía.

«Quiero que sepas que te estaré eternamente agradecida por todos los cuidados que me has prodigado y que valoro mucho la amistad que nos une.

Pero todo queda ahí.

A decir verdad, no te amo».

Así que procedí a depositar suavemente el ramo de rosas en sus helados brazos, al tiempo que sonreía a modo de disculpa.

Pese a que me entristecía acabar con sus ilusiones, juzgué que había actuado con sensatez, pues seguramente una relación romántica entre nosotros no prosperaría.

Con Marco marchando delante de mí, nos volvimos para dirigirnos a casa, dejando atrás a Caspian, que se hallaba de pie rodeado de una multitud de personas, las cuales estaban tan sorprendidas por el hecho de que lo hubiera rechazado que no acertaban a reaccionar.

Caminamos en silencio durante un rato, disfrutando de la pacífica atmósfera nocturna.

Haciendo acopio de valor, le pregunté: «Tomaste mi mano en el preciso instante en que me confesó su amor. ¿Por qué lo hiciste?»

Si padecía de amnesia, entonces la atracción que Caspian sentía por mí debía tenerlo sin cuidado.

No obstante, estaba claro que le desagradaba vernos juntos.

Su reacción inicial ante mi interrogante fue simplemente fruncir el ceño y encogerse de hombros, lo que indicaba que no sabía cómo expresar sus pensamientos con claridad. Decidí no insistir y dejé que siguiera sumido en sus cavilaciones mientras caminábamos juntos.

«No fue más que un impulso; simplemente me desagradó ver ese gesto de afecto», repuso con suavidad después de un rato.

Considerando su habitual hermetismo respecto a sus sentimientos, aquella declaración me sorprendió por lo abierta que era. Si bien apreciaba el hecho de que me manifestara sus sentimientos sin rodeos, sus palabras sembraron dudas en mi mente. Me preguntaba si esos recuerdos aflorarían en su mente con la misma facilidad que creía, o si realmente los traería a la superficie.

Sin embargo, mis pensamientos fueron interrumpidos por una repentina lluvia. Pequeñas gotas comenzaron a caer sobre el camino de grava, y en cuestión de segundos, el aguacero se convirtió en un torrencial chaparrón. En poco tiempo, mi cuerpo estaba completamente empapado.

A diferencia de los demás, yo no tenía la capacidad de transformarme en loba, lo que me habría dado la ventaja de un pelaje impermeable. No me quedó más opción que seguir caminando, a merced de las inclemencias del tiempo.

«Acércate un poco más, por favor», me pidió de repente.

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