Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 216
Capítulo 216:
Mi mente tardó un instante en registrar sus palabras, pero pronto me di cuenta de que se había quitado la chaqueta y la mantenía en alto para protegerme de la lluvia.
Acepté su ofrecimiento sin pensarlo dos veces. Ahora, inevitablemente, me vi presionando mi cuerpo contra el suyo mientras él sostenía la chaqueta sobre nuestras cabezas.
Emprendimos el camino a casa en silencio mientras la lluvia repiqueteaba sobre nosotros. De repente, mi mente se iluminó y comprendí la razón por la cual había rechazado las insinuaciones amorosas de Caspian: aunque él, en su privilegiada posición de Alfa de la manada Blue Moon, podría haberme ofrecido una vida tranquila llena de comodidades, con un trabajo, un hogar, su amor y devoción incondicionales, para mí nada de eso sería natural. Jamás podría corresponder a su amor, y por lo tanto, no deseaba aquella vida.
Marco, por el contrario, ya no estaba en capacidad de ofrecerme ninguno de esos privilegios. Ignoraba por completo todas las experiencias que habíamos vivido y ya no era posible que labráramos un futuro juntos. Sin embargo, yo recordaba con claridad todas nuestras vivencias; atesoraba en mi corazón todo lo que me había brindado y las experiencias que habíamos compartido. Jamás relegaría al olvido aquellos momentos cruciales de mi vida.
Aunque el amor que había sentido por mí se había extinguido, sus acciones seguían siendo espontáneas y honorables. Experimentaba una gran empatía hacia él; me conmovía la manera en que buscaba protegerme de la lluvia, y recordaba cómo me había llevado a casa desde el restaurante el día de San Valentín.
Decidí que le contaría sobre nuestra vida juntos, aunque eso pudiera despertar su odio hacia mí. Estaba harta de las mentiras; había llegado el momento de revelarle la verdad.
Cuando nos detuvimos frente a mi puerta, estaba decidida a hablarle con franqueza.
“¿Te apetecería que tomáramos una taza de café mañana?”, le pregunté después de haberle agradecido su amabilidad.
Asintió, me deseó que pasara una buena noche y regresó a su casa.
Lancé un suspiro y entré en mi hogar. Mi hija, que había estado observándonos desde la ventana de la cocina, corrió a mis brazos y me abrazó. Luego, se apartó de mí para echarme una ojeada.
«¡Me alegra mucho que hayas regresado con Marco en lugar de Caspian!», exclamó.
Me eché a reír. «¿De modo que eso te complace? No está bien que prestes atención a las conversaciones de los adultos, cariño», le dije en tono divertido.
«Le rogué a Lisa que me dijera qué estaba sucediendo, mami», explicó. «¡Estoy muy feliz de que hayas elegido a Marco!», añadió.
Volví a reír. «Yo no elegí a nadie, linda», repuse al tiempo que le despeinaba el cabello. Ella soltaba risitas. «Si tú lo dices», repuso, lanzándome una sonrisa traviesa.
Luego, se dirigió a su habitación dando brincos. Acto seguido, tomé una ducha y me puse el camisón. Llené de agua un vaso y fui a su habitación con la intención de arroparla.
Al llegar allí, me senté en el borde de su cama y le entregué el vaso de agua. Observé que, al beberlo, arrugaba la nariz en señal de disgusto.
«Esta agua tiene un sabor extraño», indicó.
«¿De veras?», le pregunté.
Asintió con la cabeza con firmeza.
«Bueno, seguramente eso se debe a los caramelos que comiste. Supongo que afectaron tus papilas gustativas», conjeturé.
Entonces me miró boquiabierta y ambas prorrumpimos en risas mientras le hacía cosquillas en el vientre.
Al cabo de un rato, nuestro animado juego cesó. Tras el agitado banquete de aquella noche, pronto se quedó dormida. Regresé a mi habitación y me acosté.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar