Capítulo 214:

Explotaban en un magnífico despliegue de luces que iluminaban el cielo nocturno con colores deslumbrantes.

Con una sonrisa, nos dirigimos a casa. Y entonces vi a Caspian de pie al otro lado de la carretera.

Al principio, me pregunté por qué estaba solo en la calle, hasta que vi el gran ramo de flores que sostenía entre sus fuertes brazos.

Punto de vista de Tanya

En silencio, observé a Caspian caminar hacia mí; cuanto más se acercaba, más amplia se hacía su sonrisa.

En medio de mi confusión, me di cuenta de que Lisa se había acercado y se ofreció a llevar a Claire a casa.

Pude notar en su mirada que estaba al tanto de lo que sucedía, aunque no lo dijera.

A pesar de la confusión que me embargaba, asentí con la cabeza, consintiendo en que llevara a mi hija a la casa para que durmiera un rato.

Cuando Caspian se acercó, pude apreciar mejor las flores que llevaba en sus manos: eran rosas rojas frescas que formaban un hermoso ramo.

Los fuegos artificiales explotaban en el cielo, generando una atmósfera contagiosa.

«Tanya…», me dijo con dulzura.

«Desde aquella ocasión en que te alzaste con el premio en la competencia de perfumes e impediste que se hiciera realidad el trágico sino del árbol de la luna azul, he estado perdidamente enamorado de ti», me confesó.

Sus ojos brillaban con una inusitada intensidad.

«Mi mayor felicidad sería estar junto a ti el resto de mi vida», añadió, mientras me entregaba cortésmente el ramo de rosas.

Me quedé estupefacta….

En todo caso, aquello era previsible, pues todo indicaba que Caspian se sentía atraído por mí: sus obsequiosos halagos, su constante interés en hacerme compañía, su insistencia en que Claire se refiriera a él como «papá»…

Sin embargo, me había obstinado en pensar que aquellas acciones eran simplemente gestos cariñosos impulsados por su bonhomía.

De modo que acabé por acostumbrarme a aquella actitud suya y no advertí las incipientes señales del amor que sentía por mí.

«Caspian, a decir verdad…», respondí.

Pero antes de que tuviera la oportunidad de decirle con sinceridad que yo no correspondía a su amor, sentí que alguien me observaba: era Marco.

Sorprendentemente, el príncipe cubrió mi mano con la suya.

Si bien no me forzó a alejarme de allí, intuí que le intranquilizaba el hecho de que Caspian estuviera tan cerca de mí.

Miré a Marco, y una sonrisa sutil se dibujó en mis labios al sentir el contacto de su mano, que me transmitió una sensación de calidez y nostalgia, en marcado contraste con los sentimientos que me despertaban las rosas que Caspian había depositado en mis manos, tan frías y artificiales.

Se diría que constituían la materialización de una necesidad de afecto que no estaba en sintonía con mis emociones.

Si bien me interesaba mucho el bienestar de Caspian, definitivamente jamás podríamos conformar una pareja.

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