Embarazada de una noche con el Alfa
Capítulo 194

Capítulo 194:

«¡Eres una mentirosa!», exclamó el chico al tiempo que presionaba el pecho de Claire con un dedo, empujando su delicado cuerpecillo hacia atrás y haciéndola tropezar. Sus amigos prorrumpieron en risas malvadas.

«¡No lo soy! ¡Te juro que vendrá! Solo espera un poco», repuso con creciente aprehensión mientras escudriñaba frenéticamente la multitud en busca de Marco.

«No esperaremos más tiempo. ¡Perdiste la apuesta! Ahora danos ese tonto muñeco que prometiste entregarnos si no venía», declaró en tono amenazante.

A Claire le horrorizaba la idea de separarse de algo tan preciado para ella. «¡No, por favor, mi mami lo hizo especialmente para mí! Se supone que se parece a mi papá. ¡No te lo daré!», se opuso al tiempo que apretaba aquel juguete contra su pecho.

Pero los chicos la rodearon; parecía un débil conejito rodeado de peligrosos buitres, ansiosos por causarle aún más angustia. Para ellos, era una diversión infantil.

Las mejillas de Claire ahora estaban húmedas debido a sus lágrimas frescas, mientras su cuerpo frágil se alejaba de sus agresores. Tropezó al retroceder y chocó contra lo que parecía ser una pared firme.

En ese momento, vio que los chicos estaban boquiabiertos y luego se percató de que la pared detrás de ella era en realidad una persona. Se volvió y alzó la mirada. El cuerpo alto y robusto de Marco impedía que le diera el sol en los ojos mientras él miraba con rabia a los chiquillos.

Sus ojos resplandecían con su brillo cobalto, y los rayos del sol hacían que su cabello adquiriera un magnífico color dorado. Claire experimentó entonces una maravillosa sensación de alegría y alivio. Todas las sensaciones que ansiaba experimentar se agolparon en su mente mientras las manos de él rodeaban su pequeño cuerpo, apretándolo contra el suyo, lo que apaciguaba sus temores aún más.

«Ya no sigan con estas tonterías, niños», dijo con firmeza, esforzándose por conservar la serenidad.

«Soy el padre de Claire», añadió.

Punto de vista de Marco

Me sentí conmovido al notar el alivio en los ojos de Claire al verme. Tomó mi mano ansiosamente mientras la alejaba de sus agresores para ponerla a salvo. Sin embargo, me sorprendió que, por tercera vez aquella semana, me abrazara. Se esforzaba por rodear mi enorme cuerpo con sus brazos.

Los niños siempre me han inspirado una gran ternura, mientras que cuando trato con los adultos no experimento ningún remordimiento ni trato de dominar mi impetuosidad. Pero tratándose de los niños… su aura de inocencia me llama poderosamente la atención.

Mi creencia de que la gente abriga intenciones perversas no se extiende a los niños. A pesar de sus rabietas, su espíritu es muy puro con respecto al mundo que los rodea. No puedes culparlos por el hecho de que no comprendan muy bien la vida. Siempre tienen buenas intenciones, o al menos no son conscientes de las consecuencias de sus acciones.

¿Cómo puede un adulto enfurecerse o ser malvado con aquellos seres tan frágiles? Por lo tanto, a pesar de mi incapacidad para comunicarme con ellos, siento un intenso deseo de protegerlos.

Por eso, mientras Claire me rodeaba con sus brazos, solo frotaba suavemente su espalda para consolarla. Y me tranquilizaba pensar que confiaba en mí.

Su actitud confirmaba que había tomado la decisión correcta al asistir a aquel evento escolar. Una vez que estuve seguro de que estaría bien, dejé que se reuniera con los demás niños, que estaban sentados junto a sus compañeros de clase en una alfombra colocada frente al escenario. Luego, me volví y me aproximé a Tanya, que estaba visiblemente sorprendida al verme.

Sin embargo, no tuvimos la oportunidad de conversar, pues la anfitriona, que seguramente era la directora del colegio, tomó el micrófono para dirigirse a la audiencia.

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