Capítulo 180:

Pese a mi tono insistente, Dorian me ignoró descaradamente y guardó silencio, esquivando mi mirada.

Tenía un aire ausente mientras jugueteaba con su encendedor, haciendo brotar del mismo repetidamente una débil llama.

Su silencio me irritaba.

«Dorian», dije con firmeza; quería gritar, pero no podía arriesgarme a atraer atención no deseada.

«No me dirás que las cosas no salieron como lo habíamos planeado… ¿Acaso dejaste escapar a Tanya?», le dije.

Parpadeó por un momento y luego una sonrisa juguetona se dibujó en sus labios. Sin embargo, ese gesto no calmaba mis sospechas.

«Veo que dudas del éxito de tu plan», declaró en tono de arrogancia.

«¿Acaso no crees que sea un asesino consumado?» Dejé su pregunta sin respuesta.

Le lancé una mirada severa que indicaba que no podía engañarme.

Percibió de inmediato que yo era un hueso duro de roer.

«Por supuesto que está muerta; me aseguré de que no estuviera respirando», añadió.

Lancé entonces un suspiro de alivio.

Aunque su expresión juguetona me inquietaba, confiaba en que hubiera cumplido su cometido.

Usando un cucharón, revolví la mezcla de la poción y luego la vertí en un frasco de vidrio que le entregué.

«Ahora añade tu magia a esto. ¿Tienes certeza de que esto borrará de la mente de Marco todos sus recuerdos de Tanya?»

Asintió levemente con una amplia sonrisa mientras jugueteaba imprudentemente con el frasco.

Lo hizo girar entre sus dedos, observando cómo el líquido que contenía se precipitaba al fondo cuando inclinaba el recipiente.

Parecía disfrutar de mi expresión de angustia mientras me acercaba a él, temerosa de que algo malo le sucediera a aquella poción curativa, tan importante para mí.

«Al parecer has aprendido a mentir.

Has sido muy astuta al decirles a todos que hallaste la cura en un texto antiguo, cuando bien sabes que no es así», dijo en un tono burlón.

Su risa no hacía más que aumentar mi agitación.

«Date prisa, no hay tiempo que perder», lo insté.

Sin embargo, mi molestia no pareció importarle; solo me miró arqueando una ceja, y luego volvió a centrar su atención en la poción, sosteniendo la botella con una mano, mientras curvaba lentamente los dedos de la otra, como si estuviera sosteniendo una pelota.

De la palma de su mano surgió lentamente una espiral negra de humo, la cual se agitó suavemente en el aire para luego introducirse en la botella y mezclarse con la solución.

Ello hizo que mi pócima curativa emitiera un sonido de efervescencia durante un par de minutos, al cabo de los cuales la solución dejó de agitarse y los efectos de la magia de Dorian finalmente cesaron, como si jamás la hubiese empleado.

«Me intriga mucho que quieras que Marco padezca de amnesia, pues ello jamás te había interesado», observó con sutil curiosidad.

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